19. Un volcán

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 —¡Maura! —El estómago se me ha puesto del revés. No esperaba que viniera de verdad. Me levanto del sofá y le doy dos besos—. ¡Que casualidad!

—Sí... la verdad es que sí —me dice con una divertida sonrisa y mira a Javier. Le hago un gesto con la mano para presentárselo.

—Este es Javier. —Él se levanta y le da dos elegantes besos—. Ella es Maura.

—Sí, me suena tu cara —dice Javier—. Te vimos también cuando estábamos cenando el otro día.

—Buena memoria —dice Maura.

—¿Estás sola? ¿Quieres tomar algo? —le digo, ofreciéndole un sitio con la mano. Ella me mira extrañada por la invitación.

—No, no —dice, apurada—, no os preocupéis. Estáis aquí a lo vuestro, no quiero molestar.

—Qué va, mujer, molestia ninguna —Javier se hace hacia un lado y también le hace un gesto para que se siente con nosotras. ¿Está viendo que su fantasía de un trío se puede hacer realidad? Le hace un gesto a la camarera—. ¿Qué quieres tomar? Te lo pido.

Maura frunce los labios, compartimos una mirada y le asiento con disimulo, ella se sienta a mi lado.

—Con una cerveza está bien.

Javier le pide la cerveza y se acomoda, mirándonos con la mayor sonrisa que le he visto hasta ahora.

—Bueno, contádme —empieza a decir Javier—. ¿Y de qué os conocéis?

Maura y yo nos miramos, un ligero rubor comienza a subir por mi cuello.

—Digamos que la vida da sorpresas —dice Maura—. Y Lola fue una sorpresa.

El rubor llega hasta mis mejillas y rezo para que no me haya puesto colorada como un tomate en cuestión de segundos, odio cuando me pasa. Bebo de mi copa y tomo aire.

—Veo que sois buenas amigas entonces —analiza Javier—. Qué bien. Te habrá contado que hace poco que me está conociendo, ¿no?

Maura asiente, frunce los labios y me mira de reojo.

—Me ha contado cosas muy buenas de ti —afirma. Los ojos de Javier se encuentran con los míos y me quiero morir. Tengo a Maura a un lado que no sé por donde va a salir en esta conversación, a Javier en el otro que me mira con deseo y con unas ganas que nunca le he notado, mi boca está seca, no soy capaz de sacar las palabras de mi cuerpo (que se ha convertido en un flan) y, para colmo, el estúpido rubor no para de aumentar la intensidad.

—Yo también tengo para contar cosas buenas de ella.

La camarera le trae la cerveza a Maura y la conversación cambia de rumbo, para mi suerte. Si llega a piropearme delante de ella durante tres segundos más, me hubiera ido corriendo muerta de la vergüenza. Javier habla de su trabajo, de sus amigos, de la última vez que salió de fiesta con ellos y que casi acaba en el calabozo. Escucharle es de lo más interante, le han pasado muchas cosas. Maura comparte también algunas locuras que ha hecho con sus amigas y yo, estoy en medio de ambos, mirándoles mientras hablan, como si estuviera viendo un partido de tenis.

—Estás muy callada —Doy un respingo al notar la mano de Maura posada en mi muslo, por debajo de la mesa—. ¿No tienes nada para contarnos?

—Yo... —me pongo el pelo tras la oreja pero no sirve de nada, este vuelve a caer sobre mi cara, lo vuelvo a poner y trago saliva con fuerza.

—¿Qué locura has hecho tú? —pregunta Javier—. Ya no con tus amigos, digo en general.

—Mis mayores locuras han sido con Roberto —admito, y les miro a ambos—. Bueno, todas las cosas buenas y alocadas que he hecho han sido con él.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora