🗡 VORWORT 🗡

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Aidan Devies miró fascinado como aquel pequeño muchacho saltó sobre su más fuerte guardaespaldas para rajarle el cuello en un corte limpio y preciso. El niño rápidamente tomó el arma del piso y le apuntó, mirándolo con suma frialdad a través de sus ojos azul grisáceo. Una frialdad latente en los Mortensen. Los hombres de Aidan le apuntaron, pero él niño ni se inmutó. Es más, los miró como si fueran una basura completamente inferior a él. Y es que en la mente del pequeño, las palabras de su adorado padre le latieron fuertemente la cien.

«Nervios de acero, cachorro. Si tienes miedo, no dejes que ellos lo sepan. Frente en alto, mirada fría y postura inquebrantable. Eres un Mortensen de linaje puro, todos están por debajo de ti».

—¿Quién demonios eres tú?

Aidan sonrió ladino—. La misma puta frialdad que Dahak al asesinar. Es impresionante. Creí que no sabías ni siquiera como se manejaba una cuchilla.

Al niño no le sorprendió que el hombre pelirrojo supiera el nombre de su padre. Después de todo, todo el mundo lo sabe. Estamos hablando de Dahak Mortensen, líder del Imperio Rojo en toda Alemania.

—¿Quién eres? —volvió a preguntar.

—Respóndeme algo primero, chico —dijo Aidan al sentarse sobre su sofá de cuero—. ¿Qué edad tienes? Supongo que unos cinco o seis... —murmuró pensativo.

Él no respondió.

Aidan alzó una ceja—. ¿Sabes? Tu hermano está en mis manos y si quiero puedo asesinarlo. Así que más te vale cooperar conmigo. No me hagas el villano, estoy aquí para ayudarte.

El niño no le creyó. Él no creía en nadie más que en sus padres y en su padrino de linaje ruso.

—Cayden es solo un bebé, no puedes hacerle daño. Mis padres pronto vendrán y...

Aidan se largó a reír—. ¿Tus padres? Ellos están muertos.

Él se congeló.

No.

No puede ser verdad.

Su padre es el León de toda Alemania.

Su madre es la Serpiente Roja de la Bratva.

El Imperio Rojo gobierna sobre todos, no sólo en Alemania.

Ellos jamás morirían. Son inmortales.

—¿Quieres pruebas? —preguntó Aidan al tirar un par de fotografías al piso, frente al niño.

Su madre estaba baleada.

Su padre estaba muerto en un carro.

Y sus hermanos empapados en sangre mientras una bala adornaban sus frentes.

El niño tragó el nudo en su garganta y se obligó a no sentir. Levantó la mirada y el hombre pelirrojo lo miraba con suma arrogancia.

—¿Daegan, no? —se rió con frialdad—. El famoso cachorro quedó solo en un mundo lleno de depredadores —susurró macabro.

Daegan lo miró fijamente—. Depredadores a los que degollaré sin piedad alguna si llegan a tocarme.

Él sonrió—. Sangre Mortensen —rió.

LA MUJER DEL MERCENARIO © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora