🗡 EPILOG 🗡

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Capítulo extendido.

—Cuéntame esa historia de nuevo, Oma

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—Cuéntame esa historia de nuevo, Oma.

Abuela.

La mujer miró a su tesoro con dulzura, observando aquellos ojos azules y ese cabello castaño oscuro idénticos a los de su patrón. Si bien la niña le decía "abuela", era porque no tenía más familia aparte de su padre. No tenía madre, ni primos, ni hermanos, ni más familia. Sólo a su padre y a ella que era su nana, pero ella insistía en decirle abuela ya que la consentía de esa forma. Su pequeña luz de vida estaba sola en un mundo lleno de odio, muertes y armas. 

—Hace muchos años atrás, hubo una joven pareja que se amaba con locura. Eran de esos amores que ya no se ven hoy en día. Pero lamentablemente, no tuvo un final feliz.

—¡Porque los Leones rojos son muy malos! —exclamó con horror.

La mujer asintió mientras se sentaba en la cama y la abrazaba—. El joven pertenecía a la familia Roja, y había sido traicionado por su propio hermano. La joven en cambio, era un soldado más del Señor Rojo, pero ella traicionó al Señor Rojo por amor al joven. Huyeron juntos, se casaron y el joven se enfrentó a su hermano rojo.

La pequeña niña se acurrucó aún más en sus peluches, mientras la miraba con tristeza—. ¿Qué ocurrió?

—Fue una pelea dura. El joven perdió su brazo en manos de una cruel familia que apoya a los rojos...

—¡Los dragones azules son muy crueles, Oma!

—Así es... —sonrió con ternura—. Pero el joven logró recuperarse. Se fue lejos con su amada y tuvieron un bebé.

—¿Y el bebé que fue? —preguntó emocionada.

—Niña. Una hermosa y tierna niña.

—¿Y su nombre?

La mujer iba a responder cuando una alta figura se hizo presente.

Nyrah.

Ambas dirigieron su vista a la puerta. Viendo a un hombre alto, vestido de estilo un tanto bohemio combinado con clásico. Su cabello era oscuro, sus ojos azules y su piel era blanca. Tenía una fina barba que acaparaba su barbilla y su expresión era dura, seria y distante. Por debajo de su ropa se alcanzaban a ver tatuajes en su brazo y parte de su mano derecha, misma mano que estaba adornada con gruesos anillos de oro. Su brazo izquierdo completo estaba hecho de titanio... Y lo escondía debajo de sus ropas.  De su cuello colgaba un grueso collar de oro dejando ver una cabeza de pantera rugiendo. 

—Papá... —susurró la niña.

Él se acercó a la cama y miró con frialdad a la mujer—. Te dije que dejaras de contarle esa estúpida historia.

—Señor. Yo solo... Ella me pidió un cuento para dormir...

—Sal de aquí.

La anciana le dejó un beso en la frente a su pequeña para luego levantarse—. Nos vemos mañana, pequeño angelito.

LA MUJER DEL MERCENARIO © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora