NIMUEUn ritual es una serie de acciones que se repiten en una sociedad, en un entorno religioso. Humanos y azules creemos en la fuerza de Janai, una diosa semiazul que hizo que nos dividiéramos en dos mundos. Que dejáramos de luchar. No se si Janai existe, pero,
si estás ahí arriba. Sácame de aquí
Janai es lo que hizo que tuvieramos fe cuando no había esperanza. Familias destrozadas encontraron una razón para seguir. Una mujer que guarda las almas de la gente que se lo merece, que ha demostrado que es digna de la vida eterna.
Abro los ojos y miro a mi alrededor para encontrarme con mi ropa sucia y mis muñecas atadas a un trozo de piedra. Estoy en una habitación de techos altos y colores dorados. Las ventanas en el techo aportan un montón de luz. Acaba de amanecer, aun quedan algunas estrellas en el cielo, brillantes, muertas desde hace años pero aún con luz.
-¿Formas parte de alguna familia humana?- enfoco la vista hasta pararla en unos ojos viejos y desgastados. Un anciano me mira con curiosidad. No le contesto. Me he acostumbrado solo a mandar callar a Aden y su amiga, la asquerosa. Maya. Y solo a responder a Aden. Ese si que me da miedo. Es demasiado tranquilo e inexpresivo.
-Es la última vez que te lo pregunto. ¿Cómo se llama tu bende?- se mete una arrugada mano en el bolsillo de su túnica y saca algo afilado. Una especie de cuchillo con el mango de hueso y madera. Aprieto los labios, cabezona, pero asustada y el abuelo chasquea la lengua. Estoy harta de los cuchillos
¿Es que no tienen una forma mejor de torturar?
Noto una presión en el estómago y grito cuando un cuchillo me corta la piel.
Diosa mía.
-Ni siquiera se que es eso.- siseo jadeante.- dime que es.- se me emborrona la visión del dolor y busco con la mirada alguna cara conocida. Hay azules en cada trozo de pared. Pero ninguno de ellos es Aden.
¿Dónde estás?
El anciano asiente ante mi pregunta y se va, dejando el cuchillo frío en mi tripa desnuda.
Otro azul aparece en mi visión, sube al altar en el que me tienen encadenada y alza el cuchillo. Me doy cuenta de que estoy semidesnuda, solamente cubierta por mi ropa rasgada.
-¿Cómo has llegado aquí?- pregunta, su voz casi delirante.
-Dejadme en paz.- pero eso solo hace que por segunda vez el cuchillo me corte la piel.-Joder…vine en bici, si eso es lo que preguntáis. Y luego en un tren de mercancías.-El hombre se va y aparece otro azul. A este le reconozco. Es el chico que me disparó, que me trajo a este infierno y me sacó de la celda para llevarme a un sitio peor.
-Tienes que responder.- susurra tan bajo que solo le oigo yo. Veo preocupación en sus ojos antes de que se vuelvan impasibles. No sabía que un monstruo pudiera mostrar emociones. A lo mejor es otra mentira más.
-No.- digo, claro, que todos me oigan.- No pienso hablar así.- Supongo que sabía que llegaría el cuarto corte, este es menos profundo y el chico se muestra más arrepentido. El chico al que odio.
-No puede más.- susurra con esa voz grave que me tranquiliza cuando me empieza a fallar la visión. El dolor relampaguea por mis terminaciones nerviosas, apropiándose de estas.
Noto unas manos que me desatan, unos brazos que me cogen con delicadeza. Noto mi sangre caer por mi piel y suena al chocar contra el suelo. El goteo de la muerte, que cada vez está más cerca. Me dejan en un sitio frío y duro. Me fuerzo a mirar a mi alrededor y me doy cuenta de que he vuelto a la celda.
Qué rápido he vuelto. Si sigo en este infierno es que estoy viva.
-Ahora vuelvo.- susurra Aden cerrando la puerta a su espalda. No soy yo. El pelo se me pega a las mejillas debido al sudor, estoy cubierta de sangre y tengo la mirada disociada. No me reconozco.
¿Así murieron mis padres?
¿En un ritual parecido?
¿Desprovistos de su humanidad?
-Nimue. Despierta.- me dice una voz. Gruño al reconocerla.
-No me llames así, no tienes derecho a usar el nombre que me puso alguien a quien matasteis.
-Veo que estás bastante despierta.
-Joder que si.- Cojo aire y me tiro al cuello de Aden, pero a medio camino noto un pinchazo horrible en el estómago que me tira hacía atras. Una mano me sujeta la cabeza mientras me retuerzo, asegurándose de que no me dé contra la roca.
-No me toques.- siseo y la mano desaparece. -Lo que tu quieras.- Me doy contra la roca. Fría y dura.
Aden desaparece y al volver trae un intento de lo que debe ser un botiquín. Es parecido al de los humanos, puede que sea robado. Nos robaron todo.
Se acerca a mí y retrocedo por costumbre.
Por algún motivo no le veo peligroso. Pero vuelvo a retroceder, no me da miedo él, me da miedo la seguridad que su cuerpo emana.
Pero sé que tengo que mantener las distancias.
-Déjame curarte las heridas.
-¿Para que me las vas a curar si me las habéis hecho aposta?
-Tu solo déjame.- Después de unos minutos de silencio, asiento.
Aden toma eso como un sí.
Coge el botiquín y me manda sentar. Primero saca unas vendas, luego el Betadine y entre todo eso no dejo de pensar en lo mucho que se parecen a los humanos…
Acerca un paño gris, puede que en algún momento fuera blanco y lo apoya sobre mi piel. Intento no pensar en el dolor mientras empieza a limpiarlas.
-Ouch- digo sin querer. Aden aparta el paño mojado de mi estómago y esboza una mueca culpable.
-Lo siento.
Niego con la cabeza, asombrada ante su disculpa y vuelve a apretar el paño contra mi piel. No se porque me dejo curar, pero me mantengo en silencio mientras Aden me limpia aquellas heridas de las cuales una que él mismo me ha hecho.
-Me voy a ir y me gustaría que no intentaras nada.- comenta tras un silencio infinito. Frunzo el ceño y me separo de el, conectando nuestras miradas, azul contra negro.
-¿A dónde te vas?
-No te lo puedo decir. Pero prométemelo.- Me quedo mirándole, incrédula.
¿En serio piensa que sin conocerle le voy a prometer no luchar por mi vida?
-Vale.- miento con la mejor voz que puedo poner. Aden asiente poco convencido y guarda las cosas de nuevo en el botiquín. Me ha desinfectado y cubierto las heridas con una venda que ha colocado suavemente a lo ancho de mi torso.
-Si te resistes te harán más daño.
-Querrás decir: me haréis.
-Siento mucho lo del ritual, pero es algo que hacemos con todos los humanos a los que…
-A los que torturais.
-No es así.
-Pues tu mirada dice que si.
-Mi mirada no es de fiar.- Le miro a los ojos, buscando en ellos algo a lo que agarrarme, pero no muestran sentimiento alguno.
-Por alguna razón, lo se.- Aden sonríe tristemente, como si no lo hiciera mucho y se levanta. Suspirando.
-Por Janai, pórtate bien.
-Por Janai, ojalá no vuelvas de tu extraña misión.
-Voy a volver.
-Que decepción.- Aden vuelve a sonreír por segunda vez en el día y sale de mi celda para volverse al cerrar.
-No somos tan malos como parece.
Si lo sois, matasteis a mis padres.
Pero no se lo digo. Asiento y dejo que se vaya
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Hasta que la muerte nos quiera
Science FictionÉl es azul, yo humana. Madrid está en guerra, y nosotros... los causantes. -Una vez me dijiste que era un monstruo. -Lo retiro. Eres hermoso.