LA LOCURA DE AMAR

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NIMUE
Se que no debería confíar en un asesino. Un azul. Pero por algún motivo es el único que me trata como una persona. Como lo que soy realmente. Una chica con un humor negro que anda encerrada en una celda bajo el suelo. Que no cree en los milagros teniendo uno delante. Uno de ojos azules y tez blanca. Se despierta y le estoy mirando. Mechones de pelo negro le caen , descolocados, en la frente y sus largas pestañas revolotean, los ojos que guardan abiertos, fijos en mi.
-¿Qué miras?
-Nada.
-Me estabas mirando.
-No te emociones.
-No lo hago.- Pero en realidad sí, y me pongo roja. Aden suelta una carcajada sincera y se me pega. No me considero una persona feliz pero todo es más fácil cuando alguien es contagioso. Se te pega su felicidad y se convierte en la tuya.
-¿Te apetece ver el sitio?
-¿Cómo?
-Que si te apetece dar un paseo.- alzo las cejas y Aden suelta una risa nerviosa.
-Claro, si.
-Pero prometeme una cosa.
-No.
-Nimue, por favor. Si te escapas voy a ir a por tí. Una y otra vez, todas las que haga falta.
-Que suerte la mia.- Aden sonríe y me levanto de la piedra, estirandome en el proceso, como un gato. Aden se acerca a mí y levanto un brazo para impedírselo. No le quiero cerca. Todavía no.
-Ven- abre la puerta de la celda y se aparta para dejarme pasar. Abro los ojos incrédula cuando salgo de mi pequeña cárcel y camino junto a Aden por los pasillos de la base subterránea. Caminamos en silencio, agusto, veo como me mira de reojo de vez en cuando por si se me ocurre escaparme, pero no es mi intención, no cuando ha confiado en mí.
-Esto es la habitación central.- susurra mirando a través de una puerta. La cruzo. La sala es grande y luminosa, de cemento. Hay huecos en las paredes que dan a pasillos iluminados por la luz del sol. Veo azules allá donde miro. Me devuelven la mirada con odio y sorpresa al pasar. Aden se coloca a mi lado.
-Ven, te voy a llevar a la granja.
¿¡Una granja!?
Me mantengo en silencio mientras Aden me guía por los irregulares pasillos del sitio. Nuestras pisadas resuenan en las paredes, como un obstinato continuo. Entramos en una sala llena de plantas.
-Oh Janai- susurro con los ojos muy abiertos para no perderme nada. Aden me mira con una sonrisa atrapada en los labios.
Hay una infinidad de tipos de plantas en el suelo de tierra. Tomates, lechugas, trigo. Paso el brazo por las hebras de trigo pero antes de que llegue a tocarlas Aden me coge de la mano. Su tacto es suave, deja un rastro de calor sobre mi piel. Marcando con fuego allá donde toca.
-Te harán daño. No toques lo que es suyo.
-Perdón, pero que yo sepa me vais a acabar matando.
-¿Por qué dices eso?
-Si no no me enseñarias todo esto.- Aden aprieta los labios hasta convertirlos en una línea fina. Sabe que tengo razón. Y eso me da mucho miedo. No es que tenga miedo a la muerte, tengo miedo a dejar todo atrás, a pensar cómo la gente a la que quiero envejece sin mí. Pasamos por otro pasillo y llegamos a un corredor ancho y alargado. Hay azules por todos los lados, puestos de comida y ropa cada tres metros. Aden se para de golpe y no me da tiempo a reaccionar. Me caigo hacia delante pero justo antes de tocar el suelo noto unas manos gentiles en la cintura. Me enderezo con cuidado y aparta sus manos de mi.
-Perdona- se disculpa con las mejillas azuladas. Al ser su sangre azul, se ponen azules, no rojos. Caminamos por las diferentes habitaciones, laberínticas, como un hormiguero. No sé por qué tengo la sensación de que alguien nos sigue.
-¿Todo bien?- me pregunta el ojiazul cuando me giro por sexta vez para comprobar si alguien nos sigue. Pero no hay nadie.
-¿Seguro que nadie nos sigue?
-No, pero de todas maneras, es mejor que volvamos a la celda.- Asiento mirando a todos lados. Puede que parezca una paranoica pero estoy metida en un sitio bajo tierra con la gente que odio desde que nací. Estoy caminando junto a uno de ellos. Confiandole mi vida y ni siquiera se me ha ocurrido escapar. Después de la pelea me he dado cuenta de que aquí dentro no están los peores azules.
Me da un pinchazo en la tripa y me encojo aun dolorida de la paliza. Normal, me pegaron hasta que no quedaba ningún trozo de mi cuerpo que destrozar.
Aden me guía de vuelta a la celda y tras una mirada cómplice, se da la vuelta y me encierra.
-Buenas noches Nimue- me dice levantándose, y con una pequeña sonrisa desaparece.
Tiempo que paso pensando en las mentiras de una sociedad depresiva. Los azules no son malas personas, pero tienen que serlo. Mis padres murieron por ellos y todo mi mundo se derrumbaría si no puedo culpar a nadie de la muerte de mis padres.

Los días pasan y no dejo de llorar. Por unos padres que no llegué a conocer, por un azul que rompe mis esquemas. Aden me lleva a descubrir partes de la base azul. Empiezo a reconocer caras. Algunos niños se paran para mirarme, sus mejillas azules de tanto correr. Yo cuando era niña era igual de curiosa. Una humana, el enemigo, paseándose por los pasillos de su casa. En cada vuelta que damos noto unos ojos en mi nuca que me ponen la piel de gallina. Pero no se lo digo a Aden, por el mero hecho de no preocuparle.
-Háblame de tus padres.- me pide una noche en la celda. Ya nos hemos acostumbrado a dormir juntos, cada uno en una esquina de la habitación. Nadie me ha preguntado nunca por mis padres y lo agradezco pero creo que necesito hablar de ello.
-Mi madre era española, mi padre asiático. Se casaron cuando tenían veinte años y me tuvieron poco después. Murieron cuando yo tenía un año. En la guerra. Mi madre me solía cantar una canción que escuchaba de pequeña - susurro sonriendo. Empiezo a tararear perfect, de ed sheeran. Como solía hacer mi madre para dormirme. Recuerdo que me decía que esa canción sonó en la boda con mi padre. Era su canción.
-Nimue, lo siento de verdad.- me dice con la mirada fija en el suelo. Hace dibujos en el polvo con un dedo.- Sé que mi padre lideró las tropas azules de Madrid y que posiblemente fuera bajo sus órdenes que tus padres murieran.
Le miro, mi barbilla temblando, mis ojos llorosos. Ya tengo a alguien a quien culpar pero, sin embargo, me trago las lágrimas y sonrío con tristeza.
-No es nuestro deber pagar los fallos de nuestros padres.- Aden asiente con un brillo extraño en los ojos. Admiración. Me admira, como yo le estoy empezando a admirar. Se levanta y suspira.
-Tengo una cosa que hacer. Luego vendré, como siempre.
-Vale.- Se despide y sale de la celda. La cierra tras él y desaparece.
Pero no estoy sola mucho tiempo. No va a ser tan fácil que me dejen tranquila.
No me doy cuenta hasta que pasa un rato que hay alguien más en la habitación.
-Humana.- dice Maya paseando de un lado al otro de la habitación. Juega con un cuchillo entre los dedos. Una vez, luego otra y otra hasta que pierdo de vista el cuchillo y pasa a ser una nube borrosa.
-¿Qué quieres?- pregunto con voz cansada.
Maya suelta una risa maliciosa y entra en la celda. Me levanto.
-No es más bien que quiero sino que no quiero.
-Te creerás lista jugando con las palabras.
-Cállate. Por Janai. Que pesadilla.- Me rio con ironía, viendo el odio jugar entre nosotras, se pasea con rapidez, entrando en nuestros cuerpos hasta tomar el control.
-Eras tú ¿verdad?- pregunto levantando las cejas.- Eras tu la que nos seguía.- Maya sonríe y asiente, orgullosa.
-Solo me estaba asegurando de que no huias.
-Oh, que considerada.- Maya aprieta los puños y alza el cuchillo en mi dirección. Entonces entiendo tanta rabia, tanto odio. Es lo que nos hace hacer el amor.
-Estás enamorada de Aden- susurro uniendo las piezas del puzzle. Puede que me esté confundiendo pero su mirada me demuestra que no me equivoco.- Por eso nos sigues, por eso estás aquí. Para asegurarte de que Aden no tiene más opciones que tú.
-Tu no sabes nada- sisea acercándose con un dedo acusador. No esperaba que descubriera su secreto. Ella venía a matarme. Pero no le tengo miedo, ya no. No cuando es capaz de amar, yo pensé que no tenía sentimientos.
-Maya, ¿por qué no te vas?
-Soy yo la que tiene el cuchillo.
- ¿A si?- sonrío con suficiencia y me lanzo a por ella, mi vista fija en el cuchillo. Rodamos por el suelo. Le intento quitar el arma pero la tiene bien cogida. Acabo con ella encima, el cuchillo rozando mi garganta. Voy a morir, por tonta e impulsiva.
-ADEN- Grito con todas mis fuerzas como último recurso.
-Shhh- Maya abre los ojos y aprieta más el cuchillo, noto como corta mi piel.
-AD- Maya me tapa la boca y forcejeo contra ella. Puntos negros se empiezan a apropiar de mi visión y jadeo.
No me puedo morir ahora. No cuando he conseguido perdonar unas muertes injustas. ¿Acaso lo he hecho?
¿Y si me importa mas Aden de lo que imaginé?
¿Por qué pienso en él cuando estoy a punto de morir?
-¿Nimue?¿Estás bien?- pregunta una voz desde la estrada. Maya suelta una retahíla de palabrotas y aprieta el cuchillo contra mi. No me queda mucha más fuerza. Trato de llamar al ojiazul pero nada sale de mi garganta.
-MAYA. PARA.- El cuchillo se aleja de mi garganta y me encojo, tomando aire desesperadamente. No se cuando pierdo el conocimiento, solo recuerdo llamarle, perdida en una negrura infinita.

Hasta que la muerte nos quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora