NIMUE
La cabeza pesa más de lo normal. Los pensamientos son pesados, las ideas y sentimientos, ennegrecidos. Nadie acaba siendo como uno piensa. La gente te traiciona, miente y se aprovecha de ti. Creí que él no era esa persona, pero todo lo que me dijo era mentira. Una mentira enorme y dolorosa. Y ahora me he quedado sola, una herida en el pecho, la cabeza dándole vueltas a nuestra historia. Y su horroroso final.
No quiero amar, pero aunque me duela en el fondo, lo hago.
Me queda sentada con la espalda apoyada en la pared de ladrillo. Edward me encuentra cuando las sirenas empiezan a sonar a lo lejos.
-¿Nimue? Oh, por Janai ¿Estás bien?- Niego con lágrimas en los ojos. Caen por mis mejillas, enrojecidas, antes de que pueda tragármelas. O antes de que pueda evitar llorar. Estoy cansada de mentirle a la gente que quiero porque al final la gente que no quiere es la que miente.
-¿Has visto algo?- SI. Acabo negando, entre sollozos.
-Estaba en la terraza, oí algo y él… ya estaba muerto. Ed, ¿y si yo tengo algo que ver?
-¡¿Pero que dices?!- Niego llorando con más fuerza. Con una herida en el pecho como si me lo hubieran abierto de un tajo. Acabo en los brazos de mi amigo, no son en los que quiero estar pero son los más seguros que puedo encontrar
-Puedo sola- le digo cuando entramos en el edificio. No quiero que la gente me vea así. Edward me deja suavemente en el suelo. Los demás están reunidos en el piso de abajo enfrente de una tienda de ropa que se llama: Décimas.
Todos se giran para mirarnos mientras caminamos hacia ellos. Se oyen las sirenas afuera y hay policías hablando en una esquina con el profesor que queda. No le conozco pero debería de ser compañero de mi profesor de educación física. Quiero pedirle perdón, la culpa me come la cabeza y la convierte en una maraña de pensamientos negativos. Quiero salir corriendo muy lejos pero no tengo donde ir. Nos juntamos al grupo siguiendo las órdenes de la policía. Nos interrogan en ese mismo momento. Yo cuento parte de la verdad: le cuento a la policía de pelo canoso como vi a un encapuchado matar al profesor. Aden. Pero no llego a decir su nombre. Todavía merezco una explicación. Después de que nos interrogan a todos nos dejan salir del centro comercial. En la esquina en la que Aden mató al profesor hay un charco de sangre carmesí, su cuerpo inerte en el suelo, lo cubren con una bolsa para cadáveres. Es todo lo que queda de él. Ya no está.
Me monto en el bus detrás de Edward y esta vez cuando me ofrece música, la acepto. Cualquier cosa para acabar con el silencio que ahoga el aire del autobús. Siempre creí que el monstruo personificado era el azul, su raza, ahora me doy cuenta de que el monstruo es de ambas razas y yo soy una de ellas.
El viaje de vuelta se me hace eterno, tal vez la culpa, pero a la vez no quiero que acabe. No quiero enfrentarme a él. Ya no le puedo llamar por su nombre. No lo reconozco. Este, en definitiva, no es el chico del que me había enamorado o el que estaba enamorada.
¿Y ahora qué hago?
Salimos del bus a la media hora. O eso creo, me he acostumbrado a medir el tiempo por segundos.
-Oh Janai.- Susurra Edward pasandome un brazo por los hombros.- Va a estar bien, Nimue, solo hay que darle tiempo al tiempo.
-No está nada bien.- Empiezo a llorar y adusto a Ed.
-No llores, eh, tranquila.- Lloro por una vida que ya no puedo tener, junto a un azul que me ha estado mintiendo desde que le conocí, hace tres meses. Tres meses de puro engaño.
Pero en el fondo, muy en el fondo, una parte de mi no quiere creerse lo que ha hecho. Lo que es. Una parte de mi quiere seguir amandole.
-Vamos a casa.- le digo a Ed al bajar del bus. Caminamos juntos por las calles desiertas del pueblo de al lado del nuestro. Navacerrada. Con las cabezas bajas y la vista fija en nuestros pies. Un paso, otro, hasta que acabo perdiendo la cuenta. Edward se desvía hacia su casa y me quedo sola, en la misma calle en la que el encapuchado se me apareció. Aden.
Me retuerzo, dolorida, un dolor que va mucho más allá de lo físico. Traicionada, engañada me caigo en un pozo oscuro, su fondo lleno de mentiras. Asustada, muerta por dentro, dramática hasta los huesos, sigo cayendo, la oscuridad me lame la piel, infinita, amarga. Choco contra el suelo, mi cuerpo cruje pero me da igual. Ya estoy rota.
Aceptalo de una puta vez.
Miro a mi espalda por si acaso, y sorprendentemente está, en el mismo sitio en el que apareció la otra vez. Cuando ve que me giro sale corriendo. Pero no estoy dispuesta a dejarle ir. Corro tras él como alma que lleva el diablo. Y cuando estoy tan cerca que llego a rozar su capa con la punta de los dedos, me tiro encima de él. Caemos al suelo con un golpe sordo.
-Aden, para.- suplico cuando me lanza por los aires.- Se que eres tu.- Aden se levanta, miro su espalda mientras su cuerpo se agita, respirando fuertemente. Entonces se empieza a dar la vuelta, hasta que sus ojos fríos, azul eléctrico se clavan en los míos. Negro contra azul.
-Hola, Amor.- dice con un desprecio que me hace retroceder. Su voz es la misma, su cara es igual, pero a la vez no es él.
-¿Por qué?- pregunto, mi voz temblorosa. Sonríe, sus labios formando una curva amplia y terrorífica. Mis brazos caen como si fueran plomo. Lo que teníamos, lo que en algún momento fuimos, ha desaparecido.
-¿Qué por qué? No es obvio. Te odio y odio a toda tu raza. Eres un peligro para los azules.
-Pero yo pensé…
-¿Qué te quería? Que ingenua eres Nimue.- Niego con lágrimas en los ojos. La rabia se me acumula en el pecho hasta hacerme gruñir.
Le voy a matar. Me da igual si muero en el intento.
Me lanzo sobre él y volvemos a caer al suelo, rodando. Me coloco encima de él y armo un brazo para pegarle un puñetazo, pero me aparta como si fuera una simple muñeca de trapo. Ahora está el encima, tan cerca que mechones de su pelo negro me rozan la frente. Me inmoviliza las manos a lo alto de mi cabeza y de reojo veo algo en su muñeca. Me giro para verlo mejor. Es una marca en la piel. Una marca de nacimiento, una media mariposa. He visto a Aden muchas veces sin camiseta, y nunca le he visto una marca de nacimiento.
Le pego una patada en la tripa pero ni se inmuta.
Yo puedo decir que existe lo que veo, lo que siento, porque es lo único que puedo confiar. Las percepciones y sin embargo estas no me avisaron de que la persona a mi lado era un monstruo. Entonces,
¿En que puedo confiar ahora?
¿Qué es eso que nunca me va a fallar?
¿Porque el amor duele tanto?
-Oh, pequeña y frágil. Estúpida como nadie. Tienes mal genio ehh.
-Cállate.- Aden nunca me hablaría así.
-Te voy a matar.- Sisea sonriente.- He esperado mucho tiempo a este momento.
Con un movimiento rápido saca un cuchillo del pantalón negro y lo coloca con agresividad en mi garganta mientras me revuelvo. Me da un déjà vu.
Ya he estado así, con un cuchillo en la garganta, llorando por mi vida, solo que ahora lloro por un chico que pensé que me quería.
-Y más que va a tener que esperar, cabrón.- Dice alguien que no es Aden pero tiene su misma voz. Aden desaparece de repente de mi vista y fijo la mirada en el chico que me ha salvado. Hay dos.
¿Por qué hay dos azules iguales?
¿Quién es el verdadero Aden?
Aden segundo se arrodilla ante mi y me mira con una expresión preocupada.
-¿Estás bien?- me pregunta acercando sus manos a mi cara.
-Dime que no has sido tú. Dime que no estoy loca.- Le pido alejándome de él hasta ponerme de nuevo de pie. A mi lado está el otro Aden, el agresivo. Con cara de pocos amigos y la vista fija en su idéntico.
-Nimue, él es Erah Danot. Mi gemelo.
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Hasta que la muerte nos quiera
Science FictionÉl es azul, yo humana. Madrid está en guerra, y nosotros... los causantes. -Una vez me dijiste que era un monstruo. -Lo retiro. Eres hermoso.