HASTA QUE LA MUERTE NOS QUIERA

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NIMUE
Le voy a amar hasta que la muerte nos quiera, hasta que el mundo deje de existir, mi cuerpo se pudra en el suelo y las plantas dejen de dar flores. Osea que no voy a dejar de quererle. Y eso me asusta más de lo que debería. En mis dieciocho años nunca me he sentido tan completa, como si él fuera la pieza del rompecabezas que faltaba. Pero yo ya estaba completa antes de él. Solo necesitaba a alguien que me quisiera como soy para quererme aún más.
Miro a Aden mientras duerme, trato de no moverme ni un milímetro para no despertarle. Ayer nos fuimos a dormir en cuanto descubrimos que en realidad la palabra rara era mi nombre desordenado. Decidimos que era mejor descansar y pensarlo mañana. Lo último que recuerdo fue los brazos de Aden a mi alrededor, protegiéndome. Pero lo que él no entiende es que estoy loca, puedo valerme por mi misma y lo he estado haciendo antes de que llegara él. Pero me gusta que se preocupe, como la madre que nunca he tenido, el padre que murió antes de tiempo y la familia de ahora que no me apoya. Aden es mi familia. Nos cuidamos mutuamente y así vamos a conseguir acabar con esto de una puta vez.
Le acaricio la mejilla con la yema de los dedos. Abre los ojos. Admiro el azul de su iris como si no hubiera visto ese color antes, y me doy cuenta de que son más bonitos de cerca que de lejos. Es un azul eléctrico, azul marino, que contrasta con su pelo negro. Todo en él es oscuro, menos su alma, que es la más brillante que he sentido nunca.
-Hola.- Me dice con voz grave y rasposa.
-Hola.- Cierra los ojos ante mis caricias y le miro, memorizando cada rasgo, cada punto de su piel para no olvidarle nunca. A los minutos suspiro y me levanto. Hago lo que suelo hacer en una mañana normal. Me ducho, me visto, desayuno mientras Aden me espera en la habitación y me lavo los dientes.
-¿Qué pasó ayer?- Me pregunta mi madrastra llevandose una taza de café a los labios.
-No quiero hablar de ello. De todas formas, ¿no te lo ha contado padre?
-Pues vas a tener que hacerlo, y no. Sabes que a él no le gusta nada hablar de violencia.
Oh vaya, y la culpa será mia.
-Mataron a un chico en frente mía. ¿Te sirve?
-¿No ves que es todo muy raro?- Y dale con las preguntas. Si no digo más es que no quiero contestar.
-No lo sé, yo no tengo la culpa.- Me dirige una mirada curiosa y me doy la vuelta, suspirando. Subo al cuarto y me cruzo con Thomas, mi hermanastro.
-Hola Tom- digo mirando la puerta de mi cuarto a sus espaldas.
-¿A ese chico? ¿Le mataron?
¿Tan difícil es que me dejen en paz?
-Si, pequeño. Pero ahora está en un sitio mejor, más sencillo.
-Vale.- Le revuelvo el pelo y entro en mi habitación asegurándome de que Aden no está a la vista para el niño.
-Lo siento. Lo siento mucho.- Me dice en cuanto cierro la puerta
-No me pidas perdón.
-No lo puedo evitar.
-Si puedes.- Me acerco a él con los hombros caídos, cansada, agotada de existir. Pero sintiéndome afortunada de poder existir junto a él.- Me tengo que ir.
Ideamos un plan, él no puede salir a la luz del sol porque brilla como una puta bola de discoteca. Así que tengo que ir sola al instituto. Pero el va a estar por ahí, metido entre las sombras, evitando otro asesinato. O eso espero.
-Va a ser difícil, ¿lo sabes no?
-Ya coincidí contigo. Eso sí que fue difícil. Esto no es nada, solo tenemos que detener a un asesino.
-¿Fue más difícil conocernos?- Pregunta alzando una ceja.
-Soportarnos. ¿Estás listo para hacer eso?
-No, pero estoy listo para hacerlo contigo.
Le miro y pienso en las casualidades de la vida. Pero esto no es una casualidad. No es casualidad que solo quiera estar con él, que necesite su calor para no sentirme helada. Que cure mis problemas con sus ojos azules y sus palabras bonitas. No somos una casualidad. Somos algo que tenía que pasar. Que estaba escrito.
Salgo de casa con una sonrisa en los labios. Se que no debería sonreir, que parezco una maniatica loca, pero sonrío igualmente.
-Ey.- Edward me toca el hombro y ni me inmuto, supongo que ya estoy acostumbrada a que aparezca de la nada. Estoy en una de las calles paralelas a mi casa.
-Te quiero.- Le digo de repente.- No sé porqué, bueno sí, eres fabuloso…
-Si, esa es la palabra.
-Calla. Estoy hablando.- Ed sube los brazos en señal de paz y me río.
-Solo quiero decirte que no sé qué haría sin ti.- Acabo. Edward se lleva una mano al corazón y finge desmayarse.
-Yo tampoco sé qué haría sin ti Kimura.- Nos damos un abrazo lateral y caminamos hasta el instituto juntos, hombro con hombro. Lo que no me esperaba es que ese día, también habría un asesinato.

Hasta que la muerte nos quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora