COMBUSTIÓN DE UN CORAZÓN ROTO

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NIMUE
Cada pareja es un mundo, un conjunto de planetas. Un universo. Nosotros somos nuestro universo. Eterno, brillante y extenso. Nosotros pintamos las estrellas, desafiamos a la gravedad y observamos la fugacidad del tiempo. No quiero irme, quiero estar en nuestro universo hasta que no exista nada más.
Me separo de Aden y corro hasta ponerme a la altura del tren, el collar rebotando en mi cuello. Azul, como la sangre del hombre al que amo. Azul celeste. Azul amor.
Le doy a un botón y una puerta se abre. Me meto en el enorme vagón.
Estoy completamente sola, como debe ser. Tanto tiempo junto a Aden que ahora no sé cómo afrontar la soledad. Incluso la luna aparece por el horizonte y se esconde tras una densa nube, rechazando mi compañía. Me quedo pensando en el grito de Kim, en las palabras dolientes del anciano. En las lágrimas de Aden. Lo que acabo de vivir no tiene explicación. Pero si un nombre. Asesinato.
No puedo evitar pensar en la combustión de un corazón roto. Las cenizas de lo que fue. Escribir en fuego una historia de amor que acaba mal, en la que los enamorados acaban separados. Cosas que rompen a una persona, desgracias que no se pueden evitar. Un amor que simplemente no puede ser. Una humana y un azul, enemigos. Enamorados. No sé el final de esta historia, solo sé que va a acabar. Como todo lo hace en algún momento. Y cuando acabe no haré más que quererle el doble. Porque eso es a lo que he venido. A darle a Aden el corazón que necesita.
La vuelta en tren es aburrida, silenciosa y ahogante. Me estoy ahogando. Mis pulmones no respiran. Boqueo en la oscuridad de la noche. Me llevo una mano a la garganta, mi cabeza gritándome que me voy a morir.
Un ataque de ansiedad. Es solo eso. Tranquila. No te vas a morir.
Salto del tren aún sin respiración. No me puedo permitir perder el control. Pero siento que no merezco tener el control de nada. He matado a Kim, al niño de sonrisa amable y chaqueta desgastada. Y matándolo a él he matado a su abuelo, al anciano que me enseñó a amar la cultura azul.
Lo siento tanto.
Corro por la pradera, pasando el matorral en el que sigue mi bici escondida, oxidada. Necesito correr, muy rápido, hasta que mis piernas fallen, hasta que mis pulmones ardan. El viento me da en la cara y me enfría las mejillas. Me enfría el corazón. Y así duele menos.
Llego al jardín de mi casa con la respiración agitada. No creo que esté aquí de nuevo. En una casa que ya no es mi hogar, pensando en el calor de unos brazos de venas azules. De roce gentil.
La casa es un intento de modernidad estrepitoso. Las ventanas son grandes, de bordes negros, muy bonitas, pero en invierno congelan el espacio.
La puerta está cerrada así que llamo. A los minutos una voz que conozco muy bien me pregunta quién soy.
-Soy yo.- le digo a mi madre de acogida. Abre la puerta de golpe y me dedica una mirada incrédula. No me abraza aunque esté llorando. Porque en mi familia no nos demostramos el amor que sentimos.
-¿Nimue?
-Si, soy yo.
-Oh Janai, gracias.- Me coge del brazo y tira de mí para que entre en casa. Mis hermanastros; Thomas de catorce y Lea de seis se tiran a mis brazos.
-NIMUE.- gritan al unísono mientras me abrazan. Nunca había sentido tanto amor por ellos y tanta culpabilidad. Estaba dispuesta a no verles más.
Entramos a casa y me preguntan qué ha pasado. ¿Qué ha pasado? Que me han secuestrado, me han dado una paliza de muerte. Han asesinado por mi culpa pero también me he enamorado, he entendido la cultura azul, he conocido a personas increíbles. Mejores que los humanos a los que creía que les importaba…
-No lo recuerdo.- susurro fingiendo una tristeza que no siento.- No me acuerdo.
-¿Cómo es posible? ¿Quieres ir al médico?
-NO no… simplemente no quiero hablar de ello. Dejemoslo pasar.
-¿Cómo? Nimue, has estado tres. TRES. Meses desaparecida.
-Lo se. Pero no puedo contaros nada. No me acuerdo.
-¿Deberíamos ir a la comisaría?- pregunta mi madrastra al hombre a su lado.
-Es muy tarde. Vamos a dormir y mañana hablamos.- todos asienten con gravedad, pero me miran y  veo como me respetan. Algún día, tal vez, les hable de Aden y de su piel de diamantes.
-¿Qué ha sido de Navacerrada?
-No preguntes si no quieres saber. Vete a dormir.
Subo las escaleras. Mi habitación huele a polvo. Es una habitación cuadrada de muchos colores, hay cuadros por todas partes. Láminas que en algún momento me gustaron y todavía no he quitado. En vez de quitar voy añadiendo. Son de grupos antiguos como One Direction o cantantes como Tom Walker.
La cama de sábanas blancas me acoge. Miro al techo, pensando en unos ojos azules. Ya no soy la de antes, he cambiado pero todo sigue igual. Los mismos cuadros, las mismas personas. No sé, no quiero verlo todo de la misma manera que antes. Así que me levanto de la cama y despego los posters de artistas de la época de mi madre. Quito los cuadros dibujados por mis hermanastros. Y no paro hasta que las paredes están vacías. Entonces puedo dormir.
Nos vamos a la cama dejando los problemas descansar bajo la almohada, pensando que al despertar se habrán esfumado, pero cada vez que miramos hacia un lado o intentamos olvidarlos, se hacen más grandes. Por eso ese asesinato va a perseguirme en los sueños, por que se ha hecho grande. Lo he hecho grande.

Hasta que la muerte nos quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora