NIMUECorro como Clara corría al huir de los azules. Pero mis piernas están flácidas de haber pasado casi dos semanas en una celda. No voy a llegar muy lejos. Suspiro y acabo cayendo al suelo de boca. Consigo poner las manos y noto como las piedras del suelo se me clavan en las palmas. Es de noche, no veo, no me van las piernas, tengo sed y hambre. No conozco Madrid. Nada va bien.
Llego a un callejón sin salida y me acurruco en una esquina, abrazando mis piernas con los brazos y aún jadeante consigo quedarme dormida. No se ni como lo hago, llevo días durmiendo, mirando a la pared, sin que nadie me hablase. Pero ayer conseguí que me abrieran, estaba chillando. Y en cuanto Ryan, el azul enorme abrió la celda, sali corriendo. Encontrar la salida no fue fácil, solo seguí un de los pasillos hasta llegar a un túnel y de ahí, he acabado aquí.
-Mirad.
-¿Es azul?
-Vamos a comprobarlo.- Noto un filo en mi muñeca y abro los ojos de golpe. Cuatro azules me miran desde lo alto. Uno de ellos aparta de mi piel un trozo de cristal, dejando a la vista mi sangre roja.
Mierda
Aún es de noche, pero consigo ver sus caras de asco ante mi mera presencia.
Nimue, corre.
Me levanto como puedo y trato de esquivar a los azules pero uno de ellos me atrapa por la cintura y me estampa contra el suelo. Jadeo, dolorida, retorciendome en el sitio. Los cristales del suelo se clavan en mi piel y trato de quitarlos cuando una patada me hunde la tripa. Después de esa vienen muchas más. Una tras otra, sin descanso.
-Humana.
-Asesina.
-Hija del Volac.- No se, puede que me lo merezca. Puede que haya sido un error escaparme de la base, pero tras estar unos cinco días aguantando los insultos de Maya, esto no es nada. O sí, puede que ellos sean lo último que vea.
Lo siento Edward, debí haberte querido más.
Clara, ojalá te de un coma o algo.
Se puede decir que veo mi vida pasar, todos esos instantes con mi mejor amigo. Todos los viajes que hice al moverme de casa. Todos los días tediosos de instituto.
El dormir me cega completamente. Escupo sangre y los azules se empiezan a reir. Me voy a morir y no va a ser junto a alguien que me cura las heridas, que me hace prometer que no iba a hacer cosas como esta.
Lo siento Aden, debí haberte escuchado.
Entonces es cuando las patadas paran y empiezan los gritos, pero estos no son mios. Alzo la vista para encontrarme con una figura implacable a la luz de la luna. Tumba al primer azul, se pelea con el segundo hasta que lo estampa contra la pared. Y el tercero, el tercero creo que sale corriendo.
-Nimue.- susurra una voz grave y rasposa. Gimo al reconocerla. Es Aden. Ha llegado a tiempo.
-Tu.
-¿Qué te duele?- me pregunta analizando mi cuerpo ensangrentado.
-Todo.- contesto con ironía.- O no me ves.- Aden sonríe y se me contagia la sonrisa. Tengo el pelo en la cara y me cuesta verle. Parece que se da cuenta y me coloca varios mechones tras las orejas. Con delicadeza, como si fuera a romperme en cualquier momento. Pero no lo voy a hacer, él no sabe lo fuerte y cabezota que puedo llegar a ser.
-Vámonos.- Pasa los brazos por mi torso y reprimo un grito de dolor. No le voy a dar ese placer.
-Me lo prometiste.- susurra tras minutos de silencio en los que trato de mantener el conocimiento.
-Encantada, soy Nimue, una mentirosa compulsiva.- Digo entre dientes.
-No lo eres. Solo eres algo estúpida.
-A veces.- coincido.
-¿Cómo?- dice y se ríe.- ¿Acaso me acabas de dar la razón?
-No te vengas arriba. Ahora no puedo pensar bien.- Dicho esto Aden acelera la marcha y me dejo llevar, sorprendida de haber corrido tanto. No pensé que mis flácidas piernas me llevarían tan lejos.
La entrada a la base azul es una puerta de alcantarilla. Muy natural, así como muy discreta.
Joder como duele.
-Ya casi estamos, aguanta.- Suelto un suspiro.
-Que sepas que ojalá no me hubieras encontrado.
-No piensas eso en verdad.
-Oh que no… Pero no lo entiendo. ¿Por qué me salvaste?- La pregunta parece golpearle adentro, en el pecho y ese tipo de puñetazos duele más que los físicos.
-No lo sé.- susurra más para él que para mi.
Aden me devuelve a la celda y me limpia la piel con un paño mojado. Estoy en ropa interior pero el dolor me nubla la vista , como para pensar en eso. Por algún motivo estar con él es como estar conmigo misma. Es callado y respetuoso, gentil con el tacto y preocupado. Es todo lo que yo no soy.
¿Debería de darle las gracias?
Nos miramos en silencio mientras me cura, con suavidad, concentrado en no hacerme daño. Nunca nadie se había preocupado tanto por mi, pero nunca había odiado tanto a nadie.
Cuando acaba de quitarme la sangre de la piel me ayuda a ponerme ropa limpia y me tumba en la montaña de piedra.
-Siento tener que dejarte aquí, pero no podemos dejarte salir.
-Que te den.
-No cuando no dejas de escaparte. Pero tranquila, ya conseguiré que salgas.- Sonrío, muy en el fondo, para que no lo vea, porque muy profundamente acabo de encontrar un hogar bajo las capas de ropa con olor a menta.
-Descansa Nimue.
-Aden- exclamo cuando se da la vuelta.
-¿Qué?
-Gracias, supongo, por no dejarme morir.
-De nada, supongo.- Sale de la celda y desaparece, dejándome sola, con un silencio demoledor que me destroza los tímpanos. Una voz en mi cabeza que me recuerda la mierda de situación en la que estoy. Lo bueno que es este chico y lo mucho que se me acelera el pulso cuando se acerca. Pero es azul. No puedo. Simplemente no puedo ni pensar que llegue a apreciarle.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que la muerte nos quiera
Science FictionÉl es azul, yo humana. Madrid está en guerra, y nosotros... los causantes. -Una vez me dijiste que era un monstruo. -Lo retiro. Eres hermoso.