KINIMUMURAE

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ADEN
¿Qué significa?
Eso nos preguntamos Nimue y yo mientras observamos el reciente cadáver. Los ojos del niño están abiertos, con sorpresa, inmóviles. Con la imagen eterna de el azul que le mató.
No te merecías esto. Nadie se merece una muerte así.
Miro a Nimue mientras llora. Trato de consolarla pero me pide espacio. Se culpa, lo se. Oigo otro grito y giro la cabeza hacia donde proviene, el anciano que dió la vuelta por la base con Nimue se arrodilla ante su nieto inerte.
-No, no, no…
-Lo siento- gime Nimue arrodillados junto al hombre.
-Kim venía a verte a ti.- susurra este apretando los puños. Ya he visto esa expresión en otros hombres. Me tiro a por él antes de que se lance a por Nimue. La chica emite una exclamación y me mira mientras paralizo al anciano contra el suelo. Eki aparece y sujeta al hombre mientras me mira.
-Vete. Llevatela.- asiento y me giro hacia Nimue. La cojo del brazo y la aparto de la sangre, ella se revela, gritando que es culpa suya y que no puede dejar a Kim solo.
Me da igual, solo quiero llevarla a un lugar seguro. Eso es lo que hago.
Pero lo peor es lo mucho que pueden llegar a cambiar las cosas. El hecho de que los momentos bonitos pasan. Y los malos siempre vuelven.
Entro en la sala de los sabios, esa sala en la que corté a Nimue en la tripa debido al ritual, voy al altar y cojo los collares ceremoniales que están preparados para la boda que tiene que tener lugar mañana entre Maya y yo. Todavía no se lo he dicho a Nimue, pero es que no pienso casarme con alguien que no sea ella. Cuando tengo los collares me planto en frente suya y le dedico una mirada seria.
Nimue se separa de mi. De mi mano cuelgan dos collares de metal oxidado y en el medio una piedra envuelta en hilos de alambre que es de un blanco transparente. No tiene forma, es simplemente perfecta a los ojos azules y por lo que veo, a los de Nimue también. Me mira nerviosa y asustada pero no sonrío. Ahora no puedo. Estoy a punto de hacer algo muy significativo para mi raza. Una unión, un juramento de protección.
-Tranquila.- digo con ternura ante su mirada aterrorizada.- Te lo voy a poner.- respiro hondo, se lo pongo y me paso el mio por el cuello..
-Gracias.- me dice.- pero no entiendo su significado. No entiendo por qué ahora.- Sus mejillas empiezan a derramar lágrimas, se las aparto cuando, de repente, noto algo, una ola de energía, una estampida de sensaciones que empiezan en el punto en el que la piedra toca mi piel. Esto es lo que la gente dice que se siente cuando se lo pones a la persona adecuada. Nimue emite un jadeo ante la sensación.
-Esto nos mantendrá conectados.- le digo cogiéndola de nuevo del brazo. La saco de la habitación y me dirijo a la salida.
La voy a sacar de aquí.
-Es una forma de sentir lo que el otro siente cuando están alejados.- Le explico yendo a paso rápido. Los azules están alterados y van de aquí para allá como hace un gato encerrado.
-¿Adónde vamos?
-A tu casa.
-¿Cómo?
-Que te vas a casa Nimue. No se que está pasando aquí pero no pienso dejar que te pase algo.
-¿Acaso me has preguntado que quiero hacer yo?- suspiro y acelero la marcha.
-¿Qué quieres hacer, Nimue, querida?
-Dejalo. A mi no me hables así.
-¡¿Así como?!
-QUE NO ME HABLES ASÍ. NO ME PIENSO IR.
-NIMUE QUE SI TE QUEDAS TE VAN A MATAR.- me llevo una mano al puente de la nariz y trato de calmarme.- ¿O es que no lo entiendes?
-No, no entiendo nada. No entiendo cómo hemos acabado así. ¿Qu-qué era lo que ponía en la sangre?
-No lo sé. Entre los azules hablamos Careulea, es una lengua vieja que inventamos para mandarnos códigos durante la guerra. En guaraní, Careulea significa azul cielo. Pero es imposible que haya alguna palabra que se asemeje a ella. Kinimumurae. ¿Qué cojones?
-No se lo que eso significa, pero no vas a quedarte a averiguarlo.- Salimos de la base y los últimos rayos del sol le iluminan el rostro, ese que he tratado de memorizar para cuando llegara este momento.
-Por favor, no.- súplica parándose en seco. Me giro para mirarla y chasqueo la lengua. Nunca he sentido esta bola que me oprime el pecho y no me deja casi respirar. Nunca he valorado tanto una vida para que siga la mía.
-Nimue, yo tampoco quiero que te vayas. Pero ves esto. - alzo un brazo hasta rozar con las puntas de los dedos su collar ceremonial.
-Tiene unos colores. Rojo es peligro, azul es amor, y gris es dolor. No te lo quites y prometeme una cosa.
-Yo no soy de prometer.
-Nimue, es importante.- ella asiente y suspira.- prometeme que no te lo vas a quitar. Si no, no puedo saber si estás bien.
-Te lo prometo.- le doy un beso efímero, uno corto que nos rompe a ambos el corazón.
-Vamos.- sigo andando, con el pecho apretado, jadeante y tratando de respirar. Pero el agobio lo oprime.
-Es ahí.- Nimue señala un andén y cambio de dirección. Así que es así como vino a Madrid, en tren, con una amiga que la abandonó a la primera de cambio.
Aunque ya me lo contó en un principio, vuelvo a sentir odio hacia Clara. Ya la conozco, se como es, y se que es la clase de personas que maltratan a los demás porque tengas sangre azul o roja, eres igual. Nimue me lo está demostrando. Que el malo no es tan malo como parece y que una historia tiene dos versiones.
Esperamos en silencio a que llegue el tren. No se que decirla, no se como expresar lo que siento. Que me ha dado una razón para vivir, que vivo por y para ella. Son demasiadas cosas y no la quiero agobiar.
-Aden, ¿Volveremos a vernos verdad?
-Eso espero.- susurro, mi vista fija en el horizonte. Se está haciendo de noche, la hora de los azules. La luna nos activa y nos hace más agresivos. Yo aprendí a controlarme de pequeño, bueno, me hicieron controlarlo. Mi padre nunca fue un ejemplo a seguir. Sus manos eran hechas para el castigo. Su voz estaba hecha para gritar. Murió hace mucho pero se quedó lo suficiente como para que nunca me olvidara de él. Y a la vez no puedo evitar apreciarlo, porque después de años de maltrato, me salvó la vida.
-No.- susurra Nimue cuando el tren aparece a lo lejos. Me acerco a ella y le limpio las lágrimas traicioneras que caen por sus mejillas.
-Sabes que nunca te voy a olvidar ¿Verdad?
-No hagas eso. No te despidas.- empiezo a llorar. Es la primera vez que lloro desde que mi madre murió, hace ya más de diez años. Esta chica de ojos rasgados es la única en quien confío. La única que me hace sentir que hay aire, que junto a ella, puedo respirar. Y la voy a perder. Como pierdo todo en mi vida.
-Vete y sé jodidamente asombrosa.- susurro entre lágrimas. No me gusta llorar. No lloro nunca, sin embargo me convierto en un mar de lágrimas cuando sonríe, triste y me abraza con fuerza.
-Te amo.
-Yo también te amo, humana.

Hasta que la muerte nos quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora