17. Pending accounts

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—— Saldo cuentas pendientesPercy Jackson

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—— Saldo cuentas pendientes
Percy Jackson

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Es curioso cómo los humanos ajustan la mente a su versión de la realidad. Quirón ya me lo había dicho hacía mucho. Como de costumbre, en su momento no aprecié su sabiduría.

Según los noticiarios de Los Ángeles, la explosión en la playa de Santa Mónica había sido provocada por un secuestrador loco al disparar con una escopeta contra un coche de policía. Los disparos habían acertado a una tubería de gas rota durante el terremoto.

El secuestrador (alias Ares) era el mismo hombre que nos había raptado a mí y a otros tres adolescentes en Nueva York y nos había arrastrado por todo el país en una aterradora odisea de diez días.

Después de todo, el pobrecito Percy Jackson no era un criminal internacional. Había causado un buen revuelo en el autobús Greyhound de Nueva Jersey al intentar escapar de su captor (a posteriori hubo testigos que aseguraron haber visto al hombre vestido de cuero en el autobús: «¿Por qué no lo recordé antes?»). El psicópata había provocado la explosión en el arco de San Luis; ningún chico habría podido hacer algo así. Una camarera de Denver había visto al hombre amenazar a sus secuestrados delante de su restaurante, había pedido a un amigo que tomara una foto y lo había notificado a la policía. Al final, el valiente Percy Jackson (empezaba a gustarme aquel chico) se había hecho con un arma de su captor en Los Ángeles y se había enfrentado a él en la playa. La policía había llegado a tiempo. Pero en la espectacular explosión cinco coches de policía habían resultado destruidos y el secuestrador había huido. No había habido bajas. Percy Jackson y sus tres amigos estaban a salvo bajo custodia policial.

Fueron los periodistas quienes nos proporcionaron la historia. Nosotros nos limitamos a asentir, llorosos y cansados (lo cual no fue difícil), y representamos los papeles de víctimas ante las cámaras.

— Lo único que quiero –dije tragándome las lagrimas–, es volver con mi querido padrastro. Cada vez que lo veía en la tele llamándome delincuente juvenil, algo me decía que todo terminaría bien. Y sé que querrá recompensar a todas las personas de esta bonita ciudad de Los Ángeles con un electrodoméstico gratis de su tienda. Éste es su número de teléfono.

La policía y los periodistas, conmovidos, recolectaron dinero para tres billetes en el siguiente vuelo a Nueva York. No tenía otra elección que volar, así que confié en que Zeus aflojara un poco, dadas las circunstancias. Pero aún así me costó subir al avión.

El despegue fue una pesadilla. Las turbulencias daban más miedo que los dioses griegos. En algún momento me aferré a la mano de Ophelia hasta que aterrizamos sin problemas en La Guardia. La prensa local nos esperaba fuera, pero conseguimos evitarlos gracias a Annabeth, que los engañó gritándoles con la gorra de los Yankees puesta: «¡Están allí, junto al helado de yogur! ¡Vamos!» Y después volvió con nosotros a recogida de equipajes.

𝘖𝘊𝘌𝘈𝘕 𝘌𝘠𝘌𝘚; percy jackson¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora