Incluso los más grandes héroes tienen puntos débiles. Luego de los sucesos que fracturaron a los Vengadores, Steve y Tony se ven obligados a lidiar con las consecuencias sobre su propia relación. La cercanía de antaño se ve reemplazada por secretos...
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Otra noche de insomnio. Últimamente parecen ser la norma, el sueño evadiéndolo obstinadamente. Tony permanece mirando el techo, contemplando las sombras danzarinas proyectadas en el, mientras los temidos fantasmas del pasado hacen su aparición rutinaria. No es un dolor físico el que lo aqueja, sino uno mucho más profundo y visceral: el dolor de un omega separado de su alfa.
A pesar del tiempo, la herida de haber perdido a Steve aún supura como el primer día. El vínculo entre ambos, tan sólido en el pasado, ahora se siente como un espejismo que se burla de Tony cada noche. A donde sea que mira en la habitación, los recuerdos de una vida compartida lo golpean sin piedad.
Aún puede ver los ojos de Steve mirándolo desde el otro lado de la helada base en Siberia, implorando en silencio que entrara en razón. Y también ve la mirada cargada de dolorosa decepción que le dirigió al negarse, justo antes de que comenzara la pelea que terminó separándolos para siempre. O al menos eso creyó.
Por meses cargó con la imagen de un Steve maltrecho y derrotado marchándose con su amigo, como una marca ardiente clavada en el alma. Tuvo pesadillas interminables reviviendo esa escena, la impotencia y la culpa carcomiéndolo violentamente.
Con el tiempo logró encontrar una especie de normalidad forzada, convenciéndose de que había hecho lo correcto. Enterraba los recuerdos en lo más hondo, determinado a no dejar que el fragor de la guerra civil se lo tragara entero.
Sabe que Steve también sufre, pues la separación de una pareja destinada es tortuosa para ambas partes de la unión. Y sin embargo Tony no puede evitar los brotes de rabia, la sensación de abandono, la urgencia feroz de tener a su alfa a su lado nuevamente.
Su lobo interior aulla lastimeramente, reclamando la presencia del compañero que la guerra civil les arrebató. Tony puede jurar que siente el llamado del alfa respondiendo desde la distancia, pidiendo perdón y rogando por la reunión.
Su biología le exige rehacer el vínculo roto, pero su orgullo se niega a aceptar la realidad de que el alfa decidió marcharse para siempre. A pesar de eso, su cuerpo no olvida...cada celulagrita por Steve, cada noche de insomnio es una batalla por no llamarlo y rogarle que vuelva.
Pero ahora, luego de escuchar que Steve está vivo y ha vuelto tras largos meses desaparecido, la herida vuelve a abrirse tan cruda como el primer día. Y los "y si..." regresan atormentarlo.
Y si no lo hubiera juzgado tan duramente y escuchado sus motivos primero. Y si entre los dos hubieran encontrado un punto medio para apoyar a su amigo sin llegar al extremo. Y si no se hubiera aferrado tanto al maldito documento en vez de priorizar su relación.
Quizás ahora no estarían separados por un abismo de dolor, incomunicados y extrañándose en silencio. Quizás aún compartirían amaneceres en la cama, planes a futuro y noches de pasión. Quizás aún tendría un hogar al cual regresar.
En cambio ahora su realidad es ésta. Una cama demasiado grande y fría para él solo. Una almohada que jamás se acostumbró a no sentir el aroma de Steve. Un vacío que nada ni nadie ha logrado llenar, grabándole eternamente todo lo que perdió.
Porque en el fondo sabe que un reencuentro significaría la caída total de sus barreras, la entrega incondicional de su orgullo ya hecho trizas por un amor que jamás desapareció. Y no está seguro de sobrevivir a una segunda ruptura si Steve se alejara nuevamente, dejando su maltrecho corazón omega desangrádose en pedazos esparcidos por el suelo.
Y lo peor es que en el fondo sabe que si lo tuviera enfrente en este momento, mandaría al diablo su resolución de olvidar el pasado y correría a sus brazos, suplicándole que aún lo ame como antes. Porque ni todo el orgullo del mundo puede encubrir que Steve se llevó su corazón consigo cuando se fue.
Así que ahora sólo le queda recostarse todas las noches abrazado al fantasma de lo que una vez fueron, dejando que las lágrimas amargas laven esa herida eternamente abierta. Mañana será un nuevo día para erigir sus corazones y fingir entereza.
Pero mientras lleguen las horas piadosas en que el sol se asome, se permitirá recordar los ecos de una risa cálida y unos ojos azules mirándolo como si nada más importante. Y añorará en silencio al amor que perdió por un pedazo de papel.