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Tony contempló el teléfono sobre su escritorio por enésima vez, la luz intermitente del pulsante mudo clamando por atención

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Tony contempló el teléfono sobre su escritorio por enésima vez, la luz intermitente del pulsante mudo clamando por atención. Sabía que del otro lado estaba Steve, esperando ansiosamente por su llamada.

Ese simple aparato concentraba todas sus angustias y anhelos en un tortuoso binomio. Por un lado, representaba la posibilidad tangible de reconectar con su alfa, de sanar el vínculo roto entre ambos y hallar de nuevo la plenitud emocional. Pero por otro, también simbolizaba la capacidad de hacerle aún más daño si las cosas no resultaban.

Tony se mordió el labio con fuerza, hasta casi sacarse sangre, en un intento por mitigar ese ardor interno que lo empujaba con urgencia hacia el teléfono. Su biología omega no entendía de razones ni de orgullo; simplemente exigía el contacto con aquel de quien se sabía destinado por naturaleza.

Y vaya que su naturaleza clamaba fuerte en estos momentos. Los sutiles cambios hormonales de Tony le indicaban que su celo se aproximaba, lo cual no contribuía a mantener pensamientos racionales y objetivos respecto a Steve. Fantaseaba sobre llamarlo, coordinar un encuentro a solas y entregarse en cuerpo y alma, dejando que su alfa lo reconfortara física y emocionalmente luego de la separación.

Pero hasta ahora el miedo y los recuerdos dolorosos habían sido más fuertes, impidiéndole ceder ante sus impulsos biológicos. Porque por más que anhelara las caricias de Steve recorriendo su piel, por más que su interior se contrajera al imaginarlo poseyéndolo con ese ímpetu masculino tan suyo, algo lo frenaba abruptamente: el temor lacerante a salir herido de nuevo.

Aun cuando la comunicación entre alfas y omegas trascendía lo verbal, transmitiéndose a través de feromonas y estado anímico, Tony percibía el arrepentimiento de Steve como una súplica silenciosa. Notaba su necesidad apremiante de explicarse, de tender puentes, de convencer a Tony que sus intenciones originales nunca fueron lastimarlo.

Aunque lo hizo.

Y sin embargo... algo en su fuero interno se resistía tercamente a conceder ese voto de confianza. Demasiadas veces antes había bajado sus defensas, sólo para terminar inevitablemente herido cuando la falsedad o conveniencia ajena quedaban al descubierto. Tantas desilusiones pasadas le habían enseñado la lección más dolorosa: la gente siempre termina fallándote. No importa cuánto los quieras o admires, al final los ideales se imponen por sobre los sentimientos.

Él mismo se había aferrado absurdamente al maldito Acuerdo de Sokovia, anteponiéndolo irracionalmente a su relación con Steve, y eso le había costado perderlo todo. Si para el Captain America sus creencias estaban por encima de Tony, ¿qué garantía tenía de que esta vez fuera diferente?

Por horas divagaba sobre posibles reconciliaciones, retazos de la vida que ambos podrían reconstruir juntos. Imaginaba a Steve dedicándole miradas cargadas de ese amor que antes profesaba, jurándole que su lealtad estaba con él por sobre cualquier otra cosa. Fantaseaba con despertar abrazado al calor de su cuerpo perfecto, con prepararle el desayuno mientras Steve lo felicitaba por ser el mejor omega. Soñaba despierto ese futuro de matrimonio y cachorros que se esfumó después de Siberia.

Pero apenas comenzaba a ilusionarse, la realidad lo azotaba como un balde de agua helada. Todo se desmoronaba frente a sus ojos cuando evocaba esa batalla campal en la base secreta, los golpes propiciados y recibidos, la mirada cargada de furia y decepción que Steve le dedicó. ¿Cómo saber si no volverían por ese camino de nuevo? Steve había elegido a Bucky por sobre Tony una vez, ¿qué evitaría que lo hiciera otra vez llegado el caso?

Atormentado por dudas, el ingeniero se aferraba con uñas y dientes al escritorio mientras gruesas lágrimas surcaban su rostro. Odiaba mostrarse vulnerable pero la situación lo superaba ampliamente. Ansiaba correr al cobijo seguro que siempre halló en los brazos protectores de Steve. Y simultáneamente deseaba tomar el maldito teléfono y hacerlo pedazos contra la pared para acabar de una vez por todas con esa tentación constante.

Frustrado, se revolvió el cabello con desesperación al tiempo que mordía sus labios hasta lastimarse. El metálico sabor de su propia sangre inundó su boca, reflejo exacto de cómo su espíritu sangraba lentamente hecho trizas. En momentos así maldecía su genética omega y la inherente necesidad de depender de un alfa. Detestaba precisamente esa debilidad emocional que lo volvía vulnerable y lo ataba como un imán a Steve.

El solo imaginar una vida entera resistiéndose al vínculo, luchando contra sus instintos y padeciendo esa oscura soledad cada celo le resultaba insoportable. Pero el panorama de recuperar a Steve para luego perderlo otra vez se erigía igual de tenebroso en su atribulada mente. Cualquier resolución parecía incorrecta, toda opción el mal menor entre tormentosas disyuntivas.

Y entretanto Steve seguía del otro lado, su penar y necesidad cada vez más fuertes, golpeando las barreras mentales de Tony como olas contra un dique a punto de derrumbarse. Cada oleada de feromonas alfa en desesperación horadaba poco a poco sus defensas, saboteando esa determinación de permanecer lejos que tanto trabajo le costó erigir.

-Basta... por favor basta ya... No hagas esto más difícil... -murmuró Tony al vacío, deseando que su súplica silenciosa llegara mágicamente hasta Steve para mitigar su sufrimiento.

Odiaba percibir ese tormento ajeno casi como propio, ese eco doloroso filtrándose a través del lazo irremediablemente activo. Y sin embargo una parte suya encontraba regodeo en saber que Steve también padecía, que igualmente se desvelaba noches enteras debatiendo si valía la pena intentarlo de nuevo. Egoístamente anhelaba que sintiera al menos una porción del calvario interno que Tony sobrellevaba a causa suya.

Pero claro, Steve ignoraba ese detalle. Por lo que Tony sabía, bien podía haber rehecho su vida con alguna dulce beta como Peggy y ni siquiera dedicarle ya un pensamiento, pero si vinculo era más fuerte. Quizás esa angustia que percibía era simplemente producto de su mente necesitada engañándolo para pensar que aún le importaba. Tal vez el teléfono ni siquiera funcionaba ya y esa luz pestañeando fanática no era más que un espejismo...

Atormentado, Tony se abrazó en posición fetal mientras se mecía suavemente en un intento inconsciente por auto-consolarse. Independientemente de si Steve aún lo amaba o no, de si su arrepentimiento era genuino o producto de Tony imaginándoselo fervientemente, nada cambiaba el hecho fundamental: ambos estaban rotos, y ni todo el amor del mundo podría garantizar que lograran recomponerse mutuamente.

Quizás lo más sensato era aceptar de una vez esa realidad y renunciar a la quimera de revivir lo extinto. Tal vez jamás podrían volver realmente a lo que fueron antes, cuando aún eran jóvenes, sin cicatrices de guerra ni traiciones fragmentando su unidad. Cuando aún creían ciegamente que su amor todo lo podía.

Tony dejó escapar el aliento en un suspiro cansino, su cuerpo reclamándole un descanso que su mente agitada le negaba. Reprimió el deseo visceral de tomar el teléfono entre manos y se obligó a sí mismo a abandonar el estudio rumbo a su fría cama. Mañana sería otro día para lidiar con dilemas sin resolver. O quizás no... quizás mañana reuniera el valor para destruir el aparato y sellar su destino en la soledad.

Después de todo, definitivamente era más sencillo destruir que crear. Y no estaba seguro de poseer fuerzas ya para una nueva construcción.

Cuando los heroes se quiebran; StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora