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Habían pasado tres meses desde aquel encuentro fatídico en el bosque

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Habían pasado tres meses desde aquel encuentro fatídico en el bosque. Tres meses desde que Tony y Steve se vieron por primera vez tras la guerra civil que separó al equipo, el día que por fin pudieron desahogar sus rencores y dolor acumulados.

También fue el día que ambos comprendieron finalmente que el amor que los unía era demasiado grande e importante como para abandonarlo sin luchar. Así que habían acordado darse tiempo y espacio para sanar individualmente antes de pensar en retomar la relación.

Steve cumplió su palabra y respetó la distancia autoimpuesta por Tony durante ese período. Aguantó estoicamente las ganas abrasadoras de buscarlo, de tomar el primer vuelo a Nueva York y presentarse en su puerta implorando una nueva oportunidad.

En lugar de eso canalizó toda esa añoranza, todo ese amor doloroso, en misivas estratégicamente pensadas para ir tendiendo puentes sin agobiar a Tony en su espacio. Primero le escribía cada semana, luego cada quince días cuando se percató que lo abrumaba un poco.

Siempre mensajes cortos y concisos, resumiendo las novedades en Wakanda o simplemente diciendo que esperaba se encontrara bien. Nada exigente ni dramático, simplemente dejando fluir sobre el papel la necesidad perpetua de sentirlo cerca pese a la distancia abismal separándolos.

Al principio Tony tardaba en responder y lo hacía con monosílabos, en tono parco y distante. Pero paulatinamente se fue abriendo, contándole pequeñeces de sus días y respondiendo con mayor soltura.

Para Steve, recibir noticias suyas se convirtió en el momento cumbre de su semana, en lo único capaz de mitigar la ausencia física que lo carcomía por dentro.

Y aunque breves, esos intercambios lograban recordarle lo mucho que ambos habían compartido en otro tiempo. Reavivaban la esperanza tenue pero terca de que eventualmente hallarían la forma de recomponer los pedazos rotos entre ambos.

Justo cuando creyó estar asimilando la dolorosa distancia autoimpuesta, un imprevisto interrumpió el forzoso status quo que Steve tanto esfuerzo le costó aceptar.

Ocurrió hace poco más de tres semanas. Una mañana despertó en su modesta cabaña de troncos con una intensa opresión en el pecho y un aroma dulzón lejano que reconocería entre miles perforándole la nariz.

Solo podía significar una cosa: el celo de Tony se había adelantado esta vez.

La certeza lo golpeó con intensidad arrolladora cuando la primera oleada de feromonas omega alcanzó su sistema a través de su vínculo irremediablemente activo. Un minuto estaba desayunando tranquilo y al siguiente su lobo interno aullaba descontrolado, reclamando ir tras su omega en celo para reconfortarlo.

Por días enteros Steve permaneció recluido en sus aposentos, resistiendo la necesidad feroz de presentarse en la torre Stark y tomar a Tony como sólo un alfa puede hacerlo con su omega durante el período especial.

Cuando los heroes se quiebran; StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora