VI

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Habían pasado todo el día en Sant James dando de comer a las diferentes aves, esta vez temiendo que otra oca la atacase Crowley no se separó de Muriel en ningún momento, ahora se encontraban de camino al puesto de los helados.

-¿Me compraras uno de tres bolas?- El ángel caminaba feliz junto a un exasperado demonio.

-Noooo.-

-¿Uno de dos?- Crowley negó con la cabeza.

-Estamos en pleno invierno Estrellita, tanto hielo te hará daño.-

-Crowley, soy un ángel, no puedo enfermar.- Soltó una pequeña risa haciendo que el contrario rodase los ojos.

-Si sigues así no te compraré ni el cucurucho.- Muriel dejó de reír y se mantuvo callada hasta que llegaron al puesto.

-Buenas tardes caballero ¿Qué desea?- Crowley se giró para preguntar a la contraría encontrándose con una brillante mirada, la cual siguió hasta encontrarse con un palo cubierto por esponjoso algodón de azúcar.

-Es como las nubes.- Susurró Muriel ensimismada.

-¿Puedes darme un poco de eso para que lo pruebe?- La anciana asintió y le extendió un trozo a la morena quien lo agarró entusiasmada llevándoselo a la boca.

-Mmmm, creo que es lo mejor que he probado nunca.- Crowley vio como Muriel disfrutaba el dulce con una enorme sonrisa.

-Deme uno y el bote más grande que tenga de esto.- La mujer le extendió uno de los palos a Muriel y dejó el bote de algodón sobre el mostrador. -Tome quédese el cambio.- El pelirrojo recogió el algodón y dejó un billete de 50 sobre la mesa mientras veía como Muriel caminaba hacia el Bentley.

-Muchas gracias señor, es muy amable y por lo que se ve un buen padre.- Las palabras del pelirrojo se atoraron en su garganta, quiso replicarle, decirle que Muriel no era nada suyo, sin embargo no fue capaz de articular palabra, miró a la mujer dedicándole una sonrisa forzada y caminó tras la morena.

-Estúpida humana.- Murmuró para sí.

Cuando llegó al coche Muriel se encontraba fuera de esté jugando con el palo que antes sostenía el algodón.

-Estaba delicioso, pero me ha dejado las manos llenas de caramelo.- La mujer lo miró apenada mostrando sus manos.

-Espera, no entrarás así en mi coche.- Crowley invocó un par de toallitas y se acercó a la morena agarrando sus manos para limpiarlas con cuidado, cuando la cabeza del demonio analizó la situación ya era demasiado tarde, se sintió avergonzado un simple chasquido hubiese limpiado todo "maldita vieja" pensó para sí, se alejó de la contraria evitando su mirada. -¿Qué esperas? ya puedes entrar.- La nombrada entró en el coche.

El viaje fué silencioso, el demonio andaba demasiado ocupado en sus pensamientos, estaba molesto, molesto con la señora que había sido una entrometida, molesto con Muriel por haber aparecido en su vida justamente cuando más vulnerable se sentía, pero sobre todo estaba molesto consigo mismo, ¿otra vez le importaba un ángel? no claro que no, él no tropezaría dos veces con la misma piedra, dejaría de ser amable con ella.

-¿A dónde vamos ahora?- Crowley miró el GPS estaban a tan solo dos kilómetros de la librería, la dejaría en casa y se iría.

-Estamos cerca de la librería.- Habló lo más frío que pudo.

-¿Vamos a casa?- Muriel preguntó decepcionada mientras agachaba la cabeza.

-Tu vas a ir a casa.- El demonio aparcó frente a la librería. -Baja, hemos llegado.-

I don't forgive you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora