Todos los camareros y dependientes cercanos a la plaza del Corrillo lo conocían. Tal vez porque desde hace poco más de tres años era quien anunciaba que el verano estaba próximo a llegar y tan solo por sentarse en un banco bajo el fresco de los arboles, cerquita de la estatua del poeta Adares, tocando la guitarra; rodeado de grupos de abuelos que se juntaban para comer, para confirmar que seguían vivos, algún que otro turista perdido y atraído por esa energía alegre que ponía en cada nota y algunas madres que volvían de dejar a sus hijos en el cole. Creaba un ambiente aparte, bajo la sombra de los arboles, un elemento más que amenizaba aquella tarde soleada en Salamanca.
No era un chico particularmente conocido por el pueblo; no creció corriendo por aquel casco antiguo con un grupo de amigos haciendo travesuras, lo único por lo que podría resaltar era que provenía de la familia propietaria de la casa de comidas mas longeva del lugar y que de no haber llegado hace tres años como un pajarillo herido buscando sombra y refugio en aquella plaza tal vez seguiría una vida más anónima, pero le gustaba aquello; le gustaba tocar la guitarra con o sin publico y la vista desde ese banco que le había cautivado.
Por lo general tocaba canciones antiguas, algunas conocidas, otras que a los oyentes les evocaba su juventud y que conocía de los vinilos que tenía su abuelo por casa; algunas veces tocaba alguna que otra copla famosilla que entretenía a mas de uno y ponía de buena humor a cualquiera; a veces, como en ese día soleado de finales de agosto, tocaba una canción de una de sus bandas favoritas, que en su guitarra no sonaba tan alternativa ni tan depresiva tanto que parecía que la había escrito él.
Parecía un chico tierno en todos los sentidos; su cuerpo mostraba espasmos de timidez, que intentaba con fuerza disimular en vano; con sonrisas que soltaba cada vez que se topaba con la mirada de alguien que le prestaba atención atentamente que fácilmente podrían enamorar a la persona correcta. Podría parecer un coqueto sin vergüenza, soltado guiños por impulso a diestra y siniestra pero solo era otro tic que intentaba pasar por voluntario. Moreno, peinado de lado sin mayor pretensión; con un cuerpo fibroso de tanto correr por las mañanas antes de entrar a clases, oculto debajo de esas Covense negras, pantalones blancos y un jersey marinero. Nariz aguileña y una sonrisa que resaltaba más por sus dientes que por otra cosa.
—Lope Tejedor, señoras y señores —anunció con gran orgullo una voz detrás del propietario de aquel nombre que se giró a verlo luego de terminar de tocar —, ¡el juglar que anuncia que el verano se acerca!
Las personas aplaudieron, algunas cómplices ante tal afirmación por conocer a ambos chicos, otras más por pensar que se trataba de un tipo de interpretación o un artista local medio famoso, lo que levantaba más la intriga de su forma de ser. Lope se giró para ver a su amigo que seguía teniendo esa sonrisa medio burlona y medio orgullosa y los brazos abiertos para después imitar a su público.
Víctor era de esos chicos que iba en pantalón corto y playera holgada un par de tallas más grande que él para ocultar lo galgo de su cuerpo durante el medio año de sol; también tenía una sonrisa peculiar en donde los dientes eran los protagonistas y su pelo caía como cortina por toda su frente. Le hizo una señal a Lope para que se girara a agradecer cada aplauso que recibía, hasta que poco a poco las personas se dispersaban. Los más veteranos se iban sin más, pero había uno que otro turista perdido que no sabía dónde dejar un par de euros a los que Víctor espantaba para que su amigo no viera cometer semejante sacrilegio.
—Pero bueno, Víctor Manuel, ¿has estado ahí todo el tiempo?
—Todito todo —respondió Victor de un brinco al banco para caer a su lado.
—¿De verdad?
—Que no... —mintió para calmar a su amigo —acabo de llegar.
Víctor prefería disfrutar la música de su amigo sin ser el protagonista porque estaba casi seguro de que al verlo dejaría de tocar y eso hubiese provocado una tarde ordinaria para todas las personas que le estaban escuchando.
ESTÁS LEYENDO
Enamorarse en Madrid
Teen FictionEs el mítico sueño de todo el mundo: un romance de verano. Un romance desatado, lleno de emociones y sentimientos que se vuelven incalculables, que duran toda la vida pero, ¿y si no es un sueño? ¿Y si no es como lo pensabas? ¿Qué haces cuando todo s...