Prefacio

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Es el primer día de clases de nuestro último año

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Es el primer día de clases de nuestro último año... y vamos a llegar tarde.

Weslie lloriquea disculpas mientras se aplica máscara de pestañas, se pone brillo labial y se calza los mocasines de charol.
Me hubiera ido hace quince minutos, pero aún no sé conducir, lo que me hace dependiente de ella.

—¡Willow, vámonos! —exclama corriendo fuera de casa a toda prisa. Se despide de nuestro padres por costumbre, aunque ellos realmente se fueron a sus trabajos hace mucho.

Doy zancadas al auto y me causa gracia su actitud desesperada, la cual le hace incluso más complicado abrir el vehículo. Una vez adentro enciende el auto y conduce a una velocidad desaprobada por mamá y aplaudida por mí.

Me limito a observarla lo que dura el camino a la escuela; su cabello bien peinado en una cola alta que deja caer sus rizos cuidados con delicadeza, su rostro maquillado a la perfección sin ser excesivo y su atuendo impecable, sin una sola arruga o pelusa. Lo que me hace pensar, ¿realmente me parezco a ella?. Es decir, obviamente, sólo que es una versión mejorada.

—¿Qué? —pregunto sorprendida por su repentina mirada y el murmuro del motor apagándose.

—Déjame darte un poco de color, Low. Es el primer día de clases —me dice sonriente.

—Se nos hará más tarde —se encoge de hombros.

—Pásame mi bolso, por favor.

Su sonrisa se ensancha cuando accedo y empieza a sacar una gran bolsa de maquillaje que fácilmente puede ocupar la mitad de su bolso. De ella salen bases, polvos, rubores y labiales; Weslie me transforma con ellos en una persona más linda.

Cuando salimos del auto ella revolotea a mi alrededor, cambiando de lado cada tanto para saludar compañeros, hasta que finalmente entrelaza su brazo con el mío.
Los primeros días son tan extraños para mí que me hacen querer saltarmelos e iniciar las clases en pleno miércoles, pues hay dramáticos encuentros, fastidio por un año más y melancolía porque será el último. Mi hermana dice que las personas están felices de volverse a ver, mientras que yo sólo...

—Esos dos... los de la izquierda —le indico. —Casi lloran por volverse a ver y durante las vacaciones no fueron capaces ni de visitarse un sólo día. ¿Tú crees que realmente son amigos? Obviamente se olvidarán cuando entren a la universidad.

—No puedes juzgarlos así no más, Low. No sabes la verdadera razón —trato de no poner mala cara, aunque fallo. —Lo que realmente pasa es que hablan mal el uno del otro durante el tiempo libre, salen con gente que les parece más genial y se acompañan durante la escuela.

Mis cejas se alzan con sorpresa antes su idea de "no juzgar".

—¿Qué? —pregunta aparentemente inocente. —Yo si sé la razón. Me llegó la información, pero... —se lleva el dedo índice de si mano izquierda a los labios. —De mí no escuchaste nada.

—Menos mal que te tengo a favor. Eres útil, Wess.

—¡Gracias! —sonríe lo más encantadora posible. Me saca una sonrisa a mí también.

La primera parte de la jornada transcurre con tranquilidad. Nada fuera de lo común.
Los docentes nos separaron en grupos por año y en orden alfabético por la inicial de los apellidos para estar en salones momentáneos, en donde nos esperaba otro docente para hablarnos de lo emocionante y edificante que prometía ser éste año, y minutos para conversar entre nosotros. Mientras, iban entregando los horarios a los alumnos de los primeros años.
Ordenaron los listados de la "A" a la "I", luego de la "J" a la "R", y finalmente de la "S" a la "Z". Teniendo de apellido Taylor, Weslie y yo estábamos en el último listado de nuestro año.

Se llegó la hora del almuerzo apenas terminaron con el segundo grupo de nuestro año, por lo que tendríamos que esperar hasta después del receso para recoger los horarios.
Nos sentamos en la mesa de "nuestros amigos" (quienes realmente son amigos de Weslie), con bandejas llenas de comida.

—Low... —me llamó Wess picando mi hombro con su dedo. Continuó apenas la miré. —Voy al baño.

Sólo asentí y comprendí que no quería mi compañía para que le guardara su lugar en la mesa, aunque de todos modos nadie se sentaría allí.

Empecé a comer con la mirada fija en la mesa que nadie usaba frente al ventanal empañado porque no pasaba ningún conducto de aire por ahí. Esa mesa era gravemente ignorada y sólo la ocupaban una que otra pareja que buscaba un lugar libre. También, se decía que quien ocupara esa mesa dos semanas seguidas terminaría con su pareja o tendría malas calificaciones... Después de todo sólo era un mito.

Justo entonces, una pareja se sentó allí. Se trataba de un chico musculoso y una radiante rubia que podría ser estrella de Hollywood.
Antes de poder pensar más en ellos se les unió un chico que parecía delgado al lado del primero; después otro rubio un poco más fuerte y una diminuta chica con peinado extraño. Más extraña era yo mirándo a los nuevos tan detalladamente.

De la nada, unas manos se deslizaron desde atrás por mi cintura y un rostro se aproximó a mi hombro. Brinqué y escapó de mí un bajo chillido de espanto apenas le sentí. Y al voltear sólo pude enojarme.

—¡¿Qué te ocurre?! —le grité al rubio con el cabello aplastado en gel detrás mío. —¡Mike, ustedes casi tiene un año! ¡¿Cuándo aprenderás a diferenciarnos?!

Mike Newton, el rubio ruborizado de vergüenza por la equivocación y atención de algunos estudiantes se echó para atrás.

—Perdóname, Willow. Yo... yo pensé que eras Weslie... —se excusó en voz baja.

—¡Debería darte vergüenza equivocarte a éstas alturas!.

Weslie siempre se arreglaba más, nunca llevaba el cabello totalmente suelto, jamás en su vida usaría algo de color verde ni se encorvaria sentada, además, si estuviera aquí no dejaría de hablar. Aunque seamos gemelas realmente tenemos cosas que nos diferencia y Mike no se esfuerza en aprenderlas.

Por más irritada que me encontrara, sólo una mirada clavada me hizo callar. Y no se trataba de la de Weslie, sino una dorada proveniente de la mesa frente al ventanal.

Inmarcesible | Jasper Hale Donde viven las historias. Descúbrelo ahora