Cinco

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Weslie Taylor

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Weslie Taylor...

La mañana estaba sospechosamente helada. Me removí entre las pesadas sábana y edredón antes de sentarme y luchar por salir de la cama. Willow estaba noqueada, ni siquiera la torrencial lluvia que debía encantarle podía despertarla. ¡Oh! Pero mi voz la trajo literalmente a la vida.

—¡Levántate, Willow! ¡Willow! —alargué cada vocal mientras la empujaba levemente. —¡Low Taylor!

Willow se sentó de golpe, asustada... probablemente por mi culpa.

—¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué te hizo?! —la miro con el ceño fruncido, sin entender. —¿Dónde está? —susurra.

—¿Quién, Low?

Ella sacude su mano sin restarle importancia, aunque después se la pasa por el rostro frustrada.

—Olvídalo. Estaba soñando —emite un gruñido y después se deja caer nuevamente a los brazos de su cama.

Bufo porque (aunque siempre ha sido así) ella me asusta siempre con sus sueños extraños; si no sueña algo que después ocurre, se la pasa con deja vu's, confundida sobre si soñó algo u ocurrió realmente, o con dolores de cabeza. Y hablando de dolores de cabeza... Willow se frota las cienes y arruga el rostro.

—No quiero ir hoy —pronuncia quejumbrosa. —Me duele la cabeza, tengo sueño y me duele la cabeza.

—Eso ya lo dijiste —me siento en el orillo de su cama. Mi hermana me mira con un brillo extraño en la mirada, sonríe y desvía la mirada. —No es que no te crea lo del dolor de cabeza, pero sé que hay algo más, así que dime.

—Tengo exámen —esconde sus labios dejando de su boca una línea recta. La miro con los ojos entrecerrados. —Es de cálculo y sabes que me va extremadamente mal en esa materia...

—¿Entonces? —insisto.

—¿Sabes, Wess? —pregunta con otro tono, más animado. Quizá vivo. —Hace tiempo que no fingimos ser la otra.

Y así es como inicia un día ridículamente emocionante...

Papá está tan ocupado yendo de un extremo de la casa a otro buscando y guardando sus cosas antes de ir a trabajar que no se da cuenta de que me he vestido con la ropa de Willow.

—Mamá... —la llamo en voz baja sin atreverme a hablar demasiado para que no me descubran. Diana, la única persona de tez pálida de la casa, con cabellos chocolates y unos hermosos ojos azules que jamás entenderé por qué no los heredamos, me mira sólo dos segundos antes de emitir un sonido que me hace saber que me escucha. —¿Podrían llevarme a la escuela?

Inmarcesible | Jasper Hale Donde viven las historias. Descúbrelo ahora