Uno

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El rubio de cabellos levemente ondulados que caían hasta su mandíbula, me miraba de una forma tan extraña que me convirtió en estatua

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El rubio de cabellos levemente ondulados que caían hasta su mandíbula, me miraba de una forma tan extraña que me convirtió en estatua.
Parecía buscar una respuesta en mis ojos, una respuesta de pregunta desconocida para mí. Pero ahí estaba yo, guindada en su mirada.

Con un parpadeo pude ser consciente, recogí ambas mochilas y salí esquivando a las escasas personas que transcurrían por la cafetería o se habían detenido para prestarme atención. Sus curiosas miradas eran nada ante los ojos dorados grabados en mi mente, los que me dieron escalofríos después de un rato.
Weslie viene saliendo del baño y apenas me ve comienza a dar extraños brincos de alegría hacia mí. Su sonrisa mengua ante mi rostro perturbado.

—¿Qué pasó, Low? —pregunta inclinando su cabeza levemente a mi izquierda.

—Tu novio, eso pasó —su rostro se descompone un poco más y suspira profundamente.

—Perdónalo, Low. No es un mal chico, sólo es un poco distraído.

—¿En serio no pudiste fijarte en alguien mayor? ¿De nuestro año, tal vez? —le pregunto. —O simplemente no salir con nadie.

—No empieces, por favor... —se queja. Frunzo el ceño y le entrego su mochila, la cual abraza y no se coloca. —¡No te enojes!

Ese Mike puede lograr que mi buen humor se reduzca, y posteriormente se extinga. Aparte de ser de penúltimo año, Weslie se engaña a sí misma diciendo una y otra vez que es «muy maduro para su edad». Lo cual es mentira, porque actúa exactamente igual al resto de chicos de diecisiete años.
No pido que sea un genio, sólo que se esfuerce un poco más en reconocer a su novia que tanto dice amar. Es todo.

—No sé tú, pero me voy a casa —avanzo dejándola atrás.

—¿Sólo por lo de Mike? —camina a mi lado colocándose la mochila correctamente. No la miro y sigo adelante. —¡Que exagerada eres, Willow!

Oh, claro que creerá que soy exagerada, pero no precisamente por Mike. Son los ojos que están grabados en el interior de mis párpados los que me terminan de impulsar a abandonar la escuela.

—¿Y el horario? —pregunta poniendo su mano en la mía. La sacudo y se ríe sin decir más.

—Lo busco ahora y me voy.

—Y nos vamos —una voz grave y ligeramente rasposa nos hace brincar, y a Weslie gritar.

Volteamos para encontrarnos con la radiante sonrisa de Finneas. Lo golpeo mientras ríe de nuestras expresiones y el fingido llanto asustadizo de mi hermana. El moreno de ojos ámbar nos abraza a la vez para "contentarnos".

—Suéltame, Finneas. No estoy de humor —informo forcejeando para librarme de sus brazos.

—Oh, eso lo sé. Te ví hace rato en la cafetería —cierro los ojos para frotarlos con frustración. —Buen arranque para el año. Me motiva a saber cómo evolucionará el odio, ya sabes.

—¡No digas eso! —chilla Weslie. Finneas nos suelta y se une a nuestra caminata en busca del horario y posterior fuga. —¿Y a qué te refieres con “nos vamos”?

—Tengo migraña, inicios de un resfriado, malestar estomacal o cualquier otra cosa que me ayude a salir de aquí —responde tranquilo, lo que me hace poner los ojos en blanco.

—¿Desde cuándo mientes, Finneas Elis? —Weslie le dedica una mirada con ojos entrecerrados mientras él se encoge de hombros.

—Desde que se volvió la única forma de salir de la escuela.

Luego de buscar las formas de retirarnos antes y buscar nuestros horarios, Finneas, quien ya tenía el suyo, nos esperó en el estacionamiento. Minutos después, el chico comparaba los horarios de los tres en el asiento trasero e iba informando cuáles clases compartíamos.
Wess condujo a la alejada casa de nuestro amigo y después a la nuestra. Trataba de entretenerme con sus expectativas para éste año, ideas para el almuerzo e historias que no terminaba de entender.



•••




¿Qué tan alta era la probabilidad de que compartiera más de una clase con el chico de ojos dorados? Para mí, casi nula. Oh, pero pleno miércoles y primera hora él ya estaba escuchando la clase de literatura a mi lado.

Decir que me costaba respirar no era exageración. Cada que mi cerebro me indicaba que él me miraba me ponía más tensa y deseaba salir del aula lo más pronto posible.
Tenía los ojos clavados a la pizarra que se llenaba con letras; me esforzaba por escuchar atentamente, aunque fingía, porque el latido de mi propio corazón me aturdía.
Él no me hablaba y yo no me atrevía ni a mirarlo, así fué toda la clase.

Apenas terminó, traté de disimular mi rápida huída al próximo salón. Y apenas me sentí segura en mi asiento cinco filas atrás y junto a la pared del lado derecho, en el que incluso me permití suspirar... Él estaba ahí otra vez.

—¿Te molesta si me siento contigo? —preguntó e inevitablemente mis ojos se encontraron con los suyos.

Quería decir que esperaba a alguien, aunque fuera mentira; quería tener la valentía de decirle que sí, que me importaba y que no lo quería a mi lado. Pero el chico era nuevo y supongo que el verme en dos clases seguidas le causó una especie de rápida familiaridad. Entonces, terminé negando y dejándole tomar asiento a mi izquierda.

—Soy Jasper —dijo mientras se acomodaba. —Jasper Hale.

—Willow —forcé una sonrisa y volví mi mirada al frente.

—Es un lindo nombre —hablaba otra vez.

Traté de no mirarlo demasiado por su respuesta, pero la sonrisa que se formó en sus labios luego de esas palabras me hacían dudar sobre qué tan aterrador era. Pues lucía amable e incluso atractivo con esa sonrisa sutil, haciendo de sus ojos menos intensos.

—Gracias, Jasper.

De un momento a otro, el pequeño pánico que me había causado el tal Jasper se había convertido en vergüenza.

No conversamos ya que cálculo no era precisamente una materia para saltarse con conversaciones, y el año pasado apenas y había logrado sacar una calificación decente, así que no prestarle atención no era una opción.
Como todas las clases de la primera semana, sólo sería una breve Introducción a los temas que veríamos, aunque (según el testimonio de muchos graduados) éste último año prometía ser sencillo.

Cuando acabó la clase, recogí mis cosas y salí en busca de mi casillero, Jasper seguía allí. Caminaba a unos medidos cinco pasos detrás mío y sabía que yo sabía que estaba siguiéndome. Encontré divertida la situación y me regañé a mí misma cuando sonreí por eso.
Disminuyo la velocidad de mis pasos antes de girarme hacia el, aunque no por completo.

—Jasper... —pronuncio primero y ésta vez sus ojos se encontraron con los míos. —¿Quieres acompañarme?

No preguntó por qué, no preguntó a dónde, simplemente sonrió y empezó a caminar junto a mí.

Inmarcesible | Jasper Hale Donde viven las historias. Descúbrelo ahora