Once

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Jasper Hale

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Jasper Hale...

Los meses había pasado rápidamente una vez que empecé a medirlos por semanas y no por días. Diciembre ya había pasado con su helado clima, dejando a todos en espera de nieve.

Para un inmortal helado en sí, ni el clima, ni la lluvia, ni la nieve, ni ninguna otra consecuencia de temperaturas bajas puede conmoverlo. Oh, pero a este inmortal la única consecuencia que sí logra conmoverlo es la de estar lejos de una inocente mortal.

Me hace sentir más patético mi actitud desde que decidí distanciarme de Willow que la falta de control ante la sangre. Pues lo último sólo me hacía más débil que mis hermanos y causaba que nos mudáramos cada que fallaba, más lo de Willow me deja aún más muerto de lo que ya estoy.
Mi corazón que empezaba a revivir ahora ni lo siento; cazo de más o a veces ni lo hago, dejando que las ojeras sombreen mis ojos. No tengo ánimos para jugar aunque sea una segunda partida de ajedrez por revancha con Emmett; pero a la vez me siento ansioso, aunque lo guardo para mí, siendo sólo conocedor de ello Edward.

Alice que temía con que yo acabara con la vida de Willow cuando es ella quien ha acabado con mi mera existencia.

Yo que subestimaba la influencia de otros sobre mí... Pero con ella todo cambia, porque el haberla encontrado hace que me dé cuenta de que estaba incompleto, y sigo estándolo ahora que debo mantenerme alejado.

Pienso todo esto acostado en el sofá de mi habitación, escudriñando el techo como si el pudiera darme respuestas. Aunque es Emmett quien irrumpe en mi habitación y empieza a hablar.

—Puede que no sea empático, Jasper, pero sé que te ocurre algo —cierro los ojos resignado a escuchar a alguien (sobre todo a Emmett). —Escucha, hermano... No es necesario que te tortures de esta manera. No debe tratarse tu vida sobre puros martirios.

—Es fácil para tí decirlo —de todos modos le respondo.

—Nadie te castigará por ser feliz. ¿A caso a los militares les enseñan a autocastigarse? Que horror.

—Quizá —abro los ojos y me siento para verlo, de pie recostado en el marco de la puerta sin poner todo su peso en el para no destrozar la pared, o la casa. Con Emmett toda destrucción es posible. —Mira, Emmett, no quiero tener esta conversación contigo. Y no es personal.

—Oh, claro que es personal —cierra la puerta como si eso pudiera evitar que los demás escuchen. Se acerca a mí de tal forma como si pudiera hallarlo intimidante, y bufo por eso. —¿Acaso no me encuentras capaz de razonar y aconsejar?

Por supuesto. Si eres un niño en el cuerpo de un inmenso hombre, Emmett...”, pienso.

—No he dicho eso —respondo a pesar de lo que pienso realmente.

—Bueno, ¿entonces en dónde está el problema? —hace como si buscara realmente algo. —Yo no lo veo.

—Sal de aquí, Emmett. No me fastidies.

Inmarcesible | Jasper Hale Donde viven las historias. Descúbrelo ahora