━ 07

1.1K 49 8
                                    

¡JUDE BELLINGHAM!

—Sana y salva— sonreí mirando a la rubia.

Habíamos llegado a su casa, gracias al cielo era un condominio de casas así que no nos podrían ver los paparazzis, aunque casi a las 12 de la madrugada no creía que quedará ninguno.

—Muchas gracias Jude, ¿mañana nos podemos ver?— pregunto ella con timidez.

Le sonreí atentamente a sus ojos, se veía tan ella, tan delicada en muchos sentidos y fuerte de carácter en otros.

—Claro, me encantaría— sonreí.

—¿Qué planes para mañana?— pregunto.

—¿Te parece ir a las afueras de Madrid?— explique planeando lo que quería hacer.

—¿Afueras?— frunció el entrecejo.

—Conozco un lugar que te gustará— alce las cejas graciosamente haciendo que ella se ría.

—Confio en ti— murmuro. —Jude ve a tu casa que ya es tarde y es peligroso— se acercó un poco a mi.

Estaba lloviendo un poco pero al parecer a ninguno le importaba, la conexión que teníamos era tan extraña, nos entendíamos a la perfección y era extraño que ella me hiciera sentir tan, vivo.

Ella camino para darme un abrazo pero se resbaló un poco tropezando con mis brazos, quedando cara a cara hasta que nuestras narices se tocaran.

Nos miramos atentamente, mis manos temblaron al agarrar su espalda cubierta y un poco mojada.

Ella sonrió un poco y se acomodo rápidamente haciendo que yo me reincorpore a mi posición anterior.

—Disculpa Jude— murmuro con pena.

Rei un poco acariciando su cabello.

—No hiciste nada malo, no tienes porque disculparte— le sonreí.

Se escucharon unos pasos acercarse a la puerta y rápidamente ella me robó un beso en la mejilla quedando anonadado, camino hasta la entrada de su casa y volteo su mano alzandola con una sonrisa.

Tontamente deje que mi sonrisa se asomara, toque mi mejilla con una de mis palmas.

Ella entro a su casa y regrese a el taxi, entrando al sentir un vuelco en mi corazón. La emoción que no sentía hace tanto tiempo pero está vez se sentía diferente, se sentía única.

VALENTINA

Entre a casa encontrándome con mi hermano con una ceja enmarcada.

—¿Estas son sus horas señorita?— se cruzó de brazos.

—Nunca salgo, ahora que salgo te quejas— rodé los ojos divertida.

Pase directamente a mi cuarto, me encerré hay y me tire a la cama agarrando una almohada y poniéndomela en la boca para soltar un pequeño grito.

—¿Qué acabo de hacer?— susurre atontada por mis acciones.

Empecé a recapitular lo que habíamos hecho, sintiéndome muy especial por eso pero en el fondo todo se apagó.

𝐅𝐈𝐄𝐁𝐑𝐄│𝖩𝗎𝖽𝖾 𝖡𝖾𝗅𝗅𝗂𝗇𝗀𝗁𝖺𝗆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora