cαριтυℓσ 3 - Huellas de supervivencia.

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Estábamos subiendo y, después de dos horas, por fin llegamos. Eran casi las 7 de la mañana y había unas vistas preciosas, pero al fijarnos en los demás, no había nadie, solo un pequeño árbol frente a nosotros.

—¿Y los demás?

—No tengo idea, pero tenemos compañía y no somos sus amigos.

—¿De qué hablas?

Cuando me volteé, había un enorme oso. Corrimos hacia una cueva hasta estar lejos de ese oso. No había señal; estábamos perdidos.

Nos quedamos en esa cueva casi 2 horas. Estaba cansada, tenía sed, pero solo Joshua tenía agua. No quería pedirle luego de lo que pasó.

—Mocosa, ¿quieres agua?

—Sí, por favor.

Joshua me pasa una botella de agua y tomo un poco. Le entrego de nuevo la botella y le agradezco.

Pasaron 5 horas y decidimos empezar a armar la carpa. Solo había una carpa. La armamos y quedó todo listo. Teníamos sandwiches para comer y llegó el anochecer.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer? Te toca dormir conmigo obligatoriamente, Alice.

—Supongo que sí, Joshua.

Un poco enojada al tener que compartir una carpa para dormir, me acuesto a ver las estrellas en la poca nieve que había. Empecé a ver cómo había auroras boreales y comencé a grabarlas.

—¿Nunca habías visto auroras boreales?

—No, en realidad es una de las razones por las que pedí venir acá.

—Son increíbles, ¿no?

—Son increíbles, Joshua, más con la luna donde está.

—Bueno, voy a ir a dormir. Ojalá te coma un oso, mocosa.

Volteé los ojos y dejé que se fuera a la carpa. Me quedé hasta tarde en la noche viendo la noche pero empecé a escuchar cómo se movían las hojas de los árboles, un oso de dos metros salió de la nada. Tiré un grito enorme y traté de esconderme del oso. No pude escapar del todo; me alcanzó a golpear con las garras dejándome una herida en la pierna. Luego Joshua empezó a hacer mucho ruido y el oso se fue, pero me hizo una herida algo profunda que me hizo desmayarme en mi lugar...

𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora