cαριтυℓσ 18

24 5 0
                                    


Al día siguiente, me desperté con un ruido en la cocina. Cuando bajé, vi a Joshua intentando cocinar y no pude aguantarme la risa. Estaba con un delantal haciendo el desayuno y se veía ridículo.

—Buenos días, mocosa. ¿Cómo amaneces? —me saludó.

—Buenos días, bien. ¿Y tú? —respondí mientras me sentaba en la silla frente a la cocina.

—Me alegro. ¿Quieres desayunar? —preguntó.

—¿Tiene veneno? —dije juzgándolo.

—Claro que no, mocosa. Solo es comida —giró los ojos.

—Vale, vale. Yo solo decía.

Nos sentamos a desayunar y pasamos el tiempo. Él arregló la cocina y yo organicé el desorden.

—Parecemos amos de casa —dije riendo.

—Un poco.

—Ahora voy a mi casa a arreglarme. Tú y yo tenemos algo que hacer esta tarde —dijo mientras terminábamos de recoger.

—¿Sí? ¿Qué tenemos que hacer? —pregunté.

—Íbamos a ir a un parque de diversiones, mocosa.

—Oh, es cierto, lo olvidé.

—Mala.

—Grosero.

—Mocosa.

—Idiota —comenzamos una pequeña pelea.

Un rato después, él se fue a su casa a arreglarse. Yo me preparé y le dije a mi mamá que no iba a estar; claramente me dijo que estaba bien, pues ni siquiera estaba en la ciudad. Me arreglé y a las 4:30 p.m. llegó Joshua por mí. Se veía bien y al parecer nos vestimos muy similares.

—¿Tratas de copiarme? —dije mientras cruzaba los brazos.

—Tú tratas de copiarme a mí —dijo girando los ojos.

—Sí, claro.

—Te ves muy linda, mocosa.

Tomé mi bolso y cerré la puerta de mi casa. Unos minutos después llegamos al parque de diversiones. Había muchos juegos.

—¿Nos subimos a la montaña rusa? —pregunté emocionada como una niña pequeña; era mi primera vez en un parque de diversiones.

—Mocosa, te ves ridícula —comentó Joshua.

—¿Y en qué te afecta? —respondí.

—En nada, eres adorable y ridícula.

Lo empujé y subí a la atracción. La pasamos bien en el parque de diversiones y al salir compramos helado y fuimos a un campo abierto para ver el atardecer.

—No sé cómo te gusta esa combinación —dijo mientras hacía cara de asco.

—Es deliciosa —respondí, poniendo mi helado en su nariz y riendo.

—¡Ahh así estamos! —me puso su helado en mis labios.

Reímos y mientras empezaba el atardecer nos miramos, y él se acercó para besarme. Pero antes de que nuestros labios se pudieran tocar, le puse helado en los labios; fue demasiado gracioso.

—¡MOCOSA! —gritó él.

—Ay, dramático —me reí.

Terminamos el helado y nos acostamos en el pasto; el atardecer estaba hermoso.

—Joshua, ¿ya viste esa nube? Está muy bonita; mira —señalé.

—Sí, lo está —dijo él.

Cuando volteé a mirarlo, él no estaba mirando la nube; me estaba mirando a mí. Nuestros ojos chocaron inmediatamente, y él tomó mi mano.
 
—Mocosa, no sé cómo es posible, pero me gusta todo de ti.
 
—¿Quién podría resistirse a mis encantos? —dije sarcásticamente.
 
—Ven, mocosa.

Comenzó a llover y nos levantamos para ver cómo se veía de lindo un atardecer con lluvia; él no me soltó aunque nos levantamos.
 
—Corre, mocosa.
 
—¿Qué?

—¡Corre!
 
Comenzó a correr y me arrastró con él; ¿estaba 100% loco?
 
Cuando por fin paramos llegamos a un pequeño lugar del bosque que parecía un lugar para acampar pero tenía sauces llorones azules y blancos. Por alguna razón estaba cayendo nieve.
 
—¿Qué hacemos aquí?
 
—Este lugar me lo enseñó mi abuelo; es como un pequeño invierno, siempre nieva. Por eso te traje aquí.
 
—Es muy hermoso.
 
Nos sentamos en una pequeña banca y él me dio su buzo; lo miré y le quité un poco de pelo que tenía en la cara.

—Oye, Joshua, una pregunta.

—Dime, mocosa.

No sabía qué iba a hacer, pero debía hacerlo.

—¿Qué pasa si yo...?

Lo besé y nos cayó algo de nieve encima; me reí y él me devolvió el beso; fue mágico.
Luego...

𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora