Al día siguiente, me desperté con un ruido en la cocina. Cuando bajé, vi a Joshua intentando cocinar y no pude aguantarme la risa. Estaba con un delantal haciendo el desayuno y se veía ridículo.—Buenos días, mocosa. ¿Cómo amaneces? —me saludó.
—Buenos días, bien. ¿Y tú? —respondí mientras me sentaba en la silla frente a la cocina.
—Me alegro. ¿Quieres desayunar? —preguntó.
—¿Tiene veneno? —dije juzgándolo.
—Claro que no, mocosa. Solo es comida —giró los ojos.
—Vale, vale. Yo solo decía.
Nos sentamos a desayunar y pasamos el tiempo. Él arregló la cocina y yo organicé el desorden.
—Parecemos amos de casa —dije riendo.
—Un poco.
—Ahora voy a mi casa a arreglarme. Tú y yo tenemos algo que hacer esta tarde —dijo mientras terminábamos de recoger.
—¿Sí? ¿Qué tenemos que hacer? —pregunté.
—Íbamos a ir a un parque de diversiones, mocosa.
—Oh, es cierto, lo olvidé.
—Mala.
—Grosero.
—Mocosa.
—Idiota —comenzamos una pequeña pelea.
Un rato después, él se fue a su casa a arreglarse. Yo me preparé y le dije a mi mamá que no iba a estar; claramente me dijo que estaba bien, pues ni siquiera estaba en la ciudad. Me arreglé y a las 4:30 p.m. llegó Joshua por mí. Se veía bien y al parecer nos vestimos muy similares.
—¿Tratas de copiarme? —dije mientras cruzaba los brazos.
—Tú tratas de copiarme a mí —dijo girando los ojos.
—Sí, claro.
—Te ves muy linda, mocosa.
Tomé mi bolso y cerré la puerta de mi casa. Unos minutos después llegamos al parque de diversiones. Había muchos juegos.
—¿Nos subimos a la montaña rusa? —pregunté emocionada como una niña pequeña; era mi primera vez en un parque de diversiones.
—Mocosa, te ves ridícula —comentó Joshua.
—¿Y en qué te afecta? —respondí.
—En nada, eres adorable y ridícula.
Lo empujé y subí a la atracción. La pasamos bien en el parque de diversiones y al salir compramos helado y fuimos a un campo abierto para ver el atardecer.
—No sé cómo te gusta esa combinación —dijo mientras hacía cara de asco.
—Es deliciosa —respondí, poniendo mi helado en su nariz y riendo.
—¡Ahh así estamos! —me puso su helado en mis labios.
Reímos y mientras empezaba el atardecer nos miramos, y él se acercó para besarme. Pero antes de que nuestros labios se pudieran tocar, le puse helado en los labios; fue demasiado gracioso.
—¡MOCOSA! —gritó él.
—Ay, dramático —me reí.
Terminamos el helado y nos acostamos en el pasto; el atardecer estaba hermoso.
—Joshua, ¿ya viste esa nube? Está muy bonita; mira —señalé.
—Sí, lo está —dijo él.
Cuando volteé a mirarlo, él no estaba mirando la nube; me estaba mirando a mí. Nuestros ojos chocaron inmediatamente, y él tomó mi mano.
—Mocosa, no sé cómo es posible, pero me gusta todo de ti.
—¿Quién podría resistirse a mis encantos? —dije sarcásticamente.
—Ven, mocosa.Comenzó a llover y nos levantamos para ver cómo se veía de lindo un atardecer con lluvia; él no me soltó aunque nos levantamos.
—Corre, mocosa.
—¿Qué?—¡Corre!
Comenzó a correr y me arrastró con él; ¿estaba 100% loco?
Cuando por fin paramos llegamos a un pequeño lugar del bosque que parecía un lugar para acampar pero tenía sauces llorones azules y blancos. Por alguna razón estaba cayendo nieve.
—¿Qué hacemos aquí?
—Este lugar me lo enseñó mi abuelo; es como un pequeño invierno, siempre nieva. Por eso te traje aquí.
—Es muy hermoso.
Nos sentamos en una pequeña banca y él me dio su buzo; lo miré y le quité un poco de pelo que tenía en la cara.—Oye, Joshua, una pregunta.
—Dime, mocosa.
No sabía qué iba a hacer, pero debía hacerlo.
—¿Qué pasa si yo...?
Lo besé y nos cayó algo de nieve encima; me reí y él me devolvió el beso; fue mágico.
Luego...
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𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸
Romance¿𝙹ó𝚟𝚎𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚙𝚛𝚎𝚙𝚊𝚛𝚊𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊 𝚎𝚖𝚙𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚊𝚟𝚎𝚗𝚝𝚞𝚛𝚊? ¿𝚄𝚗 𝚎𝚗𝚊𝚖𝚘𝚛𝚊𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚜𝚎𝚌𝚛𝚎𝚝𝚘? ¿𝙾 𝚚𝚞𝚒𝚣á𝚜... 𝚊𝚕𝚐𝚘 𝚖á𝚜? Joshua Jones, estudiante universitario, 21 años de edad, ¿un idiota? A...