𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸

cαριтυℓσ 15

Algunas horas después, estaba en casa leyendo un libro. No había nada mejor que leer un libro escuchando a «Green Day» cuando me interrumpió el sonido de alguien tocando la puerta.

—¿Ahora qué? —dije de mala gana mientras abría la puerta.

Cuando abrí, vi a Joshua parado con una pequeña caja.

—Hola, mocosa. ¿Podemos hablar?

—Mmm, ¿sí?

—Solo vine a traerte esto. Me di cuenta de que confundiste las cosas con Catalina, y Tomás me contó todo.

—Mmm, ¿genial? Si me permites, estoy en algo importante —dije un poco seca.

—Te traje algo. Sé que no llenará el vacío, pero quiero sacarte una sonrisa.

Me entregó la caja, que se movía, y pensé que era una broma pesada. Cuando la abrí, vi a un pequeño gato en su interior. Era blanco con negro y en la espalda tenía unas manchas en forma de alas. Me puse a llorar al instante.

—¿En serio? —dije incrédula.

—Sí, es para ti, Alice —dijo y me abrazó.

Sentí que su abrazo fue muy sincero y lindo, y el detalle fue algo inesperado.

—¿Cómo le vas a poner?

—Chispitas.

—Qué malos nombres pones, mocosa.

Le giré los ojos y antes de decir algo, él me interrumpió.

—¿Quieres salir a caminar?

—¿Por qué confiaría en ti?

—Porque te di un gato.

—No es una razón suficiente, idiota —le giré los ojos. Me miró con una expresión de perrito regañado—. Vale, vale, pero no hagas esa cara.

Salimos a dar un paseo por el parque y él comenzó a hablar.

—Entonces, ¿yo te gustaba? —dijo mientras jugaba con su anillo.

—¿Quién dijo eso? —dije un poco sonrojada.

«Tomás me las va a pagar.»

—No es importante quién me lo dijo, pero en serio: ¿te gustaba y por mis estupideces dejé de gustarte?

—No, nunca me gustaste. Sácatelo de la cabeza. Solo me parecías atractivo —dije pateando una roca.

—Entiendo. ¿Puedo decirte algo? —dijo un poco triste.

—Claro, dime.

Nos sentamos en una banca y él empezó a hablar.

Se sintió como el día que salimos y comenzó a llover; fue bonito el sentimiento que vino a mí.

—Alice, yo...