cαριтυℓσ 20

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Era viernes y estaba buscando a Joshua para devolverle el buzo que me prestó el día anterior. Era extraño, Joshua nunca era tan difícil de encontrar. Decidí mejor ir a clase; me tocaba con la profesora de filosofía y esa mujer me odiaba. Pasaron algunas horas y me encontré con Alan.

—Oye, Alan. —dije mientras iba hacia él.

—Cuéntame, ¿qué pasó? —dijo mientras paraba en seco. No sabía si en serio le iba a preguntar por Joshua, pero ya no sabía dónde buscar. Había asistido a clases, pero no contestaba mis mensajes; era muy extraño que Joshua no me contestara.

—¿Sabes dónde está Joshua, quizás?

—No, linda, creo que está afuera.

—Genial, muchas gracias. —Sonreí y fui al patio.

Vi a Joshua a lo lejos, sentado en la manga donde siempre. Llegué detrás de él y lo abracé.

—¡Hola!, ¿cómo estás? —dije sonriendo y le entregué el buzo.

—Hola, mocosa. —dijo dándome otro abrazo—. Estoy genial desde que llegaste, ¿y tú?

—Me alegra mucho que estés bien. ¿Dónde te escondiste?

Sonreí y miré qué era lo que él estaba haciendo.

—En ningún lado; de hecho, te busqué y por eso me quedé acá.

Nos quedamos juntos hasta que tuvimos que ir a clases.

—¿Nos vemos en el bloque de descanso?

—Claro que sí. —dijo dándome un beso en la mejilla y ayudándome a levantar para irnos cada uno a su salón.

Ese día estuve pensando mucho en lo del día anterior. Al terminar las primeras clases, fui a la biblioteca con Lucía. Olvidé que había dicho que me vería con Joshua; me puse los audífonos a todo volumen y comencé a leer con Lucía a mi lado. Estábamos dando la espalda y detrás de mí llegó Joshua, me cubrió los ojos y me giré.

—Hola, mocosa; toma. 
Él sonrió y me dio mis gomitas favoritas; las de aritos son las mejores.

—Ups, olvidé que nos veríamos en el bloque de descanso; mis favoritas. 
Sonreí y lo abracé. Él sacó otras gomitas para Lucía, y ella se puso feliz; Lucía era adorable.

—No te preocupes; sabía que estabas acá; eres un poco predecible.

Él sonrió y no pude evitar sonreír; amo su risa.

—¿Vamos al campo de la universidad? Luci se verá con alguien en un ratito —dije mirando a Lucía como se ponía un poco roja y se comía las gomitas.

—Claro, vamos.

Me ayudó a levantarme; íbamos caminando y sus lunares parecían estrellas en su piel. Sonreí tontamente. Al llegar al campo, me senté contra un arbolito que había y Joshua recostó su cabeza en mis piernas. Le empecé a molestar un poco el cabello y le hice una colita; parecía una palmera miniatura y no pude evitar reírme.

𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora