cαριтυℓσ 17

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Era viernes, por fin, el último día de la semana. Estaba caminando sola por los pasillos de la escuela cuando vi a Joshua recostado en mi taquilla.

—Hola, mocosa, buenos días.

—¿Qué quieres, idiota?

—Hablar —dijo, girando los ojos.

—No quiero hablar.

—Por favor —dijo con cara de niño pequeño.

—Vale, como digas —le giré los ojos.

Salimos a una pequeña manga que había en la escuela y nos sentamos debajo de un árbol. Aún estaba amaneciendo y él comenzó a hablar.

—¿Te has dado cuenta de algo, mocosa? —dijo mientras un rayo de sol pegaba en sus ojos, esos hermosos ojos cafés. Maldición, no sé qué estoy pensando.

—¿De qué cosa? —le pregunté mientras sonreía.

—De todo lo que tenemos lindos recuerdos —sus ojos chocaron con los míos.

Antes de que yo dijera algo, él dijo:
—No sabes lo mucho que me gusta cómo se ven tus ojos a la luz del sol; ni muy cafés ni muy verdes. Perfectos.

—¿Gracias? —dije algo ruborizada.

—Mira, mocosa, piénsalo. Como la vez que te dejé caer casi por un precipicio cuando nos conocimos.

—Oh, sí lo recuerdo; qué divertido —dije sarcástica y le pegué un pequeño codazo.

—Qué bonitas aventuras. En fin, ¿tienes libre este fin de semana?

—Mmm sí, supongo. ¿Por qué?

—¿Vamos a un parque de diversiones el sábado?

—¿Cómo sé que no me vas a tirar de una atracción? —reímos. Dios, amo tanto su sonrisa; esa sonrisa que generaba la mía.

—No lo haría, mocosa —dijo entre risas.

—Vale, pues creo que sí. Pero ahora vamos a clase antes de que nos regañen.

Nos fuimos cada uno a su clase y en todas estuve distraída; su risa quedó en mi cabeza. En la clase de inglés terminé el trabajo y pedí permiso para salir. Me fui a caminar por la escuela y fui a la pequeña manga donde me recosté en el suelo. Sentí que alguien estaba detrás de mí y era Joshua.

—¿Ahora estás acosándome, idiota?

—Claro que no. Pero ¿qué haces aquí? No deberías estar en clase.

—Tú también deberías estar en clase.

—El profesor no vino y salí a tomar aire.

—Yo terminé el taller y aquí estoy. ¿Quieres sentarte?

—Claro.

Nos sentamos y empezamos a hablar hasta que sonó la campana y fuimos por las mochilas.

—¿Te acompaño a casa hoy? —preguntó Joshua.

—Pues si quieres, sí —dije mientras caminábamos hacia mi salón para tomar mi mochila. Salimos de la escuela y me acompañó a casa. Le dije que pasara; tomamos unas papas de limón y nos sentamos en el sofá.

—¿Quieres ver una película? —dije tomando el control.

—Vale, pero no pongas cursilerías —giró los ojos y reímos.

Pusimos una película y en medio de ella mi mamá me llamó.

—Oye Alice, no llegaré hoy a casa. En las ollas dejé la cena. Ten una linda noche. Te amo.

—Vale, que te vaya bien —respondí al teléfono.
Estaba acostumbrada a que mi madre no llegara; prácticamente vivía sola por sus viajes de trabajo.

—Así que tu madre no vendrá hoy —comentó Joshua.

—Pues creo que no. ¿Quieres cenar?

—Claro, contigo siempre —respondió él mientras reíamos.

Cenamos mientras veíamos la película "Son como niños" (de Adam Sandler). Se hizo muy tarde en la noche y le dije que podía quedarse en un colchón que tenía en mi habitación.
Nos quedamos jugando ajedrez; no era muy buena pero él me estaba "enseñando".

—Eres demasiado mala en esto —se burló.

—Shhhh, calla.

Luego de algunas partidas nos fuimos a dormir; fue como una pijamada.
La pasamos bien, aunque fue un plan improvisado.

—Linda noche, mocosa; te quiero.

—Linda noche, idiota; también te quiero.

Fue raro pero divertido pasar tiempo con Joshua.

𝓔𝓵 𝓲𝓷𝓿𝓲𝓮𝓻𝓷𝓸 𝓔𝓽𝓮𝓻𝓷𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora