Octubre

8 0 0
                                    

Se estaban yendo; las canciones y las flores, los días que venían lucían aterradores. Se estaban yendo; el amor y los suspiros, las noches de sexo hasta quedarse dormidos. Se iban los días de parque y los veintisiete, sin ella es mejor quedarse inconsciente, inconsciente...

Si bien Harry notaba que la relación iba en picada, siempre creía que se podía solucionar siempre y cuando hablaran; ojalá ella se hubiera prestado a hablar. No parecía mucho, pero Harry intentaba dialogar del tema con un "¿Todo bien?", pero siempre obtenía un "Todo perfecto" como respuesta.

Hacía varios días que Madi no iba a casa y Harry sabía que ninguna enfermedad duraba tanto, o por lo menos no una enfermedad pasajera, como Madi había dicho. Puesto que ninguna de las dos contestaba el teléfono, optó por ir a investigar de nuevo con los Sallow. Habiendo llegado, Otto le ofreció una cerveza, pero Harry preguntó directamente por la dirección de Kate. Otto miró con resignación a Ivy y solo dijo que no era buena idea ir. Ante la esperada objeción de Harry y lo mucho que lo estimaban, al final le dieron la dirección, justificando que había una fiesta en casa de Kate. Ivy le confesó que no le gustaría lo que iba a escuchar, pero a pesar de eso, le guardarían un lugar especial en su familia. Aquellas palabras no le cayeron nada bien, sin embargo, Harry acudió a casa de Kate, completamente decidido a arreglar todo, y no pretendía irse de ahí hasta no resolverlo.
Pobre y desgraciado Harry, no sabía que ese día veinte sería la segunda fecha que más recordaría. Llegó pues a casa de Kate, se acercó a la puerta para intentar escuchar algo, pero las voces se perdían por el volumen altísimo de la música. Golpeó varias veces pero sin respuesta. Rodeó la casa hasta la ventana trasera y, ocurrió un fuertísimo cataclismo. Las olas del mar golpeaban con furia las paredes, su cerebro sufría un violento terremoto, su corazón era impactado por millones de asteroides. La impresión incluso lo tumbó al suelo; haciendo gestos de dolor intenso, se apretó el pecho y se mantuvo en el suelo unos segundos, acababa de ver a una chica que no reconoció, buceando en medio de las piernas de Madi. Luego de tomar aire y haber deseado mil veces que no fuera real, se puso de pie con un tsunami en los ojos y, lentamente, pero sin dejar de mirar por la ventana como aquella chica le practicaba sexo oral a Madi, comenzó a caminar de reversa. A Madi le pareció haber visto algo por la ventana y como estaba siendo muy cautelosa, detuvo a la chica y se levantó para inspeccionar el área. Era la peor situación, alcanzó a ver a Harry que retrocedía lentamente, se miraron dos segundos y Madi corrió a todo prisa tras él. No hubo éxito, al salir por la puerta y dar un vistazo rápido a su alrededor, Madi ya no lo vio, se había esfumado más rápido que su relación. Su primera acción fue correr a su casa, pero Harry no había llegado ahí; entró a la habitación, buscó en el patio e incluso en el baño, pero no estaba ahí. Decidió esperarlo toda la noche despierta, pero no apareció. Fue a trabajar por la mañana, con la esperanza de verlo ahí, pero estaba claro que no lo vería, quizá nunca más. Simplemente, no lo volvió a ver.

Pasaron días y Madi decidió mudarse de nuevo a casa de sus padres, pensado que Harry probablemente la estaría evitando, empacó sus cosas y se las llevó, junto con las memorias de los días felices. No estaba contenta por la forma en que se dieron las cosas, pero tampoco había manera sencilla de decirlo y no iba a detener su vida.

.

Aquella noche no llegó a su casa. Al ver a Madi correr hacia él, se ocultó detrás de un árbol, pues no estaba dispuesto (ni en condiciones) a encarar esa situación. Se dirigió, en cambio, a casa de William y Mary cuando Madi se perdió de su vista.
Fue recibido por William, quien se mostró contento de verlo, pero Harry parecía la tristeza encarnada, era tan devastador mirarlo en ese estado que William se apresuró a invitarlo a pasar y le ofreció leche con chocolate. Se encontró cara a cara con Mary, pero Harry no tocó el tema de su padre, como si no hubiera pasado.
-¿Puedo quedarme con ustedes unos días? - cuestionaba sin mirarlos.
-Sabes que siempre serás bienvenido a esta casa - se apresuró a contestar William - pero, ¿Qué ocurrió?
-Una chica, no quiero hablar de eso realmente.
-Entiendo, no es necesario que digas algo, ponte cómodo, tu habitación sigue como la dejaste.
Harry no pudo dormir, a pesar de lo hinchados y cansados que tenía los ojos por el llanto, no podía dormir, el pecho le dolía tanto que era como si algo fuera a salir de ahí, partiéndolo a la mitad.

Luego de seis días, Harry regresó a su casa y la encontró semivacía, siendo el reflejo de su corazón. Las cosas de Madi ya no estaban y sobre la cama de su habitación, descansaba un anillo con una flor de loto. Harry se acostó, preguntándole quizá a dios, a algún ser divino o simplemente al techo, ¿Por qué había hecho eso? ¿Cómo fue capaz?
-Yo te diré por qué - anunció una voz que provenía del fondo de la habitación.
Asustado, Harry se levantó de un salto y lo miró, de nuevo era él y esta vez no estaba afuera de una cueva musgosa, estaba justo frente a él, en su misma habitación.
-Matt...
-Yo te diré por qué lo hizo.

FielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora