El cielo estaba cubierto por nubes bajas que apenas dejaban pasar la luz del sol, dando al parque un aire de melancolía que reflejaba con perfectamente el estado de ánimo de ambos. El aire olía a tierra húmeda después de la tormenta de la noche anterior, y aunque las gotas ya no caían, el suelo seguía impregnado con la humedad, encharcando los caminos de grava.
Emma llegó primero, como siempre lo hacía. Se sentó en la misma banca donde habían pasado tantas tardes hablando de todo y nada. La madera estaba fría al tacto, y el suave crujir bajo su peso le recordó lo frágil que todo podía ser. Se acomodó el suéter, envolviéndose en él como si pudiera protegerla de lo que estaba por venir. Miraba alrededor, observando cómo las hojas mojadas de los árboles goteaban lentamente, pero su mente no estaba en el parque. Cada segundo que pasaba la acercaba a esa conversación que había temido durante tanto tiempo.
Cuando escuchó los pasos de Harry, su estómago se encogió. No lo miró de inmediato; en lugar de eso, apretó los labios y se concentró en el sonido de sus pies aplastando las hojas mojadas. Cada paso parecía más pesado que el anterior. El corazón de Emma latía tan fuerte que casi podía sentir el pulso en su garganta. Sabía que él también estaba nervioso. Lo sabía porque lo conocía mejor que a nadie, porque hace tiempo había dado a conocer sus sentimientos, porque lo había visto tambalearse antes en momentos importantes, pero este era diferente. Esta vez, lo que estaba en juego era mucho más grande.
-Hola - susurró Harry, su voz era baja y algo apagada, como si la tensión entre ellos le robara la fuerza para hablar con claridad.
-Hola - respondió sin mirarlo todavía, con la vista fija en el charco frente a ellos.
Harry se sentó a su lado, pero dejó un espacio considerable entre ambos, algo poco común. Había una sensación extraña, como si el aire se volviera más denso y les costara respirar con normalidad. Ninguno de los dos sabía por dónde empezar, y el silencio que cayó entre ellos pesaba más que todas las palabras no dichas.
Finalmente, Emma rompió el silencio, con voz temblorosa, sin poder ocultar el nerviosismo.
-He estado pensando en... nosotros. En lo que somos - Su mirada seguía fija en sus manos, retorciendo un hilo suelto de su suéter. No se atrevía a mirarlo aún.
Harry tomó una respiración profunda, larga, como si intentara ganar tiempo para encontrar las palabras correctas. El viento sopló suavemente, moviendo las ramas sobre sus cabezas, dejando caer pequeñas gotas de agua que se estrellaban contra el suelo. El sonido de las hojas al ser mecidas por el viento apenas podía competir con los latidos de su corazón.
-Yo también he estado pensando en eso - respondió, su voz era seria, casi grave - Y... tengo miedo, Emma.
Eso la obligó a levantar la cabeza, a mirarlo por fin. Sus ojos encontraron los de él, y lo que vio le rompió algo por dentro. Harry no era de los que mostraba vulnerabilidad fácilmente, pero en ese momento, su mirada estaba cargada de una mezcla de confusión, dolor y anhelo. Era como si cada fibra de su ser estuviera dividida entre lo que deseaba y lo que temía.
-¿Miedo? - repitió ella, con un nudo en la garganta - ¿De qué?
Harry soltó una risa amarga, apartando la mirada hacia el suelo, donde arrastraba la suela de su zapato en un pequeño charco.
-De perderte. De que si damos este paso... no haya vuelta atrás. ¿Qué pasa si lo intentamos y todo se rompe? Tú eres... - se interrumpió, respirando con dificultad, como si le costara pronunciar lo que venía a continuación, tambaleando las palabras - Tú eres lo más importante que tengo, Emma.
El nudo en su garganta se apretó aún más. Ella también tenía miedo, pero al escucharle admitirlo, sintió que el suelo bajo sus pies temblaba. Sabía que lo que había entre ellos no era fácil. Habían sido amigos durante tanto tiempo, siempre caminando en esa fina línea entre el cariño y el deseo, sin atreverse a cruzarla por temor a lo desconocido.
-Yo tampoco quiero perderte - susurró Emma - Pero... ¿de verdad crees que seguir así, pretendiendo que no pasa nada, es mejor? Harry, llevamos años jugando este juego de no decir lo que realmente sentimos.
-Un juego que rompí aquel día, en el baño de la fiesta. Y tú no...
El silencio volvió a caer entre ellos, denso como la humedad en el aire, mientras ambos intentaban procesar lo que significaba estar allí, frente a la posibilidad de romper todo lo que conocían o de aventurarse en algo nuevo. Las hojas sobre sus cabezas crujían con el viento, y el cielo, ya oscuro, parecía presagiar una tormenta, una que se reflejaba en sus corazones.
Harry se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, como si el peso de sus pensamientos lo arrastrara. Cerró los ojos por un momento antes de hablar.
-Es que no quiero hacerte daño - murmuró, casi como si le doliera confesarlo - Y lo haré, lo sé. No soy perfecto, Emma. Soy un desastre en muchos sentidos, y no quiero que seas tú la que sufra por eso. Tal vez siempre tuviste la razón al quedarnos como amigos.
Emma sintió que el aire se volvía aún más pesado, pero no podía detenerse ahora. Ya estaban demasiado inmersos en la conversación para echarse atrás.
-¿Y qué pasa si también te hago daño yo? - dijo, su voz fue más firme de lo que esperaba - Ninguno de los dos es perfecto, pero... no quiero seguir fingiendo que no me importas de esa manera. No quiero perderte por miedo a algo que podría no pasar.
Harry alzó la cabeza, sus ojos oscuros buscando los de ella, y por un momento, no hubo más palabras. Solo había silencio, respiraciones contenidas y el latido sordo de sus corazones.
-¿Entonces... lo intentamos? - preguntó Harry. Era la pregunta más importante de su vida. Habló muy despacio, como si temiera que cualquier respuesta pudiera destrozarlos.
Emma lo miró directamente a los ojos, sintiendo el peso de cada palabra, de cada emoción contenida durante tantos años.
-Lo intentamos —susurró, con una sonrisa triste pero llena de determinación.
Ambos se quedaron en silencio, acercándose lentamente, y en el momento en que sus labios estuvieron a punto de encontrarse, una gota de lluvia cayó entre ellos, como una señal de que el mundo no les iba a facilitar las cosas. Pero esta vez, no se detendrían. Estaban listos para enfrentarlo, juntos.
El momento llegó sin previo aviso, planeado durante años, como si el universo hubiera conspirado para juntar cada segundo, cada mirada y cada suspiro en ese instante perfecto. No hubo fanfarria ni destellos de luz, pero para Emma y Harry, fue como si el tiempo se detuviera justo cuando sus labios se encontraron por primera vez.
El frío aire del parque pareció desvanecerse de golpe, y todo lo que los rodeaba se volvió insignificante. En ese beso, no había espacio para dudas ni miedos; solo existía una conexión pura y profunda, como si sus almas hubieran estado buscando este momento durante años. Al principio, fue un roce suave, tímido, casi como si tuvieran miedo de romper la magia que los envolvía. Pero apenas se tocaron, ambos sintieron un calor repentino, una chispa que se encendió en sus corazones y se propagó por sus cuerpos.
El beso de Emma y Harry no fue solo un encuentro de labios, fue el colapso de dos mundos que habían girado en paralelo durante tanto tiempo. Era como si, finalmente, sus órbitas hubieran coincidido en una alineación cósmica perfecta. Sus labios se movían lentamente, sincronizados, como si estuvieran explorando una galaxia nueva y desconocida, una en la que ellos eran las únicas estrellas.
El sabor de sus labios era dulce, pero no de la forma en que lo es un caramelo; era como el sabor de una noche estrellada, una mezcla de misterio, deseo y promesa. Los dedos de Harry encontraron el rostro de Emma, y en cuanto la tocó, fue como si una corriente eléctrica recorriera su piel. Era imposible no pensar en el universo en ese momento, en cómo los cuerpos celestes se atraen con una fuerza imparable, en cómo las estrellas nacen y mueren en explosiones de luz. Su beso tenía esa misma intensidad, esa energía que parecía estar a punto de desbordarse, pero que, en lugar de destruir, creaba algo nuevo, algo infinitamente bello.
Emma sintió como si sus pies ya no tocaran el suelo. Era como si estuviera flotando en el vacío del espacio, lejos de cualquier preocupación terrenal. El tacto de Harry era su ancla, y al mismo tiempo, la libertad absoluta. Por un segundo, cerró los ojos más fuerte, intentando contener el torbellino de emociones que se agolpaban en su pecho, pero al hacerlo, se dejó llevar aún más. Era como si cada latido de su corazón expandiera el universo entre ellos, haciendo que el mundo a su alrededor desapareciera en un manto de estrellas.
Emma sentía que el tiempo se doblaba sobre sí mismo, que todo lo que había vivido antes, cada beso, cada relación, palidecía ante la magnitud de lo que estaba experimentando ahora. Besar a Harry era como sostener el cosmos en la palma de su mano. Era inmenso, inabarcable, y a la vez tan delicado que temía romperlo. Sus labios se fundían en los de él, no como el fuego que consume, sino como la gravedad que une, suave pero imparable. Era el tipo de beso que hace que todo lo demás pierda sentido, el que redefine lo que significa amar.
Cuando finalmente se separaron, sus labios apenas alejándose, permanecieron con los ojos cerrados, respirando el aire compartido, el aliento cálido de la otra persona. Ninguno de los dos habló de inmediato, porque sabían que las palabras serían insuficientes para describir lo que acababa de suceder. Emma abrió los ojos primero y lo miró, sintiendo que algo profundo había cambiado entre ellos. Y, aunque el cielo seguía encapotado y las gotas de lluvia caían suavemente a su alrededor, sentía que acababa de presenciar algo tan raro y precioso como ver una supernova en pleno estallido.
El beso no solo había sido una declaración de amor, sino una creación en sí misma. Era como si, en ese instante, hubieran formado un nuevo universo solo para ellos, un espacio donde cada duda, cada miedo y cada herida pasada quedaban atrás, y donde solo existía el presente, brillante, infinito.
-Esto... - murmuró Harry con la voz entrecortada, aún con los ojos cerrados, sintiendo el eco de sus labios contra los de ella—. Esto es... mágico.
Emma no respondió con palabras. No lo necesitaba. Lo miró con una sonrisa que decía todo, que contaba la historia de un millón de universos formándose, chocando y fusionándose en un solo momento.
El beso entre Emma y Harry no era solo el más bonito del mundo, era la materialización del destino, de lo que sucede cuando dos estrellas están destinadas a colisionar y convertirse en algo más grande que ellas mismas. Nadie que los viera podría evitar sentir una punzada de envidia, porque sabrían, sin lugar a dudas, que algo tan perfecto y tan lleno de significado solo ocurre una vez en la vida.
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Fiel
Teen FictionHarry había aprendido a aceptar que el amor no era para él, hasta que Madi, la mujer que había deseado en silencio durante meses, lo elige para una cita. Lo que parecía el inicio de una historia de ensueño se desvanece cuando Madi lo traiciona, romp...