Octavo.

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Princesa Andrómeda "

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Princesa Andrómeda "



LOS SIGUIENTES días transcurrieron con tranquilidad para la albina.

Se enteró por boca de Beckendorf de una competencia de carros. Le pareció una idea algo romana y arcaica, pero le aterrizó saber cómo habían terminado dichas competiciones en la antigüedad. No entendía cómo alguien que debía proteger a sus campistas los descuidaba de tal manera.

Tuvo clases de griego antiguo con Annabeth. Si bien al principio ambas se tiraban miradas acusadoras; pronto comenzaron a saber convivir juntas. Quizás era el orgullo de ambas lo que más las unía.

Debía decir, que odiaba esas clases. No por el hecho de quien se las de, si no que aprender griego antiguo era un completo dolor de cabeza. Cada vez que terminaba de leer una línea de los libros de Herótodo le dolía la cabeza de tal manera que quizá ninguna poción de Madame Pumfrey podía ayudar.

Tuvo que tener mucho cuidado con lo que decía y la historia que daba; puesto que llamaba la atención a más de uno. No era normal tener a una hija de Artemisa considerando que la diosa juró no tener hijos. Pero habían personas como Charles y Tyson a quienes no le interesaba eso. Incluso Tyson se ofreció a armarle un carro muy entusiasmado; pero ella solo sonrió y dijo

Eso no es para mí, Tyson.

Se angustió un poco al ver como la emoción por construirle un carro disminuía en el cíclope: pero lo consoló diciendo que podía construirle un lindo anillo si así lo deseaba. El grandote asintió muchas veces con la cabeza diciendo "te haré el anillo más bonito que ha visto el mundo" y luego de un asfixiante abrazo, fue corriendo en dirección a la cabaña de Hefesto para ponerse manos a la obra.

Y también estaba Percy.
Desde esa vez que la encontró afuera llorando, no volvió a dirigirle la palabra. No era tonta y notaba como el semidios parecía seguirla a todos lados y no la perdía de vista; pero ella no se atrevía a volverle la mirada. La había visto humillada y vulnerable; le hacía sentir tonta.

Su padre le dijo cuando era pequeña que no había que mostrarse débil ante nadie. Quizás tenía algo en común con esos chicos: todos tenían que enorgullecer a sus padres.

 Quizás tenía algo en común con esos chicos: todos tenían que enorgullecer a sus padres

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𝗥𝗘𝗧𝗨𝗥𝗡 | 𝗔𝗡𝗗𝗥𝗢𝗠𝗘𝗗𝗔 𝗠.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora