capítulo 7: Parte dos

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Al salir de la oficina ella y la mamá de Roseanne intercambian un par de palabras amables. Luego cada una toma a su hija y la arrastra en dirección opuesta.

—Mamá... —comienzo vacilante mientas ando a su lado.

—Hablaremos en la casa —es todo lo que dice mientras se pone sus gafas tipo aviador.

Suspiro. Estoy en problemas. Era la primera vez que mandaban a llamar a mis papás de la escuela y no sabía cómo iban a reaccionar una vez que
estuviéramos tras las paredes de nuestro hogar.

— ¿A qué hora llegas a la casa? —preguntó cortante.

—Pues termino clases a las dos...

—A las dos nos vemos en casa entonces.

Asiento. Pero entonces recuerdo algo y me detengo en seco.

—No creo que llegue a las dos —dudo— es que tengo que ir a la biblioteca a buscar unos libros y luego pedirlos prestados... es un lío.

— ¿A qué hora llegas a la casa? —pregunta de nuevo irritada.

Esta molesta, pero tengo una cita y no la pienso perder ni aunque tenga que lidiar con los gritos de mi padre por toda la noche.

—Yo les aviso cuando vaya en camino... —susurro con timidez.

Puedo notar que hay alumnos que comienzan a cuchichear al verme pasar y lo que menos quiero es que vean una escenita con mi madre.

Ella no parece muy convencida pero al parecer se percata de mi incomodidad y se acerca a mí.

— ¿Quieres que te lleve a casa ahora?

Niego rápido.

—Voy a estar bien —susurré mirando al suelo, nada convencida de mis
palabras.

Me observa por unos segundos. Tengo 17 años pero aún no está preparada
para lidiar con eso, para que su hija ande de romance... y menos aún con una chica. En ninguna academia revelan que hacer en semejante situación.

—Cualquier cosa me llamas —fue todo lo que dijo y se giró de golpe.
Pero en ese momento alguien más estaba de paso y prácticamente se
estrellaron.

Mi madre se quitó las gafas dispuesta a echar bronca pero se encontró con una mirada fulminante.

Mis ojos van de una a la otra, da la impresión que quieren reducirse a cenizas con el poder de su mente.

Bae Irene no pierde una batalla de miradas pero mi madre tampoco. La guerra se prolonga por lo que parece una eternidad.

—Mamá —me acerco a mi madre tomándola del brazo— ella es la profesora Irene de literatura...

Una última mirada asesina antes de levantar el brazo y estrechar su mano.

Tenía lo suficientemente medida a mi profesora para saber que todavía traía el humor de perros de en la mañana.

—Un gusto —susurro mi madre con un tonito de desprecio nada conveniente.

—El gusto es mío.

Vaya, las dos mujeres tenían una forma de hablar que lastimaba sin necesidad de gritos ni insulto.

—Nos vemos en casa Jisoo —dijo mi madre.

La profesora sin añadir nada continuo con su camino como sin nada y mi madre se despidió de mí con mala cara.

¿Qué demonios acababa de pasar ahí?

No tuve mucho tiempo de pensar en el encuentro de mi madre con la
profesora, que distaba mucho de ser el primero. Esas dos se conocían de algún lado y no bajo términos amables. Pero había algo más complicado en mi situación, de pronto era el blanco de miradas y señalamientos... mi historia se
estaba repitiendo, aunque la vez anterior Roseanne estaba a mi lado, nosotras dos contra el resto del colegio y ahora parecía ser yo sola contra el mundo.

Abochornada comencé a caminar a ningún sitio en particular, solo me moví por los corredores donde parecía haber menos alumnos y sin darme cuenta fui a parar a la biblioteca. Tal vez era un buen escondite, en lo que planeaba como
superar lo ocurrido, como hacer que todos lo olvidasen y yo misma borrarlo de mi cabeza.

Roseanne había intentado besarme.

No podía creerlo. Ni siquiera podía recordar desde cuando éramos las mejores amigas y en todo ese tiempo ella jamás demostró tener sentimientos... "extraños" hacia mí.

La cabeza me da vueltas. Voy hasta los estantes y comienzo a sacar libros al
azar, paso las hojas rápido y al no encontrar ilustraciones los coloco en su sitio.

Para esta nueva actividad ocupo toda mi atención, necesito olvidar lo ocurrido ese día tan loco. Debí haberme reportado enferma, quizás lo que hizo Lily era una especie de señal para advertirme que no debía salir de mi cama ese día. Durante mi tarea una página salió volando. Corrí a recuperarla antes de que la bibliotecaria se diera cuenta y quisiera echarme bronca pero llegué al mismo tiempo que alguien más.

— ¿A sí que Bécquer? —murmuró cuando nos pusimos de pie.

— ¿Qué?

—Bécquer — repitió y puso la hoja en mis manos.

La miré.

Era la Rima X y justo debajo el nombre del autor "Gustavo Adolfo Bécquer".

—Estoy buscando un libro.

Doble la hoja para guardarla entre las páginas.

—Ese poema me gusta mucho —susurró encogiéndose de hombros.

Desdoblé la hoja y me recargue sobre el estante.

—"Los invisibles átomos del aire, en derredor palpitan y se inflaman..."

Leí despacio y ella se acercó más a mí para escuchar mejor. Inhale su exquisito aroma antes de continuar.

—"El cielo se deshace en rayos de oro, la tierra se estremece alborozada"
Tragué saliva despacio, era consciente de su mirada atenta y de sus labios
ligeramente entreabiertos.

—"Oigo flotando en olas de armonías, rumor de besos y batir de alas; mis
párpados se cierran... ¿Qué sucede?"
—Es el amor que pasa.

Mi profesora susurró el final del poema tan cerca de mi oído que sentí el roce de sus labios.

Ninguna se movió, nuestros rostros estaban tan cerca que nos repartíamos el poco oxigeno que se colaba por el escaso espacio.

Sentí una suave mano acariciar mi mejilla, alcé el rostro despacio para encontrarme con sus ojos...

Esta vez no sentí nauseas.

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Jijiji. Los dejé con la intriga???

SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora