Capítulo 10: Y Entonces Lo Supe

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Presiono responder.

Escribo y borro mensajes con manos temblorosas y el corazón latiéndome de prisa.

"¿Vienes?" esa fue una pregunta "Ya estoy sola" ¿acaso era ese un
ofrecimiento? No parecía molesta por haberme sorprendido hurgando en su aula, incluso había participado en mi mentira al director. ¿Qué es lo que
quería? Tratándose de Bae Irene era imposible adivinar, esa mujer era
un misterio dentro de otro.

¿Qué tenía que responderle? Tal vez lo más indicado era mentirle, decirle que estaba en clases o de plano ignorar su mensaje y fingir que nunca fue leído.

Respiré hondo. ¿A quién trataba de engañar? Moría por verla.

Mi respuesta fue dicha en dos letras.

>>Ok.

Mientras caminaba a su salón me sentí como un estúpido muñeco vudú, allí estaba. Posiblemente me gritaría, me reportaría, me castigaría con un jodido ensayo, tal vez me bajaba puntos o mandaba a llamar a mis padres... me podía llamar para un millón de cosas y ninguna debería buena, sin embargo respondí
"Ok" por el simple hecho de que cualquier castigo valdría la pena si sacaba mi necesidad de verla.

Apenas iba a golpear la puerta cuando esta fue abierta dejándome con la mano en el aire.

Ella me escudriña con sus desquiciantes ojos negros por una fracción de segundo e inesperadamente me jala y cierra la puerta del salón.

Yo tengo un mini infarto, todos mis sentidos cayeron presas de su arrebato.

—Tú no sales de un problema y ya estás buscando meterte en otro.


Aquello es un regaño a todas luces pero ella no parece molesta en lo absoluto.

Qué mujer tan extraña.

Abrí la boca con la intención de disculparme pero ella me dio la espalda para caminar hasta su escritorio. Dudé unos segundos antes de seguirla.

—Usted me pidió que viniera... —comienzo a dudar que el mensaje hubiese sido para mí.

Tal vez cometió un error, tal vez el texto iba dirigido a otra alumna. Sentí como mi estómago era rociado por ácido y de nuevo tuve el impulso de alejarme.

—Yo te lo propuse —dijo con un falso tonito de inocencia.

En mi cerebro se dibuja un enorme signo de interrogación.

— ¿No quería que viniera?

—Me inquieta saber ¿Qué no tienes más clases?

Con esos arranques bruscos que tiene se gira y mediante una seña me indica que me siente en su silla. Ella se pone sobre el escritorio y sus ojos me
bombardean.

No le obedezco. Me quedo de pie, a su lado, mirándome las uñas.

—Algebra —susurro dudosa— pero iba a llegar tarde así que...

— Ha claro, que perdiste un libro ¿Ya lo encontraste?

—No estaba buscando un libro...

Era mejor dejar de mentir.

— ¿Perdón? Es que no te escuche bien...

Me había oído perfectamente. Bien, yo había entrado a su salón motivada por un impulso estúpido y ahora pagaría caras las consecuencias, ella estaba jugando conmigo. Me torturaría antes de matarme. No esperaba menos de Bae Irene.


—No estaba buscando un libro —le digo en voz alta y enfrentándome a sus ojos.

Ella arquea las cejas interrogante.

— ¿Qué buscabas entonces?

Le había mentido al director, no podía retractarse y decir que yo andaba
husmeando en sus cosas. Así que el asunto solo era entre nosotras dos, nada me salvaba de un ensayo pero preferiría eso a una nueva visita de mis padres.

Estaba claro que mi mamá y la profesora no se soportaban y no quería ser la causa de un altercado entre ellas, estaba visto que ambas tenían un carácter bastante explosivo.

—La estaba buscando a usted.

Vuelve a indicarme con un gesto que me siente. Pero me quedo como una
estatua de mármol en mi lugar.

— ¿A mí?

Podía percibir el arduo trabajo de mi cerebro buscado excusas coherentes.

—Quería invitarla a almorzar.

Levantó más las cejas

—Usted me ha invitado dos veces —continúe— me parece correcto que la tercera corra por mi cuenta.

Allí estaba, la odiada profesora de literatura, completamente muda.


Llevaba muchos años trabajando en la docencia, se sabía todos los pretextos, pero nunca se esperó que una excusa viniera cargada de tan buenos argumentos ni una actitud tan decidida.

No planee mis palabras, pero cuando estas salieron de mi boca entendí que lo que le había dicho era verdad. Desde el principio esas fueron las intenciones de mi subconsciente.

—Siéntate.


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SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora