Capítulo 16: EL último beso.

37 7 5
                                    


7–9 minutos

Nos encontramos de nuevo, en la esquina del colegio, tal como lo habíamos acordado y al subir al auto me atrajo hacia ella para besarme.


No fuimos hasta su departamento si no rumbo a una pequeña casa bastante lejos del colegio. Casi al otro lado de la ciudad. Fueron 45 minutos de viaje, pero cada vez que un semáforo lo permitía nos entregábamos a una nueva
sesión de besos hambrientos.


- ¿Aquí traes a tus novias? -pregunté saliendo del auto.


Ella sonríe y camina hacia mí.


-Ninguna de ellas ha sido hija de policías -responde con sus labios en los míos- eres la primera.


No me da tiempo de discutir, su boca se apodera de la mía con desesperación y deseo, en uno de esos besos que solo pueden darse cuando tienen la cama por escenario y nosotras seguíamos en plena vía pública.


-Irene...


Giro el rostro para detenerla, pero ella no se aparta en lugar eso sus dientes aprietan ligeramente el lóbulo de mi oreja.


Me estremezco. ¡Por Dios ella realmente me desea!, allí mismo, en ese momento. Y yo estoy a punto de perder la voluntad, el control y muchas otras a la vista de cualquiera.


-Nos miran -susurro sin fuerzas.


Me abraza y me conduce a la casa. Sus manos tiemblan y le cuesta abrir la
puerta, cuando finalmente lo consigue descubro que el sitio no es tan grande ni elegante como su departamento, pero sin duda es mejor que la mía.


No me da tiempo de hacer más observaciones. Una vez que cierra la puerta me pone contra la pared y de nuevo nuestros labios se buscan ansiosos. Allí ardiendo en el deseo mi profesora de literatura me enseña todo el catálogo de besos disponibles en el mundo. Probé besos tiernos y húmedos, apasionados y dolorosos, mordiscos placenteros. La fuerza sobrenatural que estábamos
invocando dotó de vida propia nuestras lenguas. Percibí su mano tanteando mi intimidad y yo misma frotándome contra su cuerpo. Al recorrer mi cuello sus dedos índices y pulgares atrapaban mis pezones, dolía de esa forma que sólo te hace desear más.


No sé cuánto duró, en ese instante el tiempo era un concepto trivial que bien podía irse al carajo.


-Vamos arriba -ordena.


Subimos las escaleras retando a la suerte. Entre besos, abrazos y manoseos que hacían temblar mis piernas.


Finalmente caímos encima de la cama. Irene apartó los cojines de un
manotazo y empezó a desnudarme, intenté despojarla de su ropa pero ella escapaba de mis manos temblorosas con agilidad.


-Déjame tocarte -le suplico.


Ahoga mi petición con uno de sus besos y luego me da la mano para que me levante. Se aparta para contemplar mi cuerpo desnudo con esa mirada que parece estar estudiando una compleja ecuación.

SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora