Capítulo 8; Es Solo Una Amiga

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Estábamos a un movimiento de vencer la distancia entre nuestros labios, a un segundo de que yo cayera por el borde de su mirada, a un suspiro de perder el control.

Ya no tenía el dominio de mis propios pensamientos, ni de mi cuerpo, ni de nada en absoluto, yo era un jodido títere cuyos hilos se enredaban entre sus dedos.

- ¿Qué te pareció? -preguntó soltando mi mejilla y apartándose un poco.

Su expresión no había cambiado y aun podía oler su perfume pero entendí que ya estaba muy lejos. Y el frío de su distanciamiento me heló los huesos.

-Me ha gustado. Pero no conozco mucho de poesía así que no puedo darle una opinión inteligente -mi voz suena alterada, pero trato de controlarme.

-Lo sabrás, yo te voy a enseñar después de todo, soy tu profesora -lo dijo acompañada por esa sonrisita suya que me ponía como un cubito de hielo en el infierno.

-La poesía no es mi fuerte, me cuesta mucho entenderle.

-No tienes que entenderla, tienes que sentirla, vivirla con tanta intensidad que al escuchar un verso tu piel entera arderá consumida por las pasiones del autor.

Me quedé boquiabierta, mirándola como una idiota. Esta vez sus ojos no me torturaron, ni me encadenaron, en ese momento estar bajo su mirada se sintió como una suave caricia.

-Me gustaría experimentar eso -confieso.

-Ya verás que un día la vida misma te va a encarnar un poema tan hondo que sentirás que tú lo has escrito -murmuró poniéndose seria pero con la mirada iluminada- ¿Nos vamos a comer?.

Registré el libro para llevármelo antes de salir. En el colegio sólo quedaban
unos cuantos chicos jugando y una pareja despidiéndose acaloradamente lo cual me hizo recordar cuan cerca había estado de besar a mi profesora. El recuerdo coloreó mis mejillas. Realmente desearía tener poderes telepáticos y conocer lo que ella pensaba con respecto al suceso.

Me abrió la puerta del auto y condujo en silencio hasta un pequeño
restaurante bastante rustico a unos 15 minutos. El sitio estaba lleno de gente pero fuimos recibidas por una chica rubia que le dio un fuerte abrazo y un sonoro beso en la mejilla a MI maestra de literatura y no tardó más de dos minutos en prepararnos una mesa.

-Irene me encanta tenerte aquí.

Jaló una silla para sentarse en nuestra mesa exageradamente cerca de mi
acompañante.

-Es un gusto verte Lisa-respondió muy seria.

- ¿Cómo te ha ido? -preguntó mirándola como si no hubiera nada más interesante en el mundo que la mujer frente a ella- realmente me molesta que desaparezcas así como así.

SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora