Capítulo 15: ¡Es tan hermosa!

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Nunca tuve tanto miedo como esa tarde, cuando esperaba que mis padres llegaran y luego cuando tuve que enfrentarlos. Decirles que no había tenido ganas de ir al colegio y que había ido a dar un paseo al parque.


Obviamente no me creyeron, sabían que había estado con Joohyun, aún no
había manera de demostrarlo pero ellos no descasarían hasta encontrarla, y lo harían si yo seguía actuando como una estúpida y dejaba que ella me llevara a su departamento.


Dios, cómo rayos iba a alejarme de ella si de tan solo pensar en lo que pudo haber pasado si mi padre no hubiese interrumpido era como invocar a todos los demonios que habitaban el mí. No tenía sueño, resultaba imposible dormir con esas ansias que se habían mezclado con mi sangre y viajaban por todo mi
cuerpo.


Era de madrugada cuando golpearon la puerta de mi habitación. La persona al otro lado no espero mi respuesta para entrar. Pero yo sabía muy bien quien era. Cerré los ojos, confiando en que al verme dormir me dejara en paz pero en lugar de ello se sentó en la cama a observarme por un largo rato.


—Jis... —susurró finalmente.


No me moví.


—Jis, por favor.


Suspire.


—Ahora toca el turno a la policía buena. Vas a fingir ser mi amiga, te vas a identificar con mi situación, me prometerás un caballete nuevo y querrás que te diga la verdad. Pero no hay más que decir, ya saben lo que hice por la mañana y lo único que hace falta es que me crean.


—Tienes que confiar en mí. Soy tu madre.


—Si va a continuar el interrogatorio entonces llamaré a mi abogado.


—Tú no vas a necesitar uno —murmuró con cariño— pero ella sí.


Sus palabras detuvieron un milisegundo mi corazón.


— ¿Y de qué se le acusa si se puede saber?


Esta vez es mi madre quien suspira. Parece cansada y da la impresión que en un solo día ha envejecido escandalosamente.


—Jugar contigo es delito suficiente para mí.


—Ella no ha jugado conmigo. No sé de qué hablas.


—Claro que no lo sabes —dice— tu no la conoces como yo.


—La conozco muy bien, es mi profesora. Es muy inteligente, preparada y más que nada respetuosa... tal vez cometió errores en el pasado, como mucha
gente, pero ella aprendió la lección y eso es lo que ustedes no entienden.


—Eres tu quien no entiende Jis. No viste a esas chicas, no sabes...


—Claro que lo sé mamá, lo sé todo. Sé que eran muchas, que sé la querían,
conozco a la perfección ese cuento. Te puedo recitar toda una nota
periodística referente al acontecimiento. No hay nada sobre ese incidente que yo no sepa.


—Cariño, tu no estuviste allí —me suelta, al parecer la policía buena ya se había ido—esas niñas la adoraban. Niñas hermosas, con un futuro brillante, que no hubieran dudado ni un segundo en ir a la cárcel por ella.


—Para empezar eran universitarias —le recuerdo— no tenían nada de niñas. Y Joohyun no es una bruja ni nada por estilo como para manipular la voluntad de las personas, lo que sea que sus novias hayan dicho lo hicieron por propia voluntad.


Cierra los ojos y se levanta. Al parecer quiere gritarme, pero se contiene.

—Tanto tu padre como yo sabemos que estuviste con ella.

— ¿Son adivinos? —pregunto molesta.

—Hablas igual que esas chicas —susurra—Ni siquiera llevas mucho de conocerla, mi vida, por Dios. Imagina que tu padre la atrapa con las pruebas suficientes para llevarla a la cárcel. Y que cabe la posibilidad de que tú puedas tomar su lugar. Solo imagina ese escenario y pregúntate algo ¿Lo harías?

—Mamá...

—No me digas nada. Tú respóndete e interpreta la respuesta. Eres lista.

Fue imposible dormir. No con esa pregunta ni mucho menos con la respuesta.

¿Qué me estaba pasando?

Entré a la ducha muy temprano. No había dejado de pensarla ni un segundo, cuando el cansancio me venció soñé con ella. Estaba en todas partes, a donde mirara ahí la llevaban mis pensamientos. Aquello no podía ser normal. Tan sólo se trataba de un capricho, de una ilusión. Un día iba a despertar y seguiría siendo la joven inexperta y callada que babeaba por el hermano universitario de su mejor amiga. Una persona del género masculino que le gustaba desde
hacía más tiempo del que podía recordar. Eso sí parecía real, ir a la cárcel por un chico que le gustaba desde siempre era lógico y sin embargo no concebía esa idea y lo más curioso era que ni podía recordar su nombre. Traté de imaginarme en sus brazos, traté de imaginar que él me ponía contra la pared y me besaba, pero fue imposible, nauseabundo, ridículo.

— ¿Qué me has hecho Bae Irene? —murmuré ordenando mis libretas
en la mochila.

Era temprano y necesitaba arreglar mis cosas. Casi podía imaginar lo atrasada que estaba con mis materias, no había hecho trabajos, ni repasado, ni nada. Y fue hasta ese momento, hurgando en mi mochila, cuando vi el libro que había sacado de la biblioteca. Ni siquiera lo recordaba, pero tenerlo en mis manos fue suficiente para que lo ocurrido ese día regresara a mi memoria y lo vi todo
como si se tratase de una película.
Pasé las páginas para buscar el poema y lo leí de nuevo. Era mágico, sentí a
Irene tan cerca que pude percibir su aroma, su calor y sus labios húmedos.

Miré la página que había quedado abierta, y el poema en ella también me la recordó.

-.-

¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,

Es altanera y vana y caprichosa;

Antes que el sentimiento de su alma,

Brotará el agua de la estéril roca.

Sé que en su corazón, nido de sierpes,

No hay una fibra que al amor responda;


Que es una estatua inanimada pero,

¡Es tan hermosa!

-.-

Ahí estaba descrita. Bae Irene era un poema de Bécquer.

Era mi poema favorito, mi obra predilecta. Mi inferno, mi cielo y mi abismo.

Llegó de repente y se alojó en mí para siempre, así de simple, sin explicación, ni complicadas teorías que me respalden. Porque las cosas importantes de la vida no tienen que tener un jodido nombre, ni una explicación, ni mucho menos leyes absurdas que las limiten. Porque el oxígeno era oxígeno y había
estado aquí y era fundamental para vivir, mucho antes de que las personas fueran capaces de darle un nombre. Porque los latidos del corazón nos mantenían vivos desde mucho antes de que nosotros mismo supiéramos que llevábamos dentro semejante órgano. Por qué las estrellas brillaban incluso
antes de que hubiese ojos que las contemplaran.

SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora