Capítulo 11: Parte dos

50 6 16
                                    


La miro interrogante.

— ¿Cómo lo supo?.

Se encoje de hombros.

—Tú me dijiste, que ibas a almorzar con él todos los fines de semana.

—No con él, más bien en el lugar donde trabaja —le digo— ¿Necesita algo?

— ¿Me invitas a pasar? —pregunta mirando mi casa.

Soy un manojo de nervios ambulante y mis manos tiemblan mientras busco la llave correcta.

La siento sonreír a mi lado. Lo que me faltaba, se burla de mí.

—Tienes una linda casa —dice cuando por fin logro abrirle.

Aterrada veo como dirige su atención a los cuadros que adornan las paredes.

—Mi madre insiste en exhibirlos... ya sabe cómo son los padres con sus hijos, ella ve esas pinturas mejores que las de Picasso...

— Eres bastante buena —murmura— realmente tienes talento.

Agradezco que esté de espaldas y no pueda verme enrojecer.

Camina despacio. No puedo creer que esté allí y no puedo entender que es lo que quiere. Se aparece de pronto como sin nada, después de haberme
ignorado.

—Es pequeña. Pero prácticamente estoy sola aquí, eso la hace parecer muy grande a veces.

Me adelanto para llevarla hasta la biblioteca de mi madre.

—Tiene buen gusto —dice mirando algunos títulos.

—Yo solo me he leído unos cuantos.


—Es increíble lo parecida que eres a tu madre.

—Sí, todos me dicen eso...

De verdad que éramos idénticas. Pero mi madre era alta y de cuerpo atlético mientras que yo era una enana debilucha.

Aprovecho que está ensimismada mirando a su alrededor para contemplarla con mayor detenimiento, necesito guardar su imagen en mi mente. Así como
está ahora, sin fingir ser nadie más, sin estar presionada por el sistema,
agobiada por sus alumnos o cansada del trabajo.

No puedo entender como puede ser tan perfecta.

Se lleva las manos a los bolsillos de sus jeans.

— ¿Cómo va ese ensayo?—pregunta caminando hacia mí.

Es increíble lo complicado que se vuelve respirar cuando ella está cerca.

—Lo empezaré en cualquier momento... —me encojo de hombros— estaba esperando el fin de semana para dedicarme a ello.

—No tienes que hacerlo. Por eso vine hasta aquí, estaba un poco alterada por mi encuentro con el director yo... no tengo motivos para castigarte.

—Entré a su salón sin permiso, el castigo está bien fundamentado.

Ella niega con la cabeza.

—Tú fuiste a buscar un libro. Esa es la declaración oficial.

Me sonríe.

Es increíble como puede ser una verdadera pesadilla y luego simplemente se vuelve tan encantadora.


Pasa por mi lado y sale de la biblioteca, voy detrás de ella, la miro curiosear por ahí como una niña dentro de una juguetería.

Tengo el impulso de caminar a su lado, de decirle que no quiero separarme de ella, que me gusta su compañía, de al menos invitarla a ver una película, pero no me atrevo, siempre que quiero dar un paso hacia ella término alejándome 20. No podía seguir más a mis tontos impulsos, tenía que ser inteligente y paciente... muy paciente.

SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora