Capítulo 9: Parte dos

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Cuando la clase finalizó fui la primera en salir. No esperé a nadie, a grandes zancadas me dirigí al baño y una vez adentro golpee la pared con fuerza. Iba a estallar, de pronto sentía que mi vida entera estaba de cabeza por cuestiones que se escapaban de mi entendimiento.

—¿Qué estás haciendo conmigo Bae Irene?

Una chica de primero se acercó a lavarse las manos y me miró de reojo con cierto temor, como si fuera una cucaracha parlanchina que había salido de las cañerías.

Genial, ahora sería la lesbiana loca del colegio.

Bufé malhumorada al pasar por su lado y volví sobre mis pasos hasta quedar frente a la puerta de literatura.

Golpeé con los nudillos antes de ponerme a pensar que estaba haciendo ahí.

"Solo quiero verla" me dije interiormente "Saber que ayer almorcé con ella... que no fue un sueño. Quiero que me mire"
Pero adentro nadie respondió, había notado antes que cuando lee se queda ensimismada, como si el libro se la hubiese tragando.

Llamé con más fuerza, de nuevo sin resultados.

Respirando profundo empujé la puerta y tímidamente me asomé al interior.

No estaba ahí.

Sin medir mis acciones entré al salón cerrando la puerta tras de mí. Caminé directo al escritorio. Allí estaba ese libro que tanto leía. Lo tomé entre mis manos y me senté en su silla. Era bastante cómoda y tenía su aroma, respiré profundo y cerré los ojos dejando que la sensación de su
cercanía creciera.

Me estaba convirtiendo en una desquiciada fetichista.

— ¿Qué estás haciendo conmigo Bae Irene?

Repentinamente la puerta se abrió, me levanté como impulsada por una
descarga eléctrica, pero ella me vio, aunque sólo de rojo. Estaba más atenta al director que era quien había abierto sin dejar de mirarla mientras le gritaba.

—¡... Creí que eras más lista!

Me aleje temblorosa del escritorio sin perderme detalle.

El director no se había dado cuenta que yo estaba ahí y mi profesora lo miraba impasible.

—Discutí con toda la junta para tenerte aquí —siguió gritando con un pie adentro del salón y otro en el pasillo.

La profesora de literatura arqueó las cejas y clavó sus ojos en mí. El director siguió la ruta de su mirada y de pronto ambos me dedicaron su total atención.

Yo estaba de pie en medio del salón, con la boca ligeramente abierta,
temblando de pies a cabeza y mirándolos como una idiota.

— ¿Señorita Jisoo que demonios hace aquí?

Ahora yo era el blanco de su furia.

—Yo estaba... —mi mente no funcionaba del todo bien—Estaba buscando... un libro... yo creí que lo había dejado aquí, pero, pero no está por ningún lado...

La profesora Irene caminó despacio hasta su escritorio manteniéndose
totalmente inexpresiva.

—Le envíe su libro con la señorita Park—comentó sin mirarme mientras se sentaba en el lugar que yo había usado dos segundos atrás.

—Entonces iré a... a buscarla... a Roseanne.

No podía creerlo, Bae Irene me había seguido la mentira le gritaba.

Pasé junto al director que me obsequió su peor mirada y cerré la puerta detrás de mí.

Me recargué en la pared y respiré profundo varias veces. Últimamente yo era una imprudencia tras otras. Estaba a punto de marcharme cuando la voz ronca del director se volvió a escuchar.

—De eso estoy hablando... No soy un hombre de segundas oportunidades y tú no te merecías ni la primera...

Hubo un silencio. Supuse que la profesora estaba hablando, pero como ella no se encontraba exaltada su voz me resultaba inaudible.

—Es hija de policías...

Mi corazón volvió a latir acelerado ¿hablaban de mí?

De nuevo el silencio que indicaba que ella estaba hablando.

—Te traen entre ceja y ceja. Un solo movimiento estúpido de tu parte y nada te salva. Estas en la cuerda floja, desde que se supo lo de...

—Podemos hablar después —la escuché decir— cualquiera podría estar cotilleando detrás de la puerta...

Salí corriendo del pasillo sin pensármelo dos veces. ¿Sabía que yo estaba ahí o lo dijo al azar? Cada día eran nuevas preguntas sobre Bae Irene y cada vez estaba más lejos de responder al menos una. ¿Hablaban de mí? ¿De mis padres?

Necesitaba pensar, al menos todos estaban muy concentrados en sus aulas y no tenía que soportar miradas inquisidoras sobre mí.

Salí al patio cuidando que nadie me descubriera de ociosa en horas de clases y me regalara una nueva visita de mis padres. Iba en camino a mi refugió detrás de un árbol gigantesco cuando el móvil, en el bolsillo trasero de mis jeans, comenzó a vibrar. Al consultarlo descubrí que había entrado un mensaje de un número desconocido.

Curiosa lo abrí.

>> ¿Vienes? Ya estoy sola. Bae Irene.

El corazón me dio un vuelco.

(...)


SI FUERAS MIA | JireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora