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El ruido de la puerta cerrarse y la negrura del cuarto se fué, su mano seguía en mi muñeca y su cuerpo detrás de mí.

Me llevó hacia un espejo que ocupaba totalmente mi cuerpo y reflejaba parte de éste.

El humificador era lo único que daba luz, una mísera parte me dejaba ver su remera negra y mi piel contrastando.

Y ahora qué, pensé.

— Esto no me da gracia, Ju—supuse que si acotaba rompería la tensión tan rápido como una aguja. Pero me equivoqué un poco, ahora tenía sus orbes puestos en mí.

— No quiero que te vean así —explicó, dándome la vuelta y colocándome tal que pueda ver cómo se me veía el short.

Sí, bueno, un poco pequeño. Debía tener dos tallas menos que yo pero como es elastizado... Se explica solo.

— En todo caso, vos me compraste la ropa y ese —le dije señalando el espejo— justamente me queda chico.

— Entonces sacatelo—demandante, frío, había algo que no me cuadraba.

Éste tipo es posesivo, pensé.

— No, Julián —lo miré, quedando a centímetros de él — no tengo ropa más que la que me compraste, y es el único short.

Su cara estaba seria hace cinco minutos, ahora se transformó por completo. Estaba enojado, lo sabía.

— Van a venir los idiotas de Enzo y Emiliano y cualquiera de los dos si te ve así—me tomó de la cintura— se van a querer acercar y no para algo bueno.

— Bueno —respondí, saliendo de sus brazos y acercándome a los cajones donde se encontraba mi ropa— que lo intenten.

— Giole.

— Julián.

Nuestras miradas se interceptaron, sé que intentaba descifrar algo de mi y yo entender algo de mi. Se quedó ahí, parado, esperando que yo diga algo más pero sólo me sentía de alguna manera atrapada entre la distancia de sus ojos y los míos.

Despabilé, al escuchar el sonido del timbre.

Julián prendió la luz, dispuesto a irse, como si se acordara de algo se dió media vuelta y se acercó hacia mi. Me dejé alzar una vez más, y al contrario como veces anteriores que esperé a que él se acerque, fuí yo la que juntó nuestros labios.

• • •

Cuando se fué, hace como veinte minutos, me dispuse a ver los vestidos que él mismo compró para mí.

El cajón resaltaba con diferentes colores, los vestidos eran para diferentes ocasiones. Yo quería uno para hoy.

Si él creía que no podía usar algo ajustado sólo porque estaban los pajeros de sus amigos, que siga pensando lo mismo.

Entre los vestidos oscuros, encontré uno negro de mangas largas y corto en las piernas. No sabría qué tela es, pero de que me quedaría pegado al cuerpo, seguro.

Me tomé el tiempo, mientras escuchaba quién llegaba y quién no.

Sé que estaría Cuti, su tonada se reconoce en cualquier lado, Enzo, Dibujin y el que recién llegó sería el tío Ota.

Me reí, que no lo dejen poner música por favor.

Primero me maquillé, en el cajón de skin care había una que otra cosa. No sabía si él se había equivocado al comprar o lo hizo con propósito.

Arriba del labial marrón, terminé con un gloss.

Ahora sí, pensé.

Para mi suerte mi cabello ya necesitaba un alisado. Al secarse, naturalmente ya había tomado la forma natural de unos bucles.

La hija de Scaloni © BloomyquoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora