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POV JULIÁN

Abrí los ojos después de escuchar un ronquido. Al principio me asusté, caí en cuenta sin mirarla que era ella.

Me senté en la cama, tronandome el cuello y estirandome. No sé qué hora es pero maaamiita la siesta que me pegué, pensé.

Un papel, a mi derecha me llamó la atención.

Me fuí a charlar con Lean, cielo ntp, vuelvo para dormir.
Estabas cansado así que no te desperté para cenar, cualquier cosa, te pago la cena.
Te quiero <3

Esa letra tan reconocible. Así que ayer fué con Lean... La miré un momento, prestando atención a los detalles de su cuerpo.

Su cabello negro lacio, contrastaban con su piel. Lleva puesta mi ropa, pensé. Sonreí. Su cabello, mi ropa, los pequeños puntos en su piel alrededor de su cuello.

Suspiré. Algo habrá pasado. Sus ojos estaban hinchados, como cuando lloras por noches largas y enteras sin descansar.

¿Lean le habrá hecho algo? ¿Habrá tenido otro ataque de pánico?

Lean no es de esas personas, no lastima. Es más propenso a ser lastimado que lastimar a alguien más.

Dejé de pensar, me levanté y me fuí a bañar. Me había levantado dos horas antes de lo normal, así que debía aprovecharlo.

Justo antes de entrar a la ducha, realicé que no traía ropa de más. Negué. Llamar a Enzo ahora sería la muerte segura y más rápida, usar la ropa de Gio podría pero me quedaría pequeña.

Ya fué, dije.

Me bañé, tomé el toallon más grande y me lo até a la cintura. Salí, ella seguía durmiendo.

Tomé despacio, sin hacer ruido ni prender la luz, su "tarjeta multi usos" como la llama ella y me escabullí fuera de la habitación.

Pasé por los ascensores, riéndome y saludando a las cámaras por los pasillos. Al llegar a mi habitación usé la otra tarjeta, la mía. Entré y Enzo dormía plácidamente.

Me acerqué al guardarropa, tomé unas cuantas mudas de ropa, incluyendo las remeras que no usaba del Manchester.

Me cambié rápido y volví a salir, de nuevo saludé a las cámaras haciendo caras.

Me divertía.

Abrí la puerta, otra vez, de la habitación de Gio y acomodé mi ropa en los espacios que creí que ella no utilizaría.

Creí, porque había dos camperas hechas bollo. Las miré mejor, intentando no hacer ruido.

Las tomé y las apoyé en el sillón frente a la tele. Las dos no tenían número pero eran oficiales del Inter de Milán.

¿Qué hacía Gio con las camperas de Lautaro?

De sólo pensarlo se me erizó la piel. Ya sabía de las intenciones suyas con Giole, no quería saber nada de él. Con suerte no me arrepentía de jugar junto a él.

Hice un bollo las dos camperas azules oscuro, las tiré a un lado y decidí no darle más importancia.

Ella sabe lo que hace, quizás. Pero no sabe dónde se está metiendo y eso me asusta.

Respiré profundo.

Pronto serían las 7 y luego la hora de desayunar. Debía hacer algo por Gio, para verla mejor, esas ojeras y su carita hinchada me estrujaba el alma.

Recordé que hoy llegaban sus tíos, mis ídolos.

Me acerqué a ella, dándole un besito en la frente, intentando que se despierte. No lo logré.

Al contrario de lo que esperaba, simplemente me dió la espalda.

Sonreí. Al menos me daba tiempo para otra cosa.

Busqué en internet cómo quitar la hinchazón en los ojos, se supone que con hielo y un par de cucharas. ¿Pero cómo podría conseguirlo?

La pensé, no habría nadie a esta hora en la cocina. Podría escabullirme y robar dos cucharas y un bote con hielo, devolverlo por la noche, cuando los de limpieza y seguridad están en la otra parte de la AFA.

Volví a lo mismo, tomé las dos tarjetas, salí de la habitación y fuí derecho por las escaleras para que no me vean por las cámaras.

Al llegar a la cocina, todo se veía oscuro, hice lo más rápido posible sin ruido para salir de allí. No encontraba el bote de aluminio, se supone que debía estar ahí con el hielo pero no.

Busqué por otra parte, donde guardan las ollas y los platos, pero solo encontré las cucharas.

Al cabo de dos minutos, estaba tomando el hielo para ponerlo en el bote que encontré hasta que uno de ellos se me cayó. Lo encontré cerca de una caja a la mitad de la cocina.

Se me dió por ver dentro de la caja, había chocolates, turrones, mantecoles y unas bolsas de caramelos de dulce de leche. ¡Bingo! Agarré un poco de todo, lo metí dentro de una tote bag pequeña y me fuí con todo en la mano.

A Gio le encantaría un desayuno en la cama con mantecol, es su dulce favorito, sólo comía eso en las fiestas.

Imaginé su carita de felicidad, sonreí, definitivamente le iba a hacer un desayuno en la cama.

• • •

Me encontraba en su habitación, acomodando una bandeja con los caramelos, los chocolates, los mantecoles y los turrones de oreo. Me faltaba el té que ella toma, pero no podía tardar en la cocina.

Recordé que la pava eléctrica la tenía Pezzela. Antes de salir, acomodé las cucharas dentro del cubo con hielo para que se vayan enfriando.

Dejé todo como estaba y corrí hasta su habitación antes de que despierte, la pava es mía gil, pensé.

Cuando conseguí todo, incluso el té que a ella le gusta (que se lo robé a Armani), me dediqué a observar la pava eléctrica que estaba a punto de hervir.

Despacio, me fuí despegando de ella, que seguía durmiendo de espaldas a mi. Cancelé la alarma de siempre antes de que ella se despierte por error y le preparé el té de jazmín.

Todo listo, dije.

Hora de despertar a la bella durmiente.

Me acerqué despacio, dándole besitos en toda la cara, a veces se reía y me empujaba de la cama.

Ésta vez, abrió los ojos como si hubiera visto un fantasma y empezó a llorar sin hacer el mínimo ruido.

— ¿Gio? —pregunté, se veía alterada— ¿Qué te pasa? ¿Hice algo mal?

No respondió, se quedó callada, mirándome fijamente.

— ¡Gi! —le moví los brazos, para tener una respuesta, pero seguía igual.

Después de unos segundos, me abrazó. Fué raro, como si fuese un objeto delicado por quebrarse.
Me despegué poco a poco, y la miré esperando que diga algo, pero negó con la cabeza como si supiera la pregunta.

— P-perdón —le limpié las lágrimas y le señalé el bote a su lado.

Asintió. Se levantó, lo tomó y se encerró en el baño.

La hija de Scaloni © BloomyquoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora