020

103 7 0
                                    

POV Lautaro

Momentos atras

Qué mal me estaba llevando con Ale, cuesta una banda. Me mandaba a la quiaca a cada rato porque no podíamos hacer un pase mínimo. La vez pasada fué con el tonto de Álvarez y Sergio.

Ahora parece que hasta medio plantel está en contra mía. Bien que fué idea suya hacer todo esto, imbéciles. Excepto de Sergio y Julián

Aún así me miraban mal, el partido iba en picada hoy hasta que ella apareció; le subió el ánimo a todos. Al final ganamos, y Julián se quedó de brazos cruzados en la cancha, porque los que íbamos a ir de fiesta íbamos a ser nosotros.

Ja, ahí tenés, pete.

Terminó el partido y me bañé, me puse rápido la ropa y bajé creyendo que era tarde para el almuerzo.

Increíble que no me haya devuelto mis camperas, pensé imaginándome a Giole usándolas.

¿Me estará evitando? No creo que Julián le haya dicho algo, él no sabe nada. Con Enzo no hubo oportunidad que yo sepa, el Dibu tampoco, Leandro..

Leandro.

Los chicos hablaron de hoy sobre que Lean le hizo llorar, pelotudo.

Más le vale tener la boca cerrada porque me voy a comer tremenda conjetura de Scaloni y después un despido.

Estos días vine usando las escaleras para todo, con la esperanza de cruzarme a Gio, pero no tuve la suerte. Solo espero que no me evite, la última vez que la vi no estaba bien. Decaída, llorando, totalmente desamparada.

Bajé por las escaleras, iba divagando. Me toca hacer las cosas a mí, siempre soy yo a quien le toca cargar con la valija pesada.

Me faltaban un par de escaleras cuando me llegó el eco de algo caerse. Sonó terrible, un golpe seco. Me asusté, al principio creí que  podía ser una broma pero como estaba cerca del comedor quizás uno de los chicos o las personas del servicio.

Me apresuré, bajando de dos en dos hasta que la vi, paré en seco al reconocerla por su buzo.

- ¡Gio! ¡Gio!- la morocha se encontraba justo al pie de la escalera, totalmente inconsciente- ¡Giole, levantate!

No hubo reacción alguna. Su rostro pálido, su tez, parecía una muñeca de porcelana. Me fijé bien, no tenía ningún rasguño que indique una caída desde un lugar alto.

La tomé por la espalda y piernas, alzándola. Su cabello negro caía hacia el suelo.

Por un momento pensé ir hacia el ascensor, pero si alguno de los idiotas del plantel se le cantaba jugar con los botones no llegaría ni a palo a la enfermería. Por cierto, ¿a quién se le ocurre tener la enfermería afuera si también se la necesita dentro?

- La puta que lo parió- dije para mí, sabiendo que no me quedaba de otra que ir a morir a donde se juntaban todos los tarados que me caían mal- lo siento, Princesa, pero no queda de otra.

La tomé con más seguridad, fuí bajando de a poco las escaleras. Un piso abajo se encontraban algunas oficinas, una de ellas era la más grande, ocupada por los médicos que iban a "descansar".

Fuí lo más rápido que pude, ignorando las personas que me miraban.

Ya frente a la puerta blanca, con la placa en el centro, aclaré mi voz. 

- ¡Un médico por favor! - Gio aún no despertaba- ¡Alguien! ¿Alguien está ahí?

De momento, me encontraba ya dentro, dejándola en uno de los sillones grandes ocupados para quién sabe qué.  Para mi suerte, me abrió la puerta Tito, un médico general que hace ya rato está con nosotros.

- ¿Qué le pasó, Toro? - preguntó mientras le tomaba sus signos vitales.

Su cara iba cambiando a medida que la examinaba y le contaba, no tenía información que le valga.

- ¿No es la hija de Scaloni? - indagó con una presunta desesperación.

Asentí, desviando los ojos.

El médico rápidamente se levantó, ya que estaba a la altura de la inconsciente Gio, y llamó a recepción. Pidió que nadie use los ascensores y que traigan un trasporte.

A los minutos, la estaban subiendo a la camilla, poniéndole oxígeno y llevándola hacia el ascensor. Iba detrás de ellos pero no llegué a entrar.

 - Te veo abajo- dijo el médico, ante que se cierren las puertas.

Me sentía pesado, con un sentimiento horrible. No pude asimilar tantas emociones, bajé las escaleras intentando tener una comparación pero sólo pensé que me sentía igual de pesado que la previa de un partido importante, con un sentimiento totalmente diferente.

Pensé también, al bajar de dos a cuatro escalones, que Gio no pesaba nada. Para su altura y contextura, no pesaba. Eso me dejó aún más preocupado.

Al llegar entré casi corriendo. Los vi a un lado, cuatro estaban cerca suyo; uno con una intravenosa, otro con una bolsa intentando alcanzar el portasuero, Tito poniéndole los parches que la conectaban al monitor cardíaco, y el idiota de Kinesio buscando fracturas.

Juro que si le toca un pelo, lo mato. pensé

Fué justo, justo ahí, donde me dí cuenta.

Me di cuenta que me estaba volviendo loco por ella.

Fué también el momento preciso en que el monitor empezó a hacer más ruido y una patada hizo volar al de Kinesiología, Gio había despertado exaltada, los ojos inyectados en sangre. Con un empujón se deshizo del que estaba a su derecha con el suero, y con un codazo tiró a Tito al piso de culo.

- ¡Salgan! ¡No me toquen! ¡No me toquen! -me acerqué para llamar su atención, me miró con esos ojos, lo decía todo.

- ¡Pará un poco! ¿Sos enferma o qué? - mientras ayudé a Tito a levantarse, miré al energúmeno del de Kinesiología acercarse a ella.

- ¡Fuera! ¡Alejate! -amenazaba con patear a cualquiera que se le acerque- ¡No quiero a nadie cerca mío!

Sus ojos se iban llenando de lágrimas, poco a poco. Suspiré.

- ¿Traigo las cintas, jefe?- le preguntó, bajito para que no se escuche, el idiota a Tito.

- Vos le traes lo que sea para atarla o calmarla- lo miré, no sé con qué ojos, por su reacción- y te juro que te pongo los huevos como sombrero, ¿Entendiste?

- Toro, por favor- intercedió Tito.

- No quiero a nadie arriba de ella o cerca hasta que les diga- le dije más tranquilo- voy a intentar calmarla.

Tito me miró por microsegundos, supo también que la reacción no fué la mejor frente a los médicos, pero debíamos prevenir muchas cosas. Al ver que todos se hacían a un lado, los ojos de Gio se tornaron menos agresivos. 

- Calmala rápido- dijo antes de irse con el equipo- tiene las pulsaciones rápidas y la presión demasiado alta.

Cuando los vi irse, al escuchar el sonido de la puerta, también se escuchó el llanto más doloroso que pude haber presenciado.

La hija de Scaloni © BloomyquoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora