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Me quité el taco para no hacer ruido y lo tiré detrás del sillón. Miré a mis espaldas hacia donde se había ido Lautaro, no quería que nadie nos vea juntos, en especial Julián.

Cuando todos me dieron la espalda, corrí hacia el ventanal del fondo, siguiendo los pasos invisibles del Toro.

Varias veces miré hacia atrás, esperando que nadie me estuviera siguiendo. Abrí el ventanal y con cuidado lo cerré y, al darme la vuelta, quedé cara a cara con él.

Ahogué un grito del susto, se quedó atrapado en mi garganta.

- Lautar- Él silenció mis labios con la suavidad de su dedo índice. Se separó de mí con gestos que indicaban la necesidad de mantenernos en silencio. 

Más allá del ventanal, el jardín yacía en la oscuridad, envuelto en la noche sin más luz que la que emanaba desde el interior de la casa. El pequeño espacio verde se extendía hasta un pasillo bordeado por arbustos, apenas medio metro separando el muro vecino de la pared de la casa.

Nuestros cuerpos, a punto de tocarse, me impulsaron contra el muro con fuerza, sin importar que mi vestido pudiera mancharse con el musgo o los hongos del suelo húmedo. Su cargo blanco seguía totalmente impune frente a los yuyos del suelo y la tierra blanda.

Por un momento, el pensamiento vago de no deber estar allí se me cruzó entre otros tantos.

- Lautaro- exclamé- ¿A dónde vas? 

Sus pasos se detuvieron, se dió media vuelta y como pudo, me miró a los ojos. 

- Giole- me llamó en el mismo tono con el que le hablé- ¿Por qué me seguís?

- ¿Por qué me besaste?- enfreté esos orbes oscuros, esperando algo mísero de su parte- Me ignoraste dos semanas y ahora apareces, me besas, bailas, ¿Qué te pasa?

Lautaro desvió su mirada por un instante, como si estuviera deliberando si compartir sus secretos. La tensión en el aire era palpable, pero su voz era suave y profunda cuando finalmente respondió.

- Son efectos del vodka.

Aunque sus palabras intentaban desviar la conversación, su mirada revelaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y en ese instante, pareció que el mundo se desvanecía a nuestro alrededor.

- Lautaro, no podes atribuirle todo al vodka -insistí.

Él soltó un suspiro, como si la verdad estuviera atrapada en su pecho y luchara por salir. El misterio que envolvía su presencia y sus acciones se volvía cada vez más intrigante, este último mes me la pasé pensando y observando cada una de sus aacciones y ninguna me llevaba a nada.

- Giole, hay cosas que no puedo explicar ahora. Es complicado -murmuró, sus labios apenas rozando los míos me daba escalofríos, deseaba tenerlo más cerca otra vez, pero no sabía si era posible aguantar tanto.

- Necesito entender, Lautaro. No puedo ignorarte más -declaré, separando su cuerpo del mío, aunque deseaba todo lo contrario.

- ¿Entender qué? Ya cumplí, me estoy alejando.

Negué, no puede ser.

- No te estás alejando, cada vez te acercás más- expliqué con una mueca desilusionada- ¿De verdad querés esto?

Sus ojos oscuros me observaban con una expresión total de desesperación y angustia, una mezcla que yo ya había sentido mucho antes. Noté que aunque mi pregunta no fué respondida, él ya nervioso, desviaba la mirada cada que ahogaba el aire intentando remediar la situación.

La hija de Scaloni © BloomyquoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora