17. Marginados y olvidados

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La señora Wembley no pudo dormir en toda la noche. En paseos entre su cama y la puerta, se pasó todas las horas vigilando, puede que esperando un milagro que les devolviera el objeto hurtado; pero sabía que eso era improbable y, conforme se acercaba el amanecer, empezó a prepararse el discurso que le diría a la nigromante. Después de tantos años, temía que hubiesen echado a perder la única oportunidad definitiva que tenían.

Robert, uno de los hombres que estuvo toda la noche buscando, llamó a su puerta, haciendo que todas las esperanzas que aún albergara se desvanecieran como polvo en el viento. Era ya la hora. Cogió su abrigo y se cubrió la cabeza con el pañuelo para resguardarse del frío y la humedad, pues, aunque el sol de aquella mañana calentara, el lugar al que se dirigían siempre estaba en penumbra.

Cruzaron el puente de Mainden, pero no entraron en el barrio de Rosse, sino que se encaminaron por un camino de tierra que había al margen de este y que atravesaba una majestuosa arboleda de altos y delgados troncos. Pronto, la brillantez del sol a través de las hojas se vio opacada por la penumbra del aeródromo, impidiendo que la vegetación bajo su sombra floreciera hermosa y sana.

Greeseford era el peor barrio de la ciudad con diferencia, y ya era mucho decir después de Mainden. Situado al otro lado de la colina del Palacio Real, era, a veces, olvidado por los ciudadanos de la ciudad; incluso los nobles, arrogantes fanfarrones por su conocimiento, ignoraban su existencia. Los propios habitantes de ese barrio dudaban de si pertenecían o no a la ciudad. Marginados y olvidados vivían como ermitaños cuyo único propósito de vivir era mantener el aeródromo en condiciones. También era, para desgracia de su ya mala reputación, a donde iban a parar los de más baja clase social; más bien, aquellos que ni siquiera estaban representados en ella: mendigos, enfermos, ladrones..., así como practicantes de la nigromancia. Aunque estos últimos ocultaban sus habilidades y pocos eran los que conocían su existencia. Ni siquiera los agentes de la ley se atrevían a bajar allí.

Lloviera o hiciera un calor abrasador, el suelo arenoso siempre estaba embarrado, lo que dificultaba caminar por algunas zonas. Y jamás había encendido un farol, lo único que iluminaba las oscuras calles eran las luces bajo la plataforma: rojas, naranjas, algunas blancas, pero siempre insuficientes.

Acostumbrada por su larga vida en los suburbios y por las veces (a esas alturas numerosas) que había viajado hasta allí, no le importaba mancharse los zapatos con barro. Ya sabía todo lo que ahí abajo se podía encontrar. Robert, por el contrario, no resistía el infecto y maloliente ambiente, miraba en derredor, asombrado y asustado en partes iguales. Por su porte fornido y torvo a veces llegaba a intimidar, tal vez por eso la señora Wembley quiso que lo acompañara, pero ahora allí abajo se sentía insuficiente. Cuerpos caídos, tal vez por la bebida o por alguna enfermedad como mostraban las corrosiones cutáneas en muchos; viandantes que no parecían tener alma; mujeres enseñando partes del cuerpo que no debían y dejándose tocar por algún que otro hombre; fumadores de hierbas insanas; un grupo de gente contando las ganancias de lo robado... Aquel lugar era peor de lo que se había imaginado al oír las historias de quienes se habían atrevido a bajar.

Admirado por lo que veía, no se dio cuenta de los cinco hombres que los acechaban, rodeándolos por completo. Uno de ellos, frente a la mujer, llevaba una navaja que abría y cerraba con una mano, mientras mantenía la otra dentro del bolsillo del pantalón.

—Nuevos cachorritos en el caldero. —Tenía una expresión fanfarrona que, a su joven edad, era más divertida que intimidante.

La señora Wembley apretó con sus manos el bolso, lo que evidenciaba la inseguridad que sentía, pese a su postura erguida y valiente. Aun así, dio un paso al frente y mantuvo una voz firme.

—Vengo a ver a Margot.

El joven cerró la navaja y señaló al acompañante de la mujer con la mirada.

La conjura del eclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora