2. Sexo por teléfono.

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Miré el hall de la casa, todo seguía igual de solitario y silencioso. Mi casa se veía como esos lugares en donde los decoradores aplican todo su talento: grandes ventanales, numerosas lámparas colgantes, alfombras claras y plantas interiores. Para mí, era un hogar sin alma, solo lo utilizaba para recibir visitas y como recibía pocas visitas, se convirtió en un sitio triste y desolado. Mis lugares favoritos de la casa siempre fueron mi habitación y el laboratorio. Al cual había dotado de todo tipo de maquinarias de investigación.


Después de llegar de la conferencia, mi cuerpo lucía cansado y adolorido, pero mi mente estaba completamente excitada. Corrí al laboratorio, lancé el bloc de notas sobre el escritorio y tomé un rotulador.

Me aproximé a la pizarra blanca y escribí: "Incidente en la Universidad de Medicina". Debajo del título, agregué la palabra: "posibles causas":

1. Alfa dominante sin inhibidores (descartado)

2. Alfa en celo (descartado)

3. Alfa dominante con enfermedad endócrina (se debe averiguar)


En mi mente no podía existir una cuarta causa. Desencadenar ese tipo de estado requiere de la presencia de feromonas, algo que mi cuerpo no puede producir, ni liberar a falta de glándula, no hay duda sobre ello, entonces: ¿Qué diablos ocurrió?

Miré al señor Cachetes, mi perro de peluche, quien sentado sobre unos libros me observaba atentamente.

"Describamos los hechos del día, señor Cachetes: Me desperté por la mañana, tomé mi desayuno, similar al de cada mañana, analicé algunos datos en este mismo laboratorio hasta la hora del almuerzo y comí una ensalada con albóndigas. Luego volví al laboratorio, seguí trabajando en esos datos. Después me bañé, me inyecté el supresor y fui a la universidad".

Intenté recordar algo fuera de lo normal que hubiera ocurrido, pero tal cosa no existía. Mi rutina era casi sistemática y aburrida.

Después de mucho pensar y sin obtener ninguna idea nueva, apagué las luces del laboratorio, tomé al señor Cachetes y me fui a dormir.


***


Por la mañana mi mente estaba más despejada, había recuperado mi energía.

- ¿Qué desayunaremos hoy, señor Cachetes?

Miré al perro de peluche que vestía una bata de laboratorio y sonreí:

- ¡La avena es buena para el cerebro!

A pesar de haberme bañado la noche anterior, dentro de mí seguía la impresión de que el olor de Agatha seguía impregnado sobre mi piel, por lo regresé a la ducha y me entregué al gélido pero reconfortante abrazo del agua. Intenté no ver mi cuerpo cuando pasé frente al espejo pero los hematomas eran bien evidentes. El peor de todos ellos era uno sobre mi antebrazo derecho, lucía de un púrpura muy oscuro que resaltaba sobre mi piel blanca. Tenía varios en el cuello, una mordida en el hombro y un dolor persistente en los glúteos.

Cuando terminé de desayunar, tomé el teléfono y marqué al profesor Arana.

- ¡¿Qué quieres?! – dijo con voz huraña.


El profesor Arana nunca estaba de buen humor, vivía encerrado en la facultad corrigiendo exámenes de alumnos ricos, demasiado presumidos para recibir con humildad parte de la sabiduría que su profesor pudiera brindar, por lo que no me extrañó su actitud.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora