10. Perseguido por la policía.

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Desperté a las horas, cuando un policía le dio unos cuantos golpes a la ventanilla del auto. Abrí los ojos y me encontré con el rostro del oficial que hacía gestos para que bajara el vidrio. Me encontraba somnoliento y agotado, pero la presencia del hombre uniformado me hizo olvidarlo todo, por lo que sin pensar, seguí las órdenes y lo hice: bajé el vidrio.

- No puede estacionarse en esta calle. - sancionó el sujeto.

- Lo lamento, oficial. No lo sabía.

- Muéstreme los documentos del vehículo y el registro de conductor - exigió autoritariamente, extendiendo su mano hacia el volante del auto.

Mientras me inclinaba hasta el espacio donde guardaba toda la documentación solicitada, sentí una fuerza descomunal sobre mi brazo. Giré hacia el oficial y descubrí que el hombre se encontraba totalmente inclinado hacia el interior del auto.

Antes de que pudiera reaccionar, el uniformado presionó mi mano arrancándola del volante donde se encontraba y la metió en su boca. Lo siguiente que sentí fue la presión de sus dientes sobre mi piel.

Tal fue la potencia de la mordida que en el sitio donde sus colmillos habían impactado, comenzó a brotar algo de sangre. Retiré mi mano y me vi sacudido por los recuerdos de los ataques anteriores, empujé al oficial lo más lejos que pude y arranqué el auto a toda velocidad.

Por el espejo retrovisor pude ver como el hombre corría hacia la patrulla. Yo no conocía el circuito vial de la zona, estaba en desventaja; el oficial, en cambio debía conocer cada calle, cada casa, cada rincón del lugar.

Un nuevo nivel de horror creció dentro de mi pecho.

Me detuve en el estacionamiento subterráneo de una gran tienda y comencé a pulverizar las feromonas de Zee por todo mi cuerpo, sin cuidar la dosis o la forma de aplicación, mientras que mi otra mano sostenía el arma eléctrica sin dejar de temblar.

A los segundos, escuché la patrulla y mi corazón se detuvo.

Salí del auto, no quería enfrentarlo estando encerrado allí y vi como el policía ni siquiera se había molestado en estacionar bien su vehículo. Abrió la puerta y salió disparado hacia donde me encontraba. Su rostro estaba desenfocado, tenía las pupilas dilatadas y una mirada desesperada que se enfocaba únicamente en mi.

Lo vi aproximarse y esperé, aunque intenté no hacerlo, cerré los ojos por una fracción de segundos. Cuando los abrí, el cuerpo del oficial yacía en el suelo. El hombre se arrastraba sobre su espalda, intentando alejarse tanto como pudiera de mí. Todo su semblante se encontraba contraído y tapaba su nariz de la misma forma que lo había hecho el repugnante señor McCarthy. El oficial de policía se debatía entre alcanzarme y huir de mí.

No permanecí mucho tiempo allí, subí a mi auto y emprendí el camino de regreso a casa. En mi cuerpo se baraja el terror de la situación vivida y la tranquilidad de haber podido escapar por mi propio pie, aunque en el fondo sabía que el repelente posiblemente me había salvado la vida.

Tenía que ir al hospital, la herida de mi mano requería asistencia médica, pero aún seguía muy asustado.

Llegué a casa, entre somnoliento y dolorido. Me arrastré por el lugar dejando pequeñas gotas de sangre en el suelo claro. Divisé a la distancia mi lugar seguro, no sé bien cuanto me llevó llegar hasta mi destino, pero finalmente, me revolqué entre mis amados cojines, quedándome profundamente dormido aferrado a las prendas de mis padres y de mi salvador.


***


Me desperté con el sonido del teléfono, el número 4444 se veía en la pantalla, rechacé la llamada y volví a acurrucarme en mi rinconcito secreto.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora