29. Maurice Slapkiss

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Maurice Slapkiss siempre había sido un hombre alto y robusto. Tenía una mirada salvaje y brillosa y de sus labios finos solo dejaba escapar frases hirientes.

- ¿Cómo has estado? – pregunté mirando en todas direcciones y buscando la posición de mis guardaespaldas.

- No tan bien como tú. – dijo el alfa aproximándose unos pasos.

Maurice tenía talento para llamar la atención y para esta ocasión eligió un traje rojo carmesí y una camisa azul casi negra.

Me alejé intuitivamente y él sonrió.

- ¿Tu pareja es Zee Pruk Panich? – preguntó, pero supe que no era una pregunta sino una falsa afirmación.

Su actitud me desbordó. ¿Cómo se atrevía a hablarme? No podía olvidar todo lo que me había hecho pasar; frente a mi estaba la persona que me obligó a tener a mis primeros guardaespaldas.

No quería hablar con él, temía que me hiciera perder los estribos y que eso arruinara la feliz celebración. Ignoré a Maurice y seguí caminando pero él me detuvo, al colgarse de mi brazo. Afortunadamente Estoia apareció y discretamente lo alejó de mí.

- ¿Quién hubiera pensado que elegirías a alguien por debajo de ti? – espetó con odio.

No respondí, en parte porque yo no elegí a Zee, él me había elegido a mí, pero en realidad no respondí porque su siguiente comentario, tocó una fibra sensible dentro de mí:

- Todo luce hermoso... todo excepto tú. Parece que estuvieras en el velorio de tus padres.

Esa fue una puñalada doble porque había echado por la borda todo mi esfuerzo puesto en mostrar una expresión feliz, pero si alguien como él podía ver mi tristeza, había fallado. Y peor aún me había herido de muerte al atreverse a pronunciar en voz alta el mayor de mis miedos: la muerte de mis padres. Retuve las lágrimas y dije:

- ¿Ya has encontrado a tu omega destinado?

Miré su rostro descompuesto, sus ojos parecían perdidos y su cuerpo entero comenzó a temblar. Seguí caminando y lo dejé sufriendo en silencio, al ver a sus padres sentados en el jardín, supe que no me tocaría.

- Gracias Estoia – dije estirando la manga arrugada de mi saco.

El omega inclinó la cabeza y se alejó de mí.



Me dirigí al salón, quería distraerme con algo más superficial y me encontré con la mesa de los regalos. Era una montaña de cajas prolijamente envueltas y bolsas con etiquetas llamativas, rodeadas de varios arreglos florales.

No me sorprendía que alguien tan cálida como la señora Aixa, recibiera tales obsequios y en ese momento recordé mi regalo. Quería esperar a que todos los invitados se fueran, pero me sentía realmente incómodo, no solo por la lejanía de Zee, sino también por la presencia de Maurice.

Cada vez se hacía más patente el deseo de salir de la casa y luchar contra eso, me estaba debilitando. De pronto, me encontré con las manos de la cumpleañera sobre mi cabeza.

- ¿Qué haces aquí solo, bebé?

- Admiro tus regalos, son muchos. – dije con una sonrisa.

Ella apenas miró la montaña a su lado y dijo:

- Estoy esperando pacientemente tu segundo regalo.

"Quiero irme de aquí" eso era lo que se escondía en mi garganta.

- No es importante... yo solo quería tocar la flauta para ti.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora