27. Una carta y una mentira.

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El sol ingresando por la ventana me despertó. Con dificultad, abrí los ojos, me hallaba solo en un lugar extraño.

Tardé varios minutos en recordar dónde me encontraba y qué había sucedido la noche anterior.

Imágenes borrosas se armaban en mi cabeza y el recuerdo placentero y doloroso finalmente me hizo regresar a la realidad. Me dolía todo el cuerpo, sobre todo la zona pélvica que Zee había despedazado la noche anterior.

Sonreí al recordarlo y me cubrí con las almohadas al aceptar que todo eso ocurrió, porque yo seduje al alfa. Yo quise entregarle mi cuerpo, yo dejé que me penetrara una y otra vez llenando mi interior con litros y litros de semen.

¡No lo podía creer!

Finalmente había dado ese paso y lo había hecho con Zee.

Millones de ideas y pensamientos llegaron a mi mente. Recuerdos demasiado impresionantes me asediaron. ¿Todo había sucedido como lo recordaba? Los besos, las caricias, los gemidos, la unión íntima, sin ningún tipo de barrera, piel con piel.

¡Dios mío!

¡Había tenido relaciones sexuales sin protección y con alguien en franco estado de ebriedad!

La impresión hizo que me faltara el aire y me sintiera realmente mareado.

Cuando recuperé algunas funciones de mi mente, me envolví con las sabanas y abrí la puerta esperando ver a alguno de los empleados pasar por el pasillo. A los minutos, una joven de cabellos oscuros se detuvo cuando la llamé y se aproximó a la puerta.

Guardando toda la vergüenza que sentía, le dije;

- ¿Tienes pastillas del "Día después"?

- No, señorito – me respondió. – pero la cocinera siempre tiene.

El alma me regresó al cuerpo ¿Cómo iba a conseguir esas pastillas en medio del bosque?

- Dile que por favor me venda una.

- Si, señorito. Ya regreso.

Rezaba mientras esperaba que Zee no descubriera el negocio negro de pastillas que existía en la casa de sus padres.

Luego de un tiempo, que se me hizo eterno, la joven llegó y me extendió sus manos, en una yacía el tan ansiado blíster y en la otra la necesidad de la retribución. Coloqué muchos billetes en la segunda mano y si lo pedía también construiría una iglesia en su nombre. Tragué la pastilla como si mi vida dependiera de eso y me juré a mí mismo que jamás mantendría relaciones sin protección.



Una vez solucionado el problema principal, pude respirar con tranquilidad, tomé un baño y al salir me encontré con Zee sentado en la cama.

- Antes que nada quiero decir que me sentí vulnerado en esta habitación y también en la biblioteca. Abusaste de mí. – Me acusó – Te aprovechaste de un hombre alcoholizado.

Esa acusación era injusta porque yo también había bebido.

- ¡¿Yo me aproveche de ti?! Apenas puedo caminar. Si estuviera en mi casa, no me habría levantado de la cama.

Zee sonrió y dijo;

- Fue la mejor noche de mi vida....

Se acercó a mi rostro y me besó, haciéndome estremecer.

- No tienes que salir, todos lo entenderían.

- ¿Tus padres? – pregunté horrorizado.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora