Capitulo V.

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La televisión estaba encendida en algún canal aleatorio. A pesar de tener la mirada fija en el aparato no comprendía que estaba mirando en realidad. Suspiro sonoro, colocando dos de sus dedos en el puente de la nariz y gruñendo en sus adentros.

Eran más de las ocho, Yuuji aún no llegaba y no había contestado ninguna de sus llamadas. También se había dado el gusto de ignorarlo por mensajería, aunque a esas alturas creía que lo había bloqueado por ese medio.

En aquellas semanas su rutina había cambiado totalmente.

Ya no recibía la calida bienvenida decorada con una preciosa sonrisa, ni mucho menos a una persona envuelta en cobijas esperándolo frente a la pantalla o una cena caliente con una nota de disculpa ante el sueño que lo había vencido. Ya no había platicas sobre lo estresante que era estar al mando de un grupo, ni tampoco los quejidos sobre el cansancio de estar todo el día en esa escuela.

Ya no podía entrar a la habitación contraria cada vez que llegaba tarde y admirar a la persona que dormía plácidamente, ni dejar un beso sobre sus cabellos revueltos. Ya no podía intentar cargarlo desde la silla del escritorio hasta su cama y quedarse a limpiar el desorden que había dejado atrás.

De qué le había servido soltar esa gran cantidad de dinero con tal de poder verlo en la escuela todos los días. De qué servía fingir que amaba estar en ese lugar solo para encontrarse en los pasillos y que su energía aumentara.

Había sido su error y no veía la forma de repararlo.

Satoru cubre su rostro con ambas manos recargadas sobre sus rodillas, bufa intensamente y el gesto de fastidio aparece sin que alguien esté a su lado dándole un cariño en su espalda. Su vista vuelve al frente por unos minutos, mirando su celular casi de inmediato con la esperanza de ver una notificación.

Incluso creyó que podía leer aquellos gestos, el brillo en sus ojos cuando lo tenía debajo de él y el precioso sonrojo que brillaba a través de la fina capa de sudor. En ese momento eran suyos tanto como él le pertenecía en dicho acto.

Estaba equivocado. Y la manera egoísta en la que lo había tomado en un extraño ataque de enojo lo comprobaba.

Estaba desesperado.

Tan vez si le hubiese mandado un mensaje antes de entrar a la habitación. O si hubiese tocado con fuerza para que notara su presencia.

Debió mantener la boca cerrada, lo conoce muy bien. Era evidente que no lo dejaría pesar, pero hubiese preferido que Itadori sacará el tema en lugar de su tonta personalidad.

La persona más importante de su vida se le escapaba de las manos y todo era culpa de él.

Suspiro, estaba aburrido y su nueva compañera lo seguía en cada rincón del lugar. Se había apoderado de todo con tanto sigilo y había decidido acompañarlo mientras se colgaba sobre su espalda, ni siquiera pensaba soltarlo.

La soledad era algo que no le gustaba, incluso después de la muerte de sus padres no se le permitía quedarse sin compañía. Se había acostumbrado en su totalidad a no estar solo, siempre rodeado de una cabellera rosada y el claro cariño que se tenían era tan palpable a su alrededor.

Ahora no tenía nada.

Y se sentía tan jodido estar sin él.

Recordó al pequeño niño que lo seguía a todas partes después de enterarse sobre su perdida. Intentaba hacerlo reír con sus caras tontas o le contaba sobre su día en la escuela sin pedirlo. La manera en la que le había gritado que se fuera y como había llorado ante sus gritos también se hicieron presentes.

El Buen Profesor • Goyuu [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora