—¡Suéltame, maldita bruja! —bufé, tratando de liberar mi cabello del agarre feroz de la directora.
Las cabezas de los demonios en lo alto de la pared parecían seguir nuestros movimientos, y sus diabólicas sonrisas con colmillos, regocijarse con mis gritos de auxilio.
La directora me arrastró por un laberinto de corredores imposibles de recordar para una novata en el castillo, y después de un tiempo que me pareció interminable, dejó caer mi cuerpo agitado bajo la luz de una antorcha, con el mismo cuidado que se le habría dado a una bolsa llena de desechos repugnantes.
—Espera aquí por Grettell, escoria, ella te conducirá al corredor de las puertas. —Rodeó mi cuello con su mano de muerto y acercó sus pestilentes labios a mi oreja —. Y no se te ocurra intentar escapar —agregó, como si me hubiera leído el pensamiento —. Nos hemos asegurado de que, una vez dentro del castillo, nadie logre salir.
Le clavé una mirada de cuchillo en la espalda cuando se internó en un túnel oscuro.
Me levanté del suelo, adolorida. Noté que había perdido un zapato y que mis rodillas estaban rojas y peladas por el arrastre. Aquello no me importó. Eché a correr a toda velocidad por un pasillo iluminado débilmente por un candelabro en forma de araña. Tenía que encontrar la forma de escapar.
Me detuve con los pulmones secos al llegar a una estancia abandonada. Los muros que me rodearon, marcados con pentagramas, y las carcasas de los arácnidos que en algún momento caminaron en ellos, me pusieron los pelos de punta.
No les temía a las arañas, pero aquellos exoesqueletos eran más grandes que mi cabeza. Estaba segura de que, de haber estado con vida, me habrían vuelto un capullo humano para succionarme los sesos en segundos.
Estuve a punto de soltar un grito de frustración al notar que la estancia tampoco llevaba a ninguna salida, cuando de pronto, una ráfaga de viento gélido se enroscó en mis tobillos. Agucé la vista en dirección a la corriente de aire y una sonrisa victoriosa se formó en mi rostro.
Había encontrado una ventana.
Encajé las uñas en la madera podrida para dejarla al descubierto y cuando las astillas cayeron al suelo, mi sonrisa se desdibujó: aquello no era una ventana, sino un ducto que, en lugar de abrirse hacia la neblina del bosque y a mi libertad, descendía como una garganta rugosa hacia la penumbra.
Que mala broma, Dios.
Asomé un ojo al interior del ducto y me mordí un labio, pensativa.
Después de un largo minuto me decidí a meterme en el agujero, y con los párpados muy apretados, me deslicé a toda velocidad en una posición casi vertical, sintiendo cómo mi corazón abandonaba sus cavidades para trepar por mi garganta.
Solté un grito de horror cuando mis zapatos se hundieron en un suelo irregular.
Un suelo lleno de... huesos.
Sacudí las pequeñas costillas de un roedor que se habían enganchado en mi falda al ponerme en pie, y con la nariz arrugada por el intenso olor a cadáver, observé la mazmorra donde había aterrizado. El techo abovedado se alzaba con la fuerza de imponentes pilares de piedra. Los rincones permanecían ocultos a la vista, y el frío, que era aún peor que en los niveles superiores del castillo, se aferró a mi cuerpo húmedo, haciéndolo temblar.
—¿Quién anda ahí?
Mi corazón se sacudió nervioso al escuchar la voz débil a mi espalda. Corrí para refugiarme en uno de los anchos pilares, y entonces, cuando me aventuré a mirar al otro extremo de la mazmorra, mis ojos se abrieron como jamás lo habían hecho nunca.
ESTÁS LEYENDO
Carne y Sangre #PGP2024 #PTR 2024
Fantasía¿Será el amor oscuro, la amistad o... la magia negra, la llave para escapar con vida del castillo maldito? Acompaña a Lucy Miller en esta retorcida historia de fantasía oscura llena de misterios malignos, criaturas del inframundo, tortura y deseo.