20. La chica de la fotografía

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Miré al vampiro frente a mí, horrorizada por su confesión.

—¿He vendido mi alma a cambio de libertad? —dije con una mano sobre mi pecho; mi corazón pareció latir débil y cansado debajo de mis costillas—. ¿Eso significa que moriré pronto?

—No, Lucy. Perder el alma es algo que pagarás con creces después de tu muerte, en un lugar donde el dolor, el sufrimiento y la tortura no descansa, pero no cambiará nada de tu vida humana, mientras no permitas que el Príncipe de la Oscuridad también reclame tu corazón.

Aquel músculo que seguía latiendo como moribundo debajo de mi mano dio un respingo.

—Sufrimiento eterno a cambio de unos años en el mundo de los vivos (si es que logro sobrevivir). Qué alentador. —Me levanté de la cama y me acerqué a Seth. Él se había recargado en una pared, con la preocupación y el reproche surcándole el entrecejo —. ¿De esto era de lo que querías hablar con urgencia?

—No. —Soltó un suspiro sonoro—. La verdad es que ya no tiene mucho sentido que te lo cuente, hasta que llegue el momento. Sólo queda esperar y rezar por un milagro.

Lo observé sin entender de qué hablaba.

—¿Qué momento? ¿Esperar a qué?

Seth se llevó la mano a la barbilla, pensativo. Un brillo esperanzador afloró en el fondo de sus pupilas.

—Tal vez haya una solución —murmuró para sí —. Tal vez lo que pasó en la mazmorra tras mi despertar no sea del todo malo.

—¿Podrías compartir tus cavilaciones, si no te importa? Me estoy perdiendo de todo.

—Creo que tal vez haya una forma de recuperar tu alma, Lucy.

Seth acarició mi mejilla con ternura en un gesto de despedida y se dirigió hacia la puerta.

—¿A dónde crees que vas?

Me precipité hacia la salida y lo tomé de la mano. No estaba lista para dejarlo ir.

—¿Ya no me odias? —preguntó con una sonrisa encantadora.

—Eso depende —contesté, recordando cómo los jirones de piel sanguinolenta se balanceaban, ardorosos e insoportables en mi espalda—. Tu juego de ignorarme cuando estoy a punto de morir y buscarme cuando nadie está cerca despierta en mí los peores pensamientos.

—Todo lo que hago es por tu bien, Lucy. Tienes que creerme. —Tomó uno de mis mechones desordenados y lo colocó detrás de mi oreja —. Ahora, si me disculpas, tengo que consultar los grimorios de mi estudio para saber qué opciones tenemos.

—Voy contigo.

—No, Lucy, además de mi hermano y sus sirvientas, hay un demonio que te sigue los pasos. No podemos ser descubiertos. Tampoco puedo arriesgarte, otra vez, a sufrir bajo el yugo del látigo.

—Tengo que ayudar de alguna manera, Seth. Es mi alma la que está en juego. Por favor, llévame contigo.

Seth lo meditó por un segundo antes de sonreír de aquella forma que me hacía perder la cordura.

—Entonces, tendremos que ir a mi paso —dijo al fin—. Tus piernas humanas, aunque son hermosas y perfectas, son demasiado lentas para atravesar el castillo sin ser vistos.

—Eso significa que tendrás que cargarme ¿cierto? para desplazarnos a la velocidad de la luz —pregunté al tiempo en que un nudo se enredaba en mi estómago. Sin embargo, la idea de que me tomará entre sus brazos me calentó las mejillas.

—Sí, eso es exactamente lo que significa. Así que, si me permite, señorita Miller.

Mis pies se elevaron del suelo con un movimiento galante y ágil, y mis manos, que no tenían deseos de perder el tiempo, se enredaron con fuerza en torno a su cuello. Hundí el rostro en él, aspirando su fragancia única y apreté los parpados cuando nos pusimos en marcha a una velocidad aterradora.

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⏰ Última actualización: May 28 ⏰

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