3.Estatua de carne

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Trepé por las paredes irregulares del ducto pensando en Seth.

De no haber sido por los muros imaginarios que le impedían hablar con la verdad, y por esa ilógica preocupación por la niebla que ocultaba el sol, hubiera alargado el tiempo en la mazmorra para preguntarle todo respecto a él.

Al llegar al final del ducto, los pensamientos en torno a Seth se disolvieron por el hedor inconfundible de la boca de la directora. Estuve a punto de tener un infarto cuando moví la trampilla que ocultaba la salida y reconocí su oficina, que olía peor, incluso, que el cementerio de huesos. La vela sobre su escritorio seguía encendida.

¿Pero qué demonios hacía un ducto justo por debajo de su silla?

Qué importaba.

La pregunta correcta era: cómo iba a regresar al corredor a donde se suponía que debía estar esperando por la tal Grettell.

Al precipitarme hacia la puerta noté el retrato que Agnes había visto cuando la directora mencionó a Cristopher. A juzgar por el viejo marco de madera y la fotografía desgastada, dudé que fueran la misma persona, a menos que se hubieran referido a un hombre muy anciano. Sus facciones parecían haber sido esculpidas por los mismos dioses y al ver la casi imperceptible sonrisa que esbozaba, volví a pensar en Seth.

Era oficial.

Después de nuestro encuentro, mágico por su apariencia, y retorcido por la situación en la que estaba, todo me iba a recordar a él.

Y cómo no, ¿quién podría olvidar que había visto algo tan fantástico como un hada o un elfo? ¿Quién podría dejarlo abandonado a su suerte siendo tan irreal como un dragón, o tan común como el vecino al saber que estaba cautivo y herido?

Definitivamente, yo no.

Decidida a abandonar la oficina, cerré mi mano en torno al pomo de la puerta cuando este se movió. Alguien estaba a punto de entrar. Me quedé helada mirando cómo la esfera metálica giraba lentamente dentro de mi agarre y cuando pensé en correr de vuelta a la trampilla, la puerta se abrió.

Unos ojos de un azul neblinoso se entrecerraron recelosos frente a mí.

—¿Lucy Miller? —dijo la chica de cabello rubio corto, piel de un aspecto enfermizo y ojeras marcadas—. ¿Qué haces en la oficina de la directora?

—Yo...estaba buscando a Grettell y... me perdí —mentí, tratando de ocultar mis nervios.

Inspeccioné a la chica, que parecía tener un tinte desquiciado y permanente en el fondo de sus pupilas. Su ceja enarcada, de un intenso color negro, contrastaba con su cabello rubio. Un horrible vestido verde vómito le rozaba la punta de los zapatos y sus manos huesudas sostenían una pila de documentos empolvados.

—¡He estado buscándote por todo el castillo! ¿Dónde estabas metida? —protestó con voz aguda.

Un suspiro de alivio abandonó mi cuerpo.

—¿Eres Grettell?

—Sí —contestó con el ceño fruncido, mientras arrastraba la mirada por la extensión de mi cuerpo con un interés descarado—. Soy Grettell Campbell.

Ofrecí mi mano para presentarme, pero Grettell no elevó la suya como marcaba la norma, en su lugar, ignoró el gesto y se dirigió al escritorio para dejar los documentos en la superficie desgastada de madera.

—Debes ser cuidadosa. La directora podría azotarte en las mazmorras de tortura si infringes las reglas —advirtió.

Mi cara se contrajo en una mueca de horror. Estaba segura de que la directora era capaz de eso y más. Probablemente había sido ella la que mantenía encadenado a Seth. El odio en mi pecho creció ante ese pensamiento.

Carne y Sangre #PGP2024  #PTR 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora