Me quedé inmóvil bajo la lluvia, mirando con horror el imponente castillo negro que se alzaba frente a mí. Sus paredes de roca quemada parecían haber sobrevivido a un incendio infernal. Sus pequeñas ventanas habían sido cubiertas con barrotes y gruesas tablas de ébano, como si la luz no fuera bienvenida en el interior.
Un escalofrió me sacudió el cuerpo al ver la impenetrable niebla que rodeaba la edificación, y los cuerpos espectrales que formaba al arremolinarse con lentitud sobre sí misma.
—Nos equivocamos de dirección ¿verdad, Agnes? —Sacudí mi cabello mojado y corregí—. ¿Tía, Agnes?
Aún no me acostumbraba a llamar a aquella mujer, tía. Era demasiado pronto.
Las pesadas puertas de hierro se cerraron detrás de mí con un fuerte estrépito. De pronto, una extraña sensación de haber sido atrapada me aceleró el ritmo cardiaco.
Miré los ojos hundidos de Agnes entre la cortina de lluvia que nos azotaba el rostro, esperando escuchar una respuesta que aliviara mi preocupación, pero no abrió la boca. En su lugar, cerró los dedos blandos en torno a mi brazo y me obligó a caminar por el lodo que se extendía por el terreno. La mirada amable con la que me había recibido en la estación del tren, había desaparecido.
—Con un demonio. ¡Date prisa! —gruñó Agnes, cuando me retrasé al inspeccionar la antigua inscripción de una cripta al borde del camino. El agujero donde debía descansar el cuerpo, estaba vacío.
Me pregunté por qué de pronto parecía que Agnes quería deshacerse de mí.
Tal vez sólo estaba un poco nerviosa, al igual que yo, por las criptas fracturadas que sobresalían de la tierra, y por los trinos agudos de los cuervos que descansaban sobre ellas.
Entre más nos acercábamos a las altas paredes del castillo, un pensamiento de huida crecía con más fuerza en mi interior. Pero, ¿a dónde podría huir? Mi nuevo colegio estaba rodeado por un bosque infinito de inmensos pinos otoñales. No podía regresar a la estación de tren de Brokentown a pie sin morirme de hambre o de frío en el intento. O sin ser devorada por lo que fuera que se escondía en el denso follaje.
Agnes se detuvo al llegar al pie de una escalinata que ascendía como una serpiente hasta la entrada del castillo. Su velo, lleno de agujeros, escurría pesado por su espalda huesuda, haciendo más evidente la deformidad que sufría su cráneo y las verrugas en su calva. Mi boca se retorció en una mueca de asco.
¿Cómo era posible que esa criatura calva y medio muerta fuera mi pariente?
Mi madre me dijo una vez que en nuestra familia —a la que nunca conocí— el cabello rojo en las mujeres era un distintivo. Más bien... una maldición. Porque ese carmesí intenso venía acompañado de locura. Siempre.
Una mujer encapuchada apareció a nuestro lado cuando subimos la escalinata de piedra, como si todo ese tiempo hubiera estado caminando en un silencio imperturbable detrás de nosotras.
—Por ahí. —Señaló con un dedo muy largo hacia una enorme puerta negra. Creí ver en el relieve profundo de la madera a un hombre siendo devorado por un demonio.
—Oh, no. Yo no pienso meterme ahí —protesté cuando la puerta se abrió, dejando a la vista un corredor oscuro.
Un sentimiento extraño me heló la carne, como si estuviera a punto de meterme a donde habitaba el mal.
— ¡Muévete, mocosa! No tenemos todo el día —ordenó Agnes, y con un fuerte empujón me obligó a atravesar el umbral.
Me giré para mirarla, sintiéndome muy ofendida y más confundida que nunca. ¿Dónde había quedado la dulce e inofensiva ancianita de la estación?
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Carne y Sangre #PGP2024 #PTR 2024
Fantasia¿Será el amor oscuro, la amistad o... la magia negra, la llave para escapar con vida del castillo maldito? Acompaña a Lucy Miller en esta retorcida historia de fantasía oscura llena de misterios malignos, criaturas del inframundo, tortura y deseo.